LUIS DE GÓNGORA Y
ARGOTE
Soledades.
Luis
de Góngora y Argote nace en Córdoba el 11 de julio de 1561 y muere ibídem, 23 de mayo 1627, después de
haber recorrido prácticamente toda España.
Clérigo
desde los catorce años, estudió en la Universidad de Salamanca Leyes (1576-1580)
aunque no acaba sus estudios. Empieza la producción poética muy joven y ya con
diecinueve años goza de un cierto prestigio como poeta (sus versos circulaban
manuscritos como era costumbre en la época, ya que la obra se publicaba
póstumamente), es elogiado por ejemplo por Juan Rufo y Miguel de Cervantes.
Con
una brillante producción poética, compuesta en su mayoría de Sonetos (ciento
sesenta y siete reconocidos y cincuenta atribuidos, representan, además un documento de toda una época y la
encarnación de una las poéticas prevalecientes de su tiempo), donde cultiva el
culteranismo (referencias Mitológicas Greco-latinas, Bestiario Medieval,
Geografía poética y Neoplatonismo) sobre todo, aunque también el conceptismo
dando mucha importancia al “yo” poético. Lleva las referencias cultas a
romances y canciones populares además de los Sonetos. También utiliza la sátira
en algunos de sus versos. Podríamos decir que Góngora es un clásico que
cuestiona y ridiculiza el clasicismo, pero que se nutre de él, mientras trata
de renovar sus formas desgastadas.
En
1613 llega a la culminación de su obra con la producción de la Fábula de Polifemo
y Galatea, y esa grandiosa obra, Las soledades, obra inacabada de una ornamentalidad
Barroca exuberante.
Las
soledades: obra compuesta en Silvas, construcción poética sin número de versos determinado, género cuya
métrica consiste en mezclar versos endecasílabos y heptasílabos de forma
aleatoria con rima consonante, aunque pueden quedar versos sueltos. La
combinación de rimas es libre, pero no deben estar muy separados los versos que
rimen entre sí.
El
poema nació como un proyecto dividido en cuatro partes que iban a llamarse Soledad de los campos, Soledad de las
riberas, Soledad de las selvas y Soledad del yermo. De este proyecto
inmenso solo concluyó la Dedicatoria al Duque de Béjar y las dos primeras Soledades, dejando inconclusa la segunda,
Soledad de las riberas, a esta última
fueron añadidos aún por el poeta, en época posterior cuarenta y tres versos a
instancia de un amigo que le animaba a concluir la obra.
Lo
que poseemos de las soledades es, exactamente: 1º La dedicatoria al Duque de
Béjar (37 versos). 2º La soledad primera (1091 versos, según la edición de la Bibliotheca Hispánica, o 1098, según
Dámaso Alonso). 3ºun fragmento de la soledad
segunda (979 versos). Indudablemente medio algún tiempo entre la
divulgación de la primera y de lo que de primera intención de componer la
segunda. El día 11 de mayo de 1613 Góngora envía desde Córdoba “las soledades”
y el Polifemo a un amigo en Madrid, Pedro Valencia, no sabemos si trataba de
las dos, o solamente de la primera, en su contestación Valencia habla de “las
soledades” pero solo se citan versos de la primera.
Al
igual que el Antídoto de Juan de
Jáuregui que fue escrito cuando solo se había divulgado la primera Soledad, el texto mismo del Antídoto, la contestación a este por el
Abad de Rute (Francisco Fernández de Córdoba) y la fecha que hemos dado, no
puede, pues, más adjudicarse con certeza a la primera Soledad.
Góngora
en las soledades se aparta del Petrarquismo, lo utiliza como tema subsidiario.
Aquel lenguaje hecho para expresar los sentimientos y las introspecciones más
soliloquias, resultan abstractas e inadecuadas a su postura personal, más
epicúrea que platónica. Justamente por este recato en hablar de sí, por este
pudor a la intimidad tan contrario del habitual exhibicionismo de lírico. Se
puede decir de Góngora que se aparta de sus predecesores y contemporáneos más
en el fondo que en la forma: entre ellos es
el menos sentimental, aunque no menos sensible. Podríamos decir que Góngora es manierista con
una “cierta exaltación, una predilección por lo refinado, extraño y exagerado,
por el caso excepcional siempre incitante, por el gusto insólito estimulante
del paladar, por atrevido y provocador” (el manierismo, ed. Esp., 1965, pág. 40.
Hauser. Trad. F. González Vícén. Edit. Guadarrama, Madrid, 1965).
El argumento de las Soledades es difícil de
definir, pues al ser una obra inconclusa no se tiene todos los datos para poder
definir el argumento, aunque podemos decir que es un clásico “menosprecio de la
corte” y exaltación de la vida campestre más sencilla. Su protagonista es un
personaje un tanto misterioso, Góngora proyectaba ir revelando poco a poco los
detalles de su historia y, si bien se conoce los más sustanciales, lo cierto es
que nos hemos quedado sin conocer pequeños de talles, por ejemplo el nombre del
protagonista, al que Góngora se refiere como el “Pelegrino” y con ese nombre se
le conoce a falta de otro mejor. Es un supuesto cortesano que, desdeñado por la
mujer a que ama, decide desterrarse y vivir errante. Un naufragio lo arroja a
las costas de una región campestre y ahí comienza la soledad primera. El
pelegrino es acogido por unos cabreros (como en la poesía bucólica de los
poetas clásicos, que se desarrolla entre cabreros y en ambiente campestre,
Góngora ambientará su soledad primera) y al día siguiente por unos serranos que
lo invitan a acompañarlo a una boda que va a tener lugar en pueblo vecino. La
boda se celebra al tercer día, con el final de
esta jornada termina la primera parte del poema. A lo largo de las dos
jornadas y media que transcurren antes de la boda, el Peregrino podrá admirar y
disfrutar de las maravillas de la vida campestre: conocerá la hospitalidad de
las gentes del lugar, la buena comida, hermosos paisajes y mujeres hermosas,
oír historias de algunos personajes, y no faltarán ocasiones para comparar la
vida campestre y sus gentes como mundo ideal, con la vida en la cortesana
repleta de infinidad de intereses e intrigas.
Vamos
a ver algunos versos de este genial autor maestro del artificio lingüístico,
acusado de oscurantismo por algunos de sus contemporáneos, que lejos de serlo,
sí que no se puede negar la dificultad de poemas, solo aptos para personas
doctas y eruditas. También se le acusó de poca o escasa consistencia de la
trama, por ello suscitó un debate encarnizado cuando empezaron a circular sus
versos por la corte. Empieza también a circular el Antídoto
contra la pestilente poesía de las Soledades, de Juan de Jáuregui, donde
dice que:” había un Góngora antes de las soledades y un nuevo Góngora de oscura
extravagancia, que derrocha hipérboles y formas remotas, que tiene la ambición
de volar por encima de los demás” (Antídoto, pág.24). Circula también una carta cuya autoría se le
atribuye a Lope de Vega, fechada 13/09/1613, criticando las Soledades, a la que contesto Góngora con
otra carta tan solo quince días de loa datación de la primera carta, 30/09/
1613, concluyendo con un rotundo: “considero que ha sido honrosa esta poesía;
si entendida para los doctos, causarme ha autoridad, siendo lance forzoso
venerar que nuestra lengua a costa de mi trabajo haya llegado a la perfección y
alteza de la latina (…)”. Pero el orgullo de Góngora no solo nace de haber
conseguido hacerse oscuro a los ignorantes, sino también de haber dado un paso
más, el paso decisivo, en la lucha emprendida por varios eruditos y poetas para
enaltecer la lengua vulgar. En defensa de las Soledades Andrés de Mendoza publica Advertencias para inteligencia de las Soledades, es una defensa de
los rasgos estilísticos usados por Góngora y criticados por sus detractores.
Pretende ser una explicación de los pasajes más oscuros (se sospecha que está
Góngora detrás de este escrito de defensa), recurre a abundantes citas eruditas
como refuerzo de sus argumentos lo hace en un tono altivo y despectivo. Lo que
pretende Andrés de Mendoza es que los detractores de las Soledades pongan por
escrito sus críticas, que le parecen injustificadas y de falta de erudición.
Podríamos
decir que se crearon dos bandos: los que entendían la poesía de Góngora y los
que no; aunque también huelga decir que hay quien la entiende, pero por una
enemistad personal que va más allá de la poesía la critican, entre ellos Lope de
Vega y Quevedo.
Cojamos
como muestra estos versos de la soledad
primera:
Recordó1
al sol, no, de su espuma cana, 705
la dulce de las aves
armonía,
sino los dos topacios
que batía2,
orientales
aldabas, Himeneo.
Del carro, pues, febeo3
el
luminoso tiro, 710
mordiendo oro, el
eclíptico zafiro
pisar quería, cuando el
populoso
lugarillo el serrano
con su huésped, que
admira cortesano,
a pesar del estambre y
de la seda4,
715
el que tapiz frondoso
tejió de verdes hojas
la arboleda,
y los que por las
calles espaciosas
fabrican arcos, rosas,
oblicuos nuevos,
pénsiles jardines5,
720
de tantos como víolas
jazmines.
Al galán novio el
montañés presenta
su forastero; luego al
venerable
padre de la que en sí
bella esconde
con ceño dulce, y, con
silencio afable6,
725
beldad parlera, gracia
muda ostenta:
cual del rizado verde
botón donde7
abrevia su hermosura
virgen rosa´
la cisuras cairela8
un color que la púrpura
que cela 730
por brújula concede
vergonzosa9.
1
Recordó:
despertó.
2 2
Topacios:
piedras preciosas de color amarillo; el Abad de Rute supone el palacio del Sol.
3 3 Febeo:
es un sobrenombre de Helios, dios del Sol.
4 4
Estambre:
El estambre es un hilo de lana que se usaba, entre otras cosas para la
confección de tapices.
5 5 Pénsiles
o pensiles: colgantes (lat.), como los famosos jardines de Babilonia. “Parece
que los mismos versos, con las trasposiciones de las voces, dicen lo
entretejido de los árboles y forman los arcos que refiere estaban fabricados de
rosas”. Los jazmines y violetas forman nuevos jardines colgantes.
6 6 “Hay que destacar el
juego de palabras logrado con la restitución del sentido etimológico de afable (=lat. Affabilis, ‘al cual se le puede hablar’)”
7 7 Botón:
los capullos de las rosas modernos son lisos, pero los antiguos estaban
cubiertos de un vello rizado, lo que explica el calificativo” rizado Botón”
8 8 Cariela:
adorna los bordes. Caireles flecos que adornan la ropa, servir de adorno a
modo de fleco.
9 9 Por
brújula: por un resquicio. Brújula era el punto
de mira de una escopeta y por extensión de cualquier ranura estrecha.
Prosificación.
No
despertó el Sol de su [lecho de] espuma cana dulce armonía de las aves, sino
los topacios, aldabas orientales, que batía Himeneo. El luminoso tiro del carro
febeo quería, pues, pisar mordiendo oro el zafiro eclíptico cuando [a la vez
que] el serrano [quería pisar] el populoso lugarillo con su huésped, que admira
cortesano, a pesar del estambre y la seda el tapiz frondoso que la arboleda
tejió de verdes hojas y los arcos que [las] rosas fabrican por las calles
espaciosas: oblicuos, nuevos jardines pénsiles, de tanto jazmines como víolas.
El
montañés presenta a su forastero al galán novio, luego [lo presenta] al
venerable padre de la que, bella se esconde en sí [misma] con ceño dulce y
ostenta con silencio afable beldad parlera y gracia muda, cual [como] un color
cairela las cisuras del rizado verde botón donde [una] virgen rosa abrevia su
hermosura, que [el cual, el color] la púrpura
que [el botón] cela concede por brújula vergonzosa.
Comentario.
No
despertó al Sol de su lecho de blanca espuma el dulce canto de las aves, sino
el cuidado del dios de las bodas Himeneo que estaba impaciente por celebrar la
boda de los aldeanos, llamando a la puerta de oriente con dos topacios por
aldabas (primeros rayos rojizos del sol). Los luminosos caballos del carro del
Sol (rayos solares), mordiendo sus frenos de oro (bocado), querían iniciar su
viaje por el cielo (amanecer) siguiendo la trayectoria del Sol, al mismo que el
serrano quería salir con su huésped a las calles del lugarillo (antes que
amaneciera, posiblemente habían pasado las noche en una choza de la alameda, en
las afueras del pueblo). Allí admira el joven el frondoso tapiz de hojas verdes
que formaba la arboleda, sin que tenga que envidiar nada a los tapices finos
que él ha visto hechos con estambres y seda. Loa arcos hechos de rosas,
jazmines y violetas forman nuevos jardines colgantes (como en la antigua
Babilonia) con un complejo entramado están entretejidas las flores.
El
viejo montañés presenta su forastero huésped al galán novio, después al
venerable padre de la novia, la cual parece que, recatada, poniendo dulce ceño
(entrecejo), quiere esconderse de si misma, pero sin que esto sea signo de
enojo (alguien enfadado puede huir del trato), es su timidez, que habla a todos
sin necesidad de palabras, ostenta un silencio afable, es decir, con un
silencio que invita a hablarle, beldad parlera y gracia muda. Normalmente la
beldad es muda(es algo que se ve, no se oye) y la gracia habladora (se
desprende de su forma de hablar), pero la belleza de la novia habla por sí
misma, mientras su gracia se adivina a pesar de su timidez que la mantiene
callada. Ese silencio tímido hace que solo se entrevean sus virtudes, como un
capullo (en que una rosa resume su hermosura), dejando entrever por sus
cisuras, como si fueran flecos, el hermoso color de la púrpura que esconde.
Bibliografía:
Luis
de Góngora, Antología poética (Polifemo,
Soledad primera, Fábula de Píramo y Tisbe y otros poemas).Comentarios de Antonio Carreira, Edit. Castalia, 1986.
I.S.B.N.: 84-7039-478-9
Luis
de Góngora, Sonetos Completos.
Edición, introducción y notas de Biruté Ciplijauskaité.
Edit. Castalia, S.A, 1985. I.S.B.N.:
84-7039-086-4
Universitat
de València, Argumento de las soledades.
Soledades,
es.wikipedia.org/wiki/Soledades
Mercedes Blanco Morel, Góngora: la extrañeza inextinguible,
magnitud estética y universo contemporáneo/ Coord. Por Joaquín Rosas
Lozano, 2012, I.S.B.N.: 978-84-15272-30-4.
(La extrañeza sublime de
las Soledades, págs. 125-137)
David Viñas Piquer, Historia de la crítica literaria (págs.
164-168).
Edit. Planeta, S.A. 2015.
I.S.B.N.:978-84-344-2512-5
Luis
de Góngora Soledades Editadas por
Dámaso Alonso. Alianza Editorial, S.A., 1982.
I.S.B.N.:
84-206-1927-2 (Revista de Occidente, S.A. Madrid, 1927)
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