Me dejaste y me sentí como la carroña,
como ese trozo de carne putrefacta,
llena de gusanos, de larvas nerviosas de moscas,
pero renaceré como la mariposa que sale del capullo
de una oruga que se arrastró por el suelo,
pero que ahora puede volar.
He comprendido que solo eras un lastre,
comos las lapas que se adieren a laquilla,
como la carcoma que se come el casco
de este barco perdido que es mi vida.
comos las lapas que se adieren a laquilla,
como la carcoma que se come el casco
de este barco perdido que es mi vida.
Resurgiré de las cenizas como el ave fénix,
y volaré tan alto que el sol quemará mis alas
pero será un calor agradable, apacible;
el aire me golpeará en la cara, me sentiré vivo.
Dejaré atrás las noches del polo norte,
la frialdad de tu gesto,
la ponzoña envenenándome la sangre.
Quiero gritar hasta quedarme sin voz,
soy yo, una persona,
no una leve sombra de hombre que fui
antes de convertirme en tu mascota faldera,
en el perro que necesita de su amo para comer y beber.
Soy libre, soy agua, viento;
las lágrimas que ahora vienen a mis ojos
son de alegría, y me permiten ver el cielo azul y claro,
no nubarrones grises, tormentas y rayos.
Me has comido, me has devorado
como el depredador devora su presa;
pero aquí estoy, vivo, lucido,
he volado de tu nido de buitre carroñero;
lo he visto, estaba ciego.
Quédate ahí, y no te acerques,
el solo verte me produce nauseas,
quédate ahí, que aunque me lo pidas
no vuelvo.