CRIMEN Y CASTIGO.
La miseria, la opresión, la inestabilidad emocional y el idealismo como precursores del crimen cometido por Raskolnokov.
Pretendo llegar con este estudio-análisis de las circunstancias que rodean al protagonista de esta obra a la motivación que le impulsa a cometer el crimen de la vieja usurera. También analizar las estrategias narrativas utilizadas por el autor para conducirnos al hecho puntual del crimen.
Crimen y castigo novela de Fiódor Dostoievski, publicada por primera vez en el 1866 en la revista El mensajero ruso en doce partes, y más tarde como novela; su composición en el formato libro es de seis partes más epílogo. La novela comienza in media res. El autor nos va situando en un ambiente de opresión ya desde el principio utilizando para ello una descripción del tiempo y de la habitación del protagonista:
“A principios de julio, en un tiempo extraordinariamente caluroso (…), un joven salió de la pequeña habitación que ocupaba como realquilado. (…) Su habitación estaba situada justamente bajo el tejado de una casa de cinco pisos y más parecía un armario que un desván”[1].
El último piso de cinco, cerca del tejado, lo cual quiere decir mucho calor en verano y mucho frío en invierno.
La madre del protagonista en una visita que hace a la habitación de su hijo comenta: “– ¡Qué mala habitación tienes, Rodia! ¡Cualquiera diría que es un ataúd!
– exclamó de pronto Pulqueria Alexandrovna [la madre de Raskolnikov], interrumpiendo ese pesado silencio –. Estoy segura de que este alojamiento tiene buena parte de culpa de tu melancolía”.[2]
El narrador nos muestra un personaje taciturno, hipocondríaco que está agobiado por su pobreza, que le enferma su situación: “no era un hombre perezoso ni se dejaba abatir. (…) Pero desde hacía algún tiempo hallábase en un estado de tal tensión e irritación que frisaba la hipocondría estaba tan sumido en sí mismo y tan aislado del mundo que temía incluso encontrarse con nadie, (…) Sentíase abrumado por su pobreza “[3].
Un personaje que huye de su patrona a la que debe varios meses de alquiler, aunque él cree que lo del dinero es una trivialidad: “En el fondo no había patrona que lo atemorizase. (…) pero detenerse en la escalera, escuchar toda clase de tonterías de las zarandajas de cada día que no le importaban lo más mínimo, todas esas reclamaciones de dinero, amenazas y lamentaciones, (…) no podía soportarlo, era mejor deslizarse como un gato por la escalera y eclipsarse sin que nadie lo viese”.[4]
El narrador nos dibuja un personaje que tiene muchas cavilaciones, ensoñaciones diurnas, con humor cambiante, donde su aspecto personal le importa poco, aunque aún guarda una altanería burguesa. Raskolnikov pertenece a esa pequeña burguesía rural rusa venida a menos que por diferentes motivos se dio en la segunda mitad del S.XIX en la Rusia de los zares. Para mostrarnos la dejadez incluso “mental”(es decir no quiere pensar en nada transcendental) del protagonista Dostoievski nos dibuja una persona apática, pasota e incluso irritable:“En este último mes – dice Raskolnikov – no he sabido hacer otra cosa que charlar, tumbado días enteros en mi cuchitril pensando…en las musarañas[5] (…) se despertó después de un sueño tormentoso. Con este sueño no había logrado el descanso. Se despertó bilioso, irritable, de mal humor, y miró con odio su pequeña habitación”.[6]
El narrador nos describe la habitación con detalle, para darnos un punto realista y para que nos hagamos a la idea del espacio reducido en que vive, un espacio que en diferentes pasajes de la obra es ocupado por cuatro o cinco personas. Es cierto que el espacio se abre porque la puerta de la habitación está abierta y hay mucha vida en los espacios intersticiales, con una clara falta de intimidad; el autor muestra el interior de las vivienda (habitación, porque no es más que una habitación) y lo que pasa en ella (de hecho todos los personajes viven en habitaciones y la gran mayoría de ellos compartidas con otras personas).
[La habitación]”Era una jaula minúscula, de unos seis pasos de largo, que tenía un miserable aspecto con su papel amarillo polvoriento, despegándose por todas partes. Era tan baja de techo que una persona un poco alta se sentiría incomoda: siempre tendría la impresión de que su cabeza iba a chocar con el techo. El mobiliario respondía al local: tres viejas sillas que no estaban en perfecto estado, en un rincón una mesa de madera pintada, con varios cuadernos y libros. Estaban cubiertos de polvo y se comprendía que desde hacía tiempo nadie los había tocado. Por último un gran sofá deforme, que ocupaba casi toda la anchura de la pared y la mitad de la extensión de la pieza, que ya antes había sido forrado de indiana, pero que ahora estaba hecha jirones y servía de lecho a Raskolnikov. Con frecuencia dormía allí sin desnudarse, sin sábanas, cubriéndose con un viejo capote de estudiante, con un pequeño cojín a la cabecera, bajo la cual ponía todo lo que poseía de ropa limpia o sucia, para que levantara más la cabeza. Ante el sofá había una mesita.
Era difícil caer más bajo”.[7]
El narrador nos da a entender que ya está cansado de los convencionalismos de la sociedad, de los libros, la universidad, es cierto que la ha dejado por no poder pagarla, pero él ha abandonado los libros porque ya no le interesa lo que encuentra en ellos, hay una separación de todo lo que significan los libros: cultura, sociedad, universidad. También el aspecto del cuidado personal e incluso el no desvestirse para dormir, son muestra ese intento de ruptura con todo; Dostoievski nos da ya pistas con el nombre del protagonista Raskolnikov, del ruso rascol,[8] escisión, ruptura. El narrador hace hincapié al final del párrafo en la situación tan extrema en la que se encuentra el personaje, “Era difícil caer más bajo”, en verdad es la ante sala a los hechos que van a ocurrir, porque claro que cae más bajo, delinquiendo, es decir cometiendo un crimen.
La dejadez también en el aspecto personal, para ahondar más aún en todo lo que estamos comentando, el narrador nos sitúa a Raskolnikov en un contexto que no resalta por su aspecto de pobreza extrema, no se diferencia de los demás, porque la miseria es común a la mayoría de los habitantes de Petersburgo:
“Iba tan mal vestido que otro cualquiera, aunque estuviese acostumbrado, se habría sentido incómodo mostrándose a pleno día con semejantes andrajos. Bien es verdad que aquel barrio no le sorprendía nada en cuestión de vestir. La proximidad del Mercado del Heno, la abundancia de ciertos establecimientos y la población formada sobre todo por obreros y artesanos, que se amontonaban en las calles y callejas del centro de Petersburgo, componía un panorama general tan abigarrado que lo raro habría sido sorprenderse de encontrar una figura pintoresca. Pero había ya tanto desprecio acumulado en el alma del joven que, a pesar de toda susceptibilidad, a veces muy juvenil, no le molestaba lo más mínimo el hecho de salir a la calle vestido de andrajos. Hubiera sido diferente de haberse encontrado con ciertas personas conocidas o bien con viejos camaradas, a quien de una manera general, no le gustaría encontrar”.[9]
La frase que he resaltado en negrita es para mostrar como el narrador nos va guiando hacia el carácter del personaje, que tiene odio acumulado hacia la sociedad que le rodea; y nos dice que es “susceptible”, es decir impulsivo, e irracional que lo indica con el adjetivo ”juvenil”, es decir inmaduro y fantasioso.
El narrador nos quiere mostrar una ciudad caótica, mal oliente, con callejones estrechos. Como el ambiente de una ciudad puede influir en sus habitantes, como puede marcar el carácter y afectar a su conducta la sensación de agobio, y más sí el terreno en donde ocurre esto es terreno abonado, es decir, como en el caso de nuestro protagonista donde la inestabilidad emocional es patente:
“En la calle el calor era espantoso, y además el tráfico, el ruido, en todas partes cal, andamios, ladrillos, polvo y ese hedor característico del verano, tan conocido de todo petersburgués que no tiene la posibilidad de alquilar una villa en el campo, todo ello desquiciaba desagradablemente los nervios ya alterados del joven. El olor insoportable que escapaba de las tabernas, especialmente numerosas en aquella parte de la ciudad, y los borrachos con quienes se encontraba a cada instante, aunque fuese de día y hora de trabajo completaban el colorido melancólico y repelente del cuadro”.[10]
El protagonista conoce un funcionario en paro (Marmeladov), al que han echado del trabajo por bebedor, es un viudo con una hija (Sonia), casado en segundas nupcias con una viuda con tres hijos. Ella perteneciente a una familia pequeño burguesa, que tras la muerte de su primer marido cayó en desgracia, ahora viven los seis en la más absoluta miseria, tanto es así que la hija mayor, Sonia, se tiene que prostituir para mantener a su familia. El funcionario es tan ruin que roba el dinero de su hija y de su mujer, incluso quitándole la posibilidad de comer a los niños pequeños. El protagonista, Raskolnikov, acompaña al funcionario a su “casa”. Hay una discusión entre la pareja, porque como siempre el funcionario llega borracho a su casa, su mujer le recrimina que se haya bebido el dinero que tenían para comer. Raskolnikov en un acto de altruismo se saca las pocas monedas que le quedan del empeño de un anillo que le regaló su hermana y las deja en el alféizar de la ventana sin que nadie lo perciba; luego se la menta de ello, porque su situación no es mucho mejor que la de la familia de Marmeladov:
“Menuda tontería he cometido – pensó –, ellos tienen a Sonia y yo necesito el dinero”.
<<Pero habiendo decidido que era imposible ahora recuperar las monedas, y que de todos modos tampoco las habría recogido>>, (…) “También Sonia lo necesita para sus pomadas – continuó mientras caminaba por la calle, riendo perversamente –, su componerse le cuesta dinero… ¡Hum! Y además la pequeña Sonia es posible que hoy no haya tenido suerte, porque también ella tiene un riesgo, la caza de la bestia rara…la caza de la pepita de oro…y si es así, mañana, sin mi dinero, habría que verlos… ¡Vaya, Sonia! Han sabido encontrar un bonito filón, que digamos. Y se aprovechan de él. Porque se aprovechan. Y se han acostumbrado. Habrían llorado un poco, pero se han habituado. Nuestros canallas semejantes se acostumbran a todo”.
<<Reflexionó>>.
“¿Y sí me equivocara? – se dijo de pronto a pesar suyo –. ¿Y si el hombre no fuera un canalla, quiero decir el hombre en general, toda la raza humana? ¿Y si todo no fuera más que prejuicios, temores inspirados y no hubiese nada prohibido, y que realmente es así como deben ser las cosas?”[11]
El narrador muestra con este gesto de nuevo el carácter impulsivo e idealista de Raskolnokov; hay como un momento de arrepentimiento irónico, pero prevalece el idealismo y cierto aire de superioridad.
También en un juego literario, Dostoievski hace que el amigo de Raskolnikov, Razumikhin (que hace de contrapunto de Raskolnikov, pues es pragmático, racional, optimista e intenta ayudarlo ofreciéndole trabajo dando clases), a petición de la madre y la hermana de este, describa su comportamiento en los últimos meses, que explique lo que ha podido ocurrir, pues lo han encontrado muy cambiado, y dice Razumikhin:
“Imagínense ustedes cómo habrán ido las cosas durante estos tres años de separación. Además ¿qué decir? Hace año y medio que conozco a Rodion [Raskolnikov]: es severo, sombrío, altivo y orgulloso. En sus últimos tiempos (y quizá un poco antes) era susceptible e hipocondríaco. Es generoso y bueno. No le gusta expresar sus sentimientos y cometería más bien cualquier acto de crueldad antes de descubrir su corazón. A veces, por otra parte no es del todo hipocondríaco, sino frío e insensible hasta ser inhumano. Realmente se podía decir que en él hay dos caracteres opuestos que se suceden uno a otro. A veces es terriblemente taciturno: todo le fastidia, toda la gente le molesta, se mete en la cama y no hace nada. No es bromista y no porque le falte ingenio, pero se diría que le falta tiempo para futilidades. No escucha hasta el final lo que le dicen. No se interesa nunca por las cosas que, en un momento dado, interesa a todos los demás. Tiene una gran opinión de sí mismo, y sin duda tiene derecho a ello”.[12]
El autor por boca de uno de sus personajes, nos muestra con adjetivos y con frases lapidarias el carácter cambiante, melómano y egocéntrico del protagonista, capaz de cometer “actos crueles”, dice; aunque no le niega una cierta inteligencia “Tiene una gran opinión de sí mismo y sin duda tiene derecho a ello” comenta. Todo esto nos predispone a creerlo capaz de asesinar, y a que a pesar de que las circunstancias que le rodean podrían ser atenuantes de su crimen: porque la miseria, la opresión y el agobio de una ciudad infesta, pudieran provocar en un ser inestable como Raskolnikov, el cometer dicho crimen por una locura transitoria; el autor con adjetivos como “siniestros” o una frase como “frio e insensible hasta ser inhumano” en boca de Razumikhin, está buscando que lo juzguemos severamente.
El narrador por ejemplo en principio nos describe a la anciana como:
“una pobre viejecilla flaca y minúscula, de unas sesenta años, con ojillos agudos y malignos, nariz corta y puntiaguda y la cabeza descubierta. Sus cabellos, apenas canosos, más bien rubios, estaban abundantemente engrasados. En torno a su cuello largo y delgado, semejante a una pata de gallina, enrollábase una especie de cordón de franela, y sobre sus hombros, a pesar del calor, se estremecía un chal de piel amarilla y pelada. La vieja tosía y gimoteaba constantemente”.[13]
Parece que nos la quiera demostrar como un ser indefenso ante el impulso del joven Raskolnikov, para acentuar más si cabe lo horrendo del crimen que va a cometer el joven. Pero más adelante nos da otra visión de la anciana y esta vez la descripción no la hace solamente el narrador, sino que se ayuda primero de unos tenderos del mercado y después de un estudiante que está en una taberna hablando con un oficial del ejército, al cual le decía que él la mataría y robaría a la vieja y sin el menor escrúpulo.
Estas conversaciones las está escuchando Raskolnikov que ya albergaba ideas homicidas hacia la vieja.
El narrador antes de conducirnos hasta la taberna nos presenta otro personaje Lizabeta, la hermana menor de la usurera y a través del trato que la hermana mayor da a su hermana menor, y nos empieza a dar la otra visión de la vieja usurera. Nos dice el narrador:
“Hacía ya mucho tiempo que conocía la historia de Lizabeta [Raskolnikov], y ella también lo conocía un poco. Era una mujer alta, torpe, tranquila y tímida, casi idiota, una solterona de treinta y cinco años, que estaba completamente dominada por su hermana, para quien trabajaba noche y día, temblaba ante ella e incluso a veces recibía algún golpe”.[14]
Nos muestra a Lizabeta como una persona sin maldad, inocente pocas luces y de un carácter “simple”. Continúa el autor poniéndonos al corriente del carácter de la hermana pero ahora hablan la mujer del tendero:
“– ¡Qué aterrorizada la tiene a usted Alena Ivanovna [la usurera]! – dijo la mujer del tendero, una comadre bastante echada para delante –. Cuando la miro, me da la impresión de una niña. Además, no se trata de su verdadera hermana, sino de su hermanastra, y que tenga sobre usted semejante autoridad…”[15]
Y para acabar con esta polifonía de descripciones de la vieja usurara, la que hace el estudiante en la taberna al militar, donde también está como ya hemos dicho Raskolnikov, el estudiante lo que hace es contra poner las dos hermanas para llegar a la conclusión de que son dos caracteres completamente antagónicos, la usurera acumula de lo que desde el punto de vista cristiano llamaríamos pecados capitales (avaricia, orgullo, pereza, envidia…) y Lizabeta un alma bondadosa, opinión que también tiene Sonia de ella, es decir el autor utiliza diferentes voces para describir lo mismo como pretendiendo dar más veracidad a las descripciones o para incidir más, tanto en las personalidad de los personajes, como en la visión de los espacios, por ejemplo la habitación de Raskolnikov todos la ven como una ratonera.
El narrador toma las palabras del estudiante:
“Se puso a contar cuán perversa y caprichosa era [la usurera], pues bastaba el retraso de un día para que ella vendiera el objeto empeñado. Daba cuatro veces menos de lo que la prenda valía, y como interés, cobraba el cinco y aún el siete por ciento al mes, etc.
El estudiante tenía ganas de hablar y dijo además que la vieja tenía una hermana, Lizabeta, a la que pegaba constantemente, ella tan pequeña y desagradable, y que la tenía completamente esclavizada, como si fuera un niño, mientras que Lizabeta medía por lo menos metro ochenta”.[16]
El narrador nos insiste en que Raskolnikov no se pierde una palabra de la conversación entre el estudiante y el militar. Vuelve a tomar las palabras del estudiante para continuar describiendo la relación y el carácter de las dos hermanas:
“Raskolnikov no se perdía una sola palabra y a poco lo supo todo: Lizabeta era la hermana menor que eran hijas de madres diferentes, y tenía ya treinta y cinco años. Trabajaba para su hermana día y noche, hacía la limpieza de la casa, la cocina y la colada, además cosía para particulares, e incluso iba a fregar suelos y todo el dinero se lo daba a la hermana. Jamás se permitía hacer un encargo o un trabajo sin el permiso de la vieja. Esta había hecho ya su testamento, lo que Lizabeta sabía perfectamente y a quien no dejaba ni un copec, excepto el mobiliario, las sillas y lo demás. Todo el dinero lo destinaba a un monasterio de la provincia de N., para el reposo eterno de su alma.
Lizabeta era de la casta de los ciudadanas, y no del orden de los funcionarios [la usurera era viuda de un funcionario], no estaba casada era terriblemente deforme, excesivamente alta, con enormes y largas piernas como de pato y calzábase siempre con zapatos de piel de cabrito y tacones distraídos, pero siempre iba limpia”.[17]
Con todo esto lo que ha hecho el autor es jugar con nosotros, nos pinta primero una vieja débil, para que sintamos pena por su vida y una vez ahí, nos hace un cambio radical y nos la muestra como un monstruo que maltrata a su hermana. Llegados a este punto, podrimos justificar la muerte de la usurera, pero como su pretensión es que juzguemos severamente al protagonista, este también matará a la hermana inocente.
Aquí también hemos visto un ejemplo de como el autor ha utilizado la estrategia literaria de los binomios; la obra está llena de estos, algunos como Lizabeta y su hermana la vieja usurera; otro por tener circunstancias que los equiparan en las situaciones que el devenir de la vida los ha colocado, por ejemplo: Sonia y Dunia (hermana de Raskolnikov), las dos se sacrifican por sus respectivas familias; y otros que podemos decir por su diferentes formas de pensamiento, uno más idealista Raskolnikov y otro más racional Razumikhin (no olvidemos que Razumikhin viene del ruso rázun,[18] razón, inteligencia), otros por la miseria, no económica, sino moral: Svidrigailov (antiguo jefe de Dunia) y Lujin (prometido de Dunia).
Hay una polifonía muy marcada en la obra donde el narrador no parece controlarlo todo, parece una voz más de las muchas que opinan de las diferentes situaciones que ocurren en la novela.
Otro aspecto del protagonista que el autor nos quiere remarcar el del narcisismo i idealista, el hecho de que se crea un hombre “extraordinario” un “elegido” entre todos los mortales para llevar acabo grandes cosas, como un Napoleón o un Julio Cesar; donde para poder realizar su proyecto no importa el sacrificio de vidas humanas “ordinarias”, lo que llamaríamos el sacrificio de la masa.
El autor nos muestra este punto utilizando también otro personaje, es decir no lo hace directamente el narrador, lo hace en diferido por boca de otro personaje. El autor nos sitúa en la casa del juez donde Raskolnikov y Porfiri Petrovic (el juez) mantienen una conversación:
“A propósito de todos estos problemas, los crímenes, el medio, la chiquilla, me ha venido de pronto a la memoria (además siempre me ha interesado) un pequeño artículo suyo titulado Sobre el crimen... O ¿cúal es su título exacto? Lo he olvidado, ya no lo recuerdo. Tuve el placer de leerlo hace dos meses (…) – ¿Un artículo mío? (…) – preguntó con asombro Raskolnikov –. En efecto, hace seis meses cuando dejé la universidad, escribí a propósito de un libro, un artículo (…) apareció hace dos meses [dice Porfiri] ¿No lo sabía usted?
Raskolnikov, en efecto no sabía nada.
– Pues ya ve usted que podría reclamarle algún dinero por el artículo. Realmente tiene usted un carácter singular: vive tan solitario que hasta ignoran las cosas que le conciernen. Esto es una realidad.
El autor nos insiste en la idea de la solitud y dejadez del protagonista, que como dice muestra poco interés hasta por las cosas que particularmente le conciernen.
Continúa el autor por boca de Porfiri mostrando el pensamiento de Raskolnikov:
(…) – Sí, e insistía usted sobre el hecho de que la ejecución del crimen está siempre acompañada de una enfermedad. Es muy original, mucho, pero… Lo que más me interesó no es esta parte del artículo, sino cierta idea que usted insinuó hacia el final, pero que por desgracia se limitó simplemente a aludir, no muy claramente… En fin, si usted lo recuerda, hay cierta alusión al hecho de que en esta tierra, según usted, existen ciertos individuos capaces…, es decir, no capaces, pero que poseen el derecho absoluto de llevar a cabo toda clase de desórdenes y crimines, para quienes, según usted, no están hechas las leyes”. (…) Toda esta cuestión es que el artículo del señor todos los hombres parecen estar divididos en dos: los <<ordinarios>> y los <<extraordinarios>>. Los hombres ordinarios deben vivir en la obediencia y no tienen derecho a transgredir las leyes, porque, ya ve usted, son ordinarios. Los hombres extraordinarios tienen el derecho de cometer todos los crímenes y transgredir todas las formas de leyes, por la única razón de que son extraordinarios”.[19]
Este narcisismo idealista es el que hace que no acepte con agrado la ayuda de los demás, incluso la de su propia madre, por ejemplo la madre le da dinero y él a pesar de su situación, se lo da todo a la familia de Marmeladov para que paguen el entierro de este que se ha suicidado. Este idealismo narcisista hace que no pueda tolerar el sacrificio de su hermana por él, prometiéndose con un ser ruin como Lujin, comprensible en cierto modo, aunque parece que los motivos que suscitan en el este rechazo tiene que ver más con el sentimiento de incapacidad, de impotencia de no poder ser él el baluarte de la familia, que con la empatía hacia su hermana. Este sacrificio de Dunia Raskolnikov lo compara con el que hace Sonia por su familia:
“Somos así y todo está claro como la luz del día. Y está claro que aquí no hay nadie más que Rodión Romanovitch Raskolnikov, que es de quien se trata y ocupa por tanto el primer plano. ¿Cómo, pues, se puede hacer su felicidad, lograr que continúe en la universidad, asociarlo en un bufete de abogado, asegurar su porvenir? Quizá logre ser así un ricachón, honrado y respetado, quizá llegue incluso a ser célebre. Pero ¿Y su madre? No se trata de Rodia, el adorado Rodia, el primogénito. Entonces ¿Cómo no sacrificar una muchacha así por ese primogénito? ¡Oh, corazones queridos e inicuos!
Pero qué: en semejante caso ni siquiera, en rigor, rechazaremos la suerte de una Sonia. La pequeña Sonia, Sonia Marmeladovna, Sonia eterna desde que el mundo es mundo. Y el sacrificio, el sacrificio, ¿lo medisteis las dos? ¿De veras? ¿Es soportable? ¿Es útil? ¿Es razonable? ¿Sabes mi pequeña Dunia, que la suerte de una Sonia en nada es peor que la tuya con el señor Lujin?”[20]
Hay que tener en cuenta que la madre y la hermana de Raskolnikov, también están en la miseria, el autor lo remarca para hacer hincapié el sacrificio que ellas están dispuestas a llegar por su hijo y hermano:
“Vestía [la madre] un traje de tela ligera y de color oscuro, con un echarpe blanco transparente rodeándole el cuello. Por muchas señales Razumikhin observó que el estado económico de ambas mujeres era extremadamente miserable”.[21]
Todas estas circunstancias hacen que Raskolnikov, que como ya hemos dicho antes, su orgullo y su ego hacen que le cueste mucho aceptar ayuda, no pueda tolerar el compromiso de la hermana, haciendo mella en su carácter ya perturbado.
También el autor simbólicamente, nos cuenta un sueño de Raskolnikov, donde va con su padre de la mano y ambos presencian como un borracho golpea una yegua hasta la muerte, él pide a su padre que haga algo para evitar la tortura del pobre animal, pero el padre la dice que así son las cosas e incluso se marcha y lo deja solo, luego se reencuentran y el padre quiere irse rápidamente para su casa. Parece que este episodio haya influenciado en Raskolnikov de tal manera que él sí al contrario de su padre es capaz de actuar y no quedarse impávido ante los problemas: Su padre para él es un hombre “ordinario”, mientras que él puede revelarse ante la injusticia.
El narrador nos explica el sueño de Raskolnikov:
“Y he aquí lo que vio en el sueño: él y su padre se dirigían al cementerio y pasaban por delante de la taberna. Su padre lo llevaba de la mano y él, de reojo, miraba la taberna. Una circunstancia particular atrajo su atención: celebrábase allí en esta ocasión una especie de fiesta popular, una multitud endomingada de mujeres del campo y de la aldea con sus maridos y toda clase de gente. Todos estaban ebrios, todos cantaban, y ante la escalera de la taberna, habíase detenido un carro, pero un carro especial.
Era uno de esos grandes carros a los que enganchaban grandes percherones y que sirven para cargar mercancías (…) A él le gustaba contemplar aquellos enormes caballos de largas crines y fuertes patas (…) Pero ahora, cosa extraña, aquel enorme carro estaba tirado por un pobre caballo ruano, un caballo de campesino, flaco y paticorto”[22]
El narrador nos pone en guardia, como preparándonos hacia una tragedia. Va narrando el estado de enajenación del dueño de la yegua y de los que le rodean:
– ¡Sube! ¡Subid todos! – gritaba Nikola [el dueño de la yegua] –. Os llevará a todos. ¡Aunque caiga bajos los golpes!
Y seguía fustigándola, no sabiendo, en su exasperación, cómo golpearla mejor.
– Papá, papá – dijo el niño a su padre –. Papá, ¿qué hacen? Papá, están pegando al pobre caballo.
– ¡Vámonos, vámonos! – dijo el padre –. Esos imbéciles están borrachos y no saben lo que hacen. Vámonos y no mires.
Y quiso llevárselo. Pero él se desprendió de su mano y, fuera de sí, echó a correr hacia el caballo. Pero ya el desgraciado animal estaba al cabo de sus fuerzas. Se ahogaba, se detenía, y tiraba de nuevo, a punto de desplomarse.
– ¡Golpeadla hasta que se muera! – gritaba Nikola –. ¡No vale para nada! ¡Que se muera! (…) De pronto las risas se convirtieron en salvas que no dejaron oír nada. La yegua no había podido soportar los redoblados golpes y comenzó en su impotencia a cocear. (…) El niño corrió hacia el caballo y vio cómo lo fustigaban en los ojos, precisamente en los ojos. Se echó a llorar. Su corazón se sublevó y las lágrimas le resbalaban por la cara. Uno de los que azotaban a la yegua le golpeó en el rostro, pero no lo sintió. Se retorcía las manos y gritaba. Lanzóse hacia el anciano de cabellos blancos y barba blanca que había bajado la cabeza y condenaba todo aquello. Una buena mujer lo cogió de la mano y quiso llevárselo, pero él se soltó de nuevo y corrió otra vez al lado de la yegua. El pobre animal había llegado al límite de su resistencia y volvía a cocear.
– ¡Que el diablo te lleve! – gritó Nikola, lleno de furor. (…) – ¡La va a matar! – gritaron por todas partes.
¡La matará!
– ¡Es mía! – gritaba Nikola.
(…) – ¡Cómo resiste! – gritaban todos.
– ¡El hacha! ¡Acabemos con ella de un solo golpe!
(….) Mientras tanto, el pobre niño no había podido dominarse. Lanzo un grito se abrió camino entre la multitud y besó a la yegua muerta, la besó en el morro sangrante, en los ojos, en los belfos…Luego, de pronto, se incorporó y avanzando los puños se lanzó furiosamente contra Nikola. En ese momento su padre, que hacía rato trataba de acercarse a él, lo cogió de un brazo y se lo llevó.
– ¡Vámonos, vámonos! – le dijo –. Volvamos a casa.
– ¡Papá! ¿Por qué… han matado… al pobre caballo? – decía llorando, pero le faltaba la respiración y las palabras salían como gritos de su pecho oprimido.
– Están borrachos y cometen salvajadas. No es cosa nuestra, vámonos – dijo el padre –. El chiquillo estrechó a su padre con sus pequeños brazos, pero sentía una tremenda opresión en el pecho. Hizo un esfuerzo para respirar y lanzar un grito. Entonces se despertó.”[23]
Es curioso que el arma definitiva para acabar con la yegua, sea un hacha, como el arma que utiliza Raskolnikov para acabar con la vida de la anciana y la hermana de esta, y que el borracho que mata la yegua se llame Nikola, como el pintor borracho que se incrimina delante del juez por el homicidio de las hermanas.
El Raskolnikov niño se queda muy afectado por la muerte injusta de la yegua y por la nula actuación de su padre para evitarla, ni siquiera protesta, al contrario de su hijo, y además tampoco protege a su hijo que se le escapa de la mano y lo golpean cuando se acerca a proteger la yegua, de echo el único que interviene en contra del maltrato de una forma física es él, hay gente que interpela a Nikola, pero lo hacen verbalmente, nadie mueve un dedo por salvar el pobre animal, excepto Raskolnikov niño; su padre ni verbalmente actúa contra los que están matando a la pobre yegua, solo quiere irse de allí, se puede decir que el padre se resigna, no levanta aunque este frente de una injusticia; al contrario que su hijo.
En la confesión que hace a Sonia de los motivos por los cuales ha cometido el crimen encontramos todas particularidades que hemos estado comentando del carácter de Raskolnikov, pero ahora el autor hace que las explique el propio Raskolnikov, para seguir con esa polifonía descriptiva. Su comparación un hombre “ilustre” de la historia:
“– Todo empezó así: un día me hice esta pregunta: ¿qué sucedería sí, por ejemplo, Napoleón se hubiera encontrado en mi lugar y no hubiese tenido, para empezar su carrera, ni Tolón ni Egipto, ni el paso del Mont Blanc; sí, en lugar de todas esas cosas bellas y monumentales, se hubiese encontrado simplemente ante sí mismo solo a una ridícula y perversa vieja, viuda de un secretario insignificante, a quien por añadidura hubiese tenido que matar para robarle el dinero del baúl (para su carrera, ¿comprendes?). Pues bien, ¿se habría decidido si no hubiera encontrado otra salida? Nada le hubiese repugnado porque esto resultase demasiado poco monumental y… y… ¿criminal? Bueno, debo confesarte que esta <<pregunta>> me atormentó terriblemente durante mucho tiempo y aun sentí una terrible vergüenza cuando adiviné por último (creo que de pronto) que no le hubiese repugnado lo más mínimo y que ni siquiera se le hubiese ocurrido la idea que resultaba demasiado poco monumental… ni tampoco habría comprendido del todo lo que en ello había de repugnante. Por tanto, si no hubiera tenido otro medio, la habría estrangulado sin la menor vacilación… Pues bien, yo también acabé con mis vacilaciones y, siguiendo su ejemplo, la maté…[24]
La pobreza de su madre y su hermana; y la renuncia de él a ser un hombre “corriente” según su criterio:
“Ya sabes que mi madre apenas posee nada. Mi hermana, que recibió una buena educación, se ve obligada a vegetar como institutriz. Yo constituía todas sus esperanzas. He estudiado, pero no tenía nada para mantenerme en la universidad y me vi obligado a dejarla provisionalmente. Si las cosas hubiesen durado, al cabo de diez o doce años quizá, (…) hubiese podido confiar en convertirme maestro de escuela o en pequeño funcionario con mil rublos de sueldo. (…) Cuando hubiese llegado ese momento, a mi madre le habrían consumido las preocupaciones y las penas, y yo ni siquiera habría podido proporcionarle la tranquilidad. En cuanto a mi hermana… Además, ¿qué placer tendría yo en pasar toda la vida al margen de todo y volviendo la espalda a todo, olvidando la suerte de mi madre y soportando respetuosamente, por ejemplo la ofensa infligida a mi hermana? ¿Para qué? ¿Para después de haber enterrado a las dos hacer nuevos desgraciados, una mujer y un hijo, y dejarles sin un céntimo, sin un pedazo de pan? Entonces, entonces yo decidí apoderarme del dinero de la vieja, vivir con él unos años, sin atormentar a mi madre, para pagar los gastos de la universidad, y luego para dar los primeros pasos una vez hubiese terminado la carrera”.[25]
Ante la incomprensión por parte de Sonia de los motivos por los cuales él ha cometido el crimen y de cómo habla de la anciana, tratándola de parásito, Raskolnikov saca todo lo que lleva dentro. El autor le quita la careta para mostrarnos más claramente todo lo que ya ha ido insinuando durante todo el relato, y lo hace, como ya hemos dicho, el propio Raskolnikov.
“– No, Sonia, no es eso – comenzó de nuevo, levantando la cabeza como si sus ideas hubiesen tomado un giro imprevisto y se excitara de nuevo –, no es eso. Mejor dicho, suponte (…) suponte que soy orgulloso, envidioso, malvado, canalla, vengativo… y tal vez, además, propenso a la locura. (…) Te he dicho que me vi obligado a abandonar la universidad. Pues bien, tienes que saber que acaso hubiese podido continuar en ella. Mi madre me habría enviado lo que hubiese necesitado, y para vestirme, calzarme y comer, yo podría ganar lo que fuera preciso, es cierto. Se me ofrecían lecciones a medio rublo. ¿Acaso Razumikhin no trabaja? Pero yo estaba desesperado y no quería. Estaba desesperado precisamente, la palabra justa. Me encerré en mi rincón como una araña. Tú ya estuviste en mi escondrijo, ya conoces aquello. Pues bien, tienes que saber, Sonia que los techos bajos y las habitaciones estrechas encogen el alma y el espíritu. ¡Oh cómo detesto ese cuartucho! Y, sin embargo no quería salir de él. (…) Me pasaba días enteros sin salir y no quería trabajar, ni siquiera quería comer y permanecía todo el tiempo acostado… (…) permanecía acostado en la oscuridad, y ni siquiera quería ganar el dinero necesario para comprar velas. Había que estudiar, pero vendí mis libros. Mi mesa, mis notas, mis cuadernos todavía están cubiertos de un dedo de polvo. Prefería estar acostado y pensar. (…) Fue entonces cuando empecé a preguntarme por qué era tan estúpido que viendo y sabiendo que otros eran tan idiotas, no quería ser más inteligente. Luego supe, Sonia, que si uno ha de esperar a que todos sean inteligentes, ha de aguardar demasiado tiempo. Más tarde aún supe también que esto no sucedería nunca, que los hombres no cambian jamás, que a nadie correspondía transformarlos y que no valía la pena intentarlo. (…) ¡Es verdad! Y sé ahora, Sonia, que aquel que tenga el corazón y el espíritu más firmes y fuertes, ese será el dueño. El más audaz siempre tiene para ellos razón. (…) el que es capaz de atreverse más que todos tiene siempre más razón que nadie. Eso es, ha sido y será siempre. (…) – Sonia, en ese momento adiviné – continuó con la misma exaltación – que el poder se le da solo aquel que se atreve a inclinarse a él y tomarlo. Para esto no existe más que una condición, una sola: únicamente es preciso atreverse. (…) Yo… yo he querido atreverme y he matado… Solamente he querido atreverme, Sonia, esto es todo”.[26]
Como vemos las circunstancias tanto ambientales como personales: inestabilidad emocional, miseria, ese idealismo impetuoso, juvenil, que nos ha pintado el autor; el narcisismo tan marcado en su carácter que le hace el no poder soportar ser ayudado por los otros; querer hacer las cosas por sí mismo y que la más mínima ayuda le enferma. Todo esto es lo que le hace cometer el crimen de la vieja usurera, crimen del que él no se arrepiente, porque a pesar de todo hasta el final sigue manteniendo que hizo un bien a la sociedad eliminando ese “piojo” como él llama a la vieja usurera. El asesinato de Lizabeta es lo que hoy en día algunos políticos llamarían un daño colateral.
Bibliografía
Fiódor Dostoievski, Crimen y castigo. Ediciones Toray, S.A. (1962) II Vol. Traducción del francés: Fernando Gutiérrez
Jorge Martín Gálvez
Crimen y castigo
[1] Capítulo 1º 1ª parte. p.5, vol. I. He utilizado una edición del año 1962 de Ediciones Toray, S.A. Esta edición se presentó en dos volúmenes, divididas en tres partes el primer volumen y tres partes más epílogo el segundo volumen.
[2] Capitulo 3º 3ª parte. p. 271, vol. I
[3] Capítulo 1º 1ª parte. p.5, vol. I
[4] Capítulo 1º 1ª parte. p. 6, vol. I
[5] Capítulo 1º 1ª parte. p. 6, vol. I
[6] Capítulo 3º 1ª parte. p. 35, vol. I
[7] Capítulo 3º 1ª parte. p.35, vol. I
[8] es.wikipedia.org/…_Rom%C3%A1novich_Rask%C3%B3lnikov
[9] Capítulo 1º 1ª parte. p. 6, vol. I
[10] Capítulo 1º 1ª parte. p. 6, vol. I
[11] Capítulo 2º 1ª parte. pp. 33,34, vol. I
[12] Capítulo 2º 3ª parte. p. 252, vol. I
[13] Capítulo 1º 1ª parte. p. 9, vol. I
[14] Capítulo 5º 1ª parte. p. 74, vol. I
[15] Capítulo 5º 1ª parte. p. 75, vol. I
[16] Capítulo 6º 1ª parte. p. 78, vol. I
[17] Capítulo 6º 1ª parte. p. 79, vol. I
[18] es.wikipedia.org/wiki/Crimen_y_castigo.
[19] Capítulo 5º 3ª parte. pp. 301,302,303, vol. I
[20] Capítulo 4º 1ª parte. p.54, vol. I
[21] Capítulo 2º 3ª parte. p. 253, vol. I
[22] Capítulo 5º 1ª parte. p.67, vol. I
[23] Capítulo 5º 1ª parte. pp. de la 69 a la 72, vol. I
[24] Capítulo 4º 5ª parte. p. 156, vol. II
[25] Capítulo 4º 5ª parte. p.157, vol. II
[26] Capítulo 4º 5ª parte. pp 158,159, vol. II