sábado, 7 de septiembre de 2013

La más grande haciendo alarde de su potente voz y callando bocas de aquellos que decían que no cantaba flamenco puro.
He aquí unas de las versiones del Himno de Andalucía mejor cantado, cuando lo escucho se me pone los pelos de punta. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Hace mucho tiempo que no escribo nada en el blog y os pido disculpas a todos los que lo leíais. Hace cosa de dos meses realicé un curso de escritura y comencé a escribir varios cuentos y un articulo en una revista local.Como mi destreza con la escritura en el ordenador es limitada no he tenido tiempo de escribir aquí.Os prometo que volveré a castigaros con mis escritos muy pronto.

sábado, 20 de julio de 2013

Mis mujeres




Mis mujeres.




Las mujeres han influido mucho en mi vida, y diría que ha habido de todo, aunque la mayoría y diría que me han hecho sufrir, más que nada por mi carácter enamoradizo.
Cuando tenía dieciocho años, me apunté a un grupo de catequesis donde conocí a la que sería mi primera relación seria, era la responsable del grupo, una chica cuatro años mayor que yo, y estudiante de historia. Por aquella época ella tenía novio, llevaban varios años juntos, pero cierto día ella se enteró que también llevaba varios años engañándola, así que un año más tarde coincidiendo en una fiesta en casa de una amiga, nos liemos y empecemos una relación que no sería muy larga pero fue intensa.
Yo por aquel entonces estaba al principio de la “mili” y venía a casa de permiso los fines de semana. Ella que a pesar de ser socialista – ha estado en el consistorio de Sant Celoni varios años como regidora – tenía unas pretensiones un poco altas y mi sueldo de mecánico no le parecía suficiente, total que al final lo dejamos correr. El tiempo siempre lo he dicho pone a cada uno en su sitio y al final ella termino trabajando como secretaria, de personal pero secretaria de una empresa química.
Eso sí cuando estaba en la “mili” me escribía unas cartas maravillosas, llenas de pasión y romanticismo, tal era así que me sentía anonadado y tenía que pedirle a un compañero mío de canarias que me ayudara a contestarle del mismo modo, ella se quedaba estupefacta con mis cartas, me decía: “no sabía que tuvieras una vida interior tan sensible”…
El caso es que se terminó, ella me pidió perdón el día que decidí dejarla, pero yo era un crio y además cabezón, le dije que no seguiría con ella.
Poco tiempo después hacia el final del servicio militar conocí una chica que era novia de un amigo, de hecho me la presentó él. Vivía un pueblo al lado del mío.
Un día estaba yo en la discoteca por la noche solo y ella se me acercó, le pregunte por mi amigo y me dijo que había roto con él, porque desde que me conoció no había hecho nada más que pensar en mí. Caí rendido a sus pies. Días más tarde hable con mi amigo y me dijo que no le importaba que estuviera con ella.
Era una chica muy cariñosa y atenta conmigo, un poco acelerada quizá – un día visitó a mi hermana quedaron que irían a comprar toallas para el ajuar de matrimonio, cuando me lo contaba en una carta que me envió a Madrid no daba crédito –.
La verdad creo que esos meses fueron los últimos de mi vida donde todavía vivía sin preocupaciones, era un muchacho más, a raíz de mi rotura con ella, también empezaron mis problemas más personales, con mi padre por ejemplo que empezó a meterse más conmigo, cosa que nunca había hecho.
Fue una relación llena de desgracias tuve dos accidentes seguidos, uno con una “moto” que me prestaron, cuando iba a verla a su pueblo, que me produjo conmoción cerebral con pérdida de la conciencia, lo que me llevó a pasar una noche en el hospital en la UVI., me dieron el alta al día siguiente. Fue un suceso que me preocupó mucho y durante mucho tiempo, choqué contra una chica y su hermano que iban en una motocicleta de frente, rompiéndose ella el maxilar inferior y su hermano haciéndose una brecha en la cabeza.
Como la moto que yo llevaba no tenía seguro y el hospital quería cobrar las curas. Tuvo que ir mi madre a Barcelona varias veces para solucionar el problema y al final los gastos los asumió la seguridad social.
Tres días más tarde se presentó ella en casa con dos amigos suyos, salimos y fuimos a un bar sus amigos bebían “cubatas” como si fuera agua, al coger el coche y pasar por una calle cerca de Hospital de Sant Celoni, se saltó un stop y chocó contra otro coche, que llevaba un bebé en los brazos de su madre. Estos dos sucesos provocaron un sentimiento de superstición en mí.
Esto y que a mi madre no le hacía mucha gracia que estuviera con ella, por su pasado un poco ligerito de cascos, hizo que rompiera con ella. La rotura fue muy dramática dijo “que se iría a Sevilla a casa de una tía, pero no… no se fue, lo que hizo fue empezar a salir con un chico de un pueblo cercano al suyo.
Esta chica creo que me quería de verdad, pero eso ya es harina de otro costal.

























domingo, 7 de julio de 2013

Mi bici

Escribí en cierta ocasión, un pequeño homenaje a una bicicleta que me compraron mis padres cuando niño. Es de las pocas cosas que me compraron que yo quisiera, pues había pedido un balón de fútbol y no me lo compraron, un Scalextric nada, un Madelman menos y así un largo etc.
Total que por una vez me sonrió la diosa fortuna y me la compraron.
Recuerdo que de vez en cuando cuando quería arreglarle algo, lo estropeaba más - siempre he sido un manazas y eso que luego trabajé como mecánico industrial durante años, pero estaba negado, la mecánica no era lo mío, pero como casi toda mi familia trabaja en ello me vi empujado a trabajar de una cosa que nunca me gusto,  como he sido siempre un cobarde no me decidía a cambiar de trabajo y eso que la mayoría de la gente que se dedicaba a ese trabajo era bastante faltona y con muy poca educación. Ahora que he sacado el tema del trabajo, he de decir que a los miembros de mi familia que trabajan o trabajaron en el metal no les a ido mal, a mi hermano, a  mi sobrino que siempre tuvo buena predisposición para ese trabajo lastima que le pierdan aveces el ímpetu juvenil y el afán de ser mejor que nadie, a mi primo de Zaragoza con quien compartí muchos momentos de trabajo y habitación al que quiero como un hermano, aunque creo que nunca se lo demostré suficiente, a mis primos de Sant Celoni, al pequeño yo le busque su primer trabajo en el hierro y al poco tiempo era preferido por los oficiales por el interés que ponía y su manera de ser, contraria a la mía, mi cuñado más joven al que admiro por su buen hacer en el trabajo y su paciencia metódica y  aunque ha veces no me hayan gustado rasgos de su carácter, con el tiempo creo que tenía razón -, me enfadaba mucho con  mi hermana a la que gritaba y  culpaba, pagando  mi incompetencia con ella. Mi madre siempre decía que yo no tenía ninguna paciencia y no creo que fuera eso, yo creo que era la fustración por el afán de sentirme importante y ver que no era capaz.



Mi Bici
Recuerdo con cariño mi primera bicicleta, era una BH blanca y roja que me compraron mis padres, con un timbre plateado que hacía  un cric-cric que a mi me sonaba a música.
Me la compraron mis padres y se puede decir que es de las pocas cosas que me compraron que yo quisiera, ellos normalmente me compraban lo que les daba gana o mejor dicho lo que podían, pues somos seis hermanos.
Corría el verano de 1974, en aquella época hacíamos una quiniela semanal toda la familia, la columna que yo hice tuvo trece aciertos y como premio me regalaron mis padres la bicicleta.
Fuimos a comprarla un sábado por la tarde,, la víspera no dormí casi nada, con la emoción. Por fin iba a tener mi bici, cuando la vi allá en el aparador de la tienda, el corazón me dio un vuelco… ¡Estaba tan preciosa! Esperándome para compartir nuestras vidas, para ser montada por mí.
Nuestra relación fue muy estrecha, salíamos a pasear, los dos buscábamos la libertad.
Hacíamos carreras contra otros niños y sus bicicletas, no solíamos ganar casi nunca, pero éramos felices. Nos conformábamos con estar el uno con el otro.
Pasaban los años, yo me iba haciendo mayor y ella envejecía con sus arañazos y sus golpes junto a mí, siempre fiel.
Cada vez salía menos con ella, encontré otras distracciones. Ella no se quejaba pero el óxido se la comía poco a poco y no me di cuenta de su padecimiento, hasta que fue demasiado tarde. La llevé al chatarrero para que su cuerpo se fundiera con otros aceros y viviera de nuevo en otro ingenio mecánico o quien sabe formando parte de otra bicicleta, haciendo que otro niño sea feliz y encuentren esa magia que los dos vivimos un día.
Dejó una huella en mi imborrable, un recuerdo tierno de una infancia que nunca volverá.

lunes, 1 de julio de 2013

El caminante

Aquí os dejo algo más de mi cosecha. Os agradecería que me diérais vuetra opinión.           
 El caminante
Va el caminante por la carretera,
el sol cae sobre él,
va pensando ensu vida entera,
como si otra carretera fuera.
su frente arrugada,
sus cabellos nevados,
su corazón ajado,
partido en pedazos.
Dios se la llevó,
no le dejó hijos,
la ama y la amó
como a nada en el mundo...
pero ya no está.
Cada paso un solo pensamiento...ella,
sus gestos, su sonrisa, sus ojos,
su boca que tanto buscó.
Sus labios ...! qué sabor tenían¡
se llena de melancolía
recordándola.
Él va por la carretera,
se aparta del mundo,
busca la soledad,
no habla.
Sus palabras de enamorado,
ella se las a llevado..
¿y ahora qué?
la nada, el vacío, la pena.
Camina por la carretera,
sus recuerdos como una
cadena arrastrará
por su vida.
Esperando la muerte
para estar junto a ella,
para descansar de la lucha...
de seguir vivo.
  Jorge.

sábado, 29 de junio de 2013


Ésta canción  mi padre la recitaba de memoria, lástima que cuando lo hacía no lo hacía en las mejores circunstancias. De todas formas esto es un pequeño homenaje a mi padre y sirva para reconocer que pese a todo, creo que tenía sensibilidad.

miércoles, 26 de junio de 2013

El colegio.



El colegio.
Mis recuerdos del colegio empiezan en Vélez – Málaga.
Sólo íbamos niños no era una escuela mixta.
Recuerdo un profesor severo como casi todos los de aquella época. Fui poco tiempo pues a los pocos meses de comenzar el colegio emigremos a Cataluña
Recuerdo un día que vinieron a vacunarnos a la escuela: nos pusieron en fila – En aquella época les gustaban mucho a los maestros las filas y el que nos alineáramos con el compañero de delante –, íbamos pasando de uno en uno arremangados, yo le iba cediendo mi plaza a los distintos compañeros que tenía detrás. Los que estaban vacunados subían a clase, cuando pasaron unos cuantos compañeros delante de mí y aprovechando el despiste de los profesores, me fui con mis compañeros hacia arriba, diciendo como ellos “no duele… no duele nada”. Total que no me vacunaron.
En la escuela de St. Celoni, mi primera profesora era una chica embarazada, no recuerdo su nombre, de las pocas cosas que recuerdo de ella es un día que nos preguntó ¿Qué queríamos ser de mayores? Yo le dije: “que escritor” me contestó que mucho tendría que mejorar la letra y la presentación de las cosas, pues era un desastre. La verdad es que sigo siendo un desastre.
Cuando cogió la baja para dar a luz, nos trajeron como profesora la hija de un maestro del colegio, era una adolescente, tenía la costumbre de castigarnos poniéndonos un esparadrapo en la boca – A veces durante horas –.
Salíamos a un patio lleno de piedras, con edificios al lado de donde estábamos en clase ruinosos, cayéndose, la verdad no sé cómo no pasaban más cosas.
En tercero me cambiaron de colegio – Siendo público igualmente, lo que pasa es que en aquellos tiempos los niños estábamos repartidos en varios colegios.
Cuando hacía tercero ETA asesinó al Almirante Carrero Blanco, estuvimos toda la tarde en silencio escuchando música clásica
Tercero es sin duda el curso que recuerdo con más cariño, fue el año que hice la comunión. El traje que llevaba me lo compró mi abuela materna, un traje de chaqueta americana y pantalón corto de cuadros muy bonito – El pantalón lo seguí utilizando mucho tiempo –. Fuimos a celebrar la comunión a una masía de un amigo de mi padre, mi hermano y un primo mío que en aquel entonces vivía con nosotros bebieron un poco más de la cuenta y acabaron dormidos en un prado que había alrededor de la masía.
Pero sobretodo recuerdo tercero por la profesora que tal vez ha sido la mejor que he tenido nunca.
Cuarto lo hice con el marido de mi profesora de tercero y ni punto de comparación con su mujer.
Ese año lo más destacado es que estrenábamos colegio, que por cierto le pusieron el nombre del Almirante asesinado por ETA.
También me enamoré por primera vez, de una niña de ojos azules grandes y un cabello negro con una trenza ¡precioso! Con su abrigo azul marino de tres cuartos y un gorro celeste de lana.
Cuando salía del colegio la acompañaba a buscar una hermana más pequeña que salía media hora más tarde, luego la acompañaba a su casa y como vivía en la otra punta del pueblo de donde vivía yo, llegaba siempre a mi casa a las tantas, tanto al medio día como por la tarde.
Duró un par de meses hasta que ella empezó a ir con un niño rubio más guapo que yo y por supuesto más fuerte – yo era un canijo –.
En quinto como hecho destacado diré que fue cuando empecemos hacer catalán en la escuela, de forma residual, una hora por semana y lo único que nos enseñaban eran canciones. El profesor que teníamos era una buena persona, que con los años se convertiría en un famoso naturalista reconocido internacionalmente con varios premios: entre ellos uno de que otorga Nelson Mandela.
También tuve por primera vez conciencia de la muerte: una compañera de clase jugaba en su barrio, que estaba en construcción, por encima de una pila de vigas de cemento y no se sabe cómo se volcaron atrapándole el pecho y provocándole la muerte.
La enterraron vestida de comunión… Parecía dormida.
Los siguientes años como preadolescente no fueron precisamente muy buenos para mí, mis compañeros me trataban de “loco” e incluso me llamaban “Quijote” – Hacían una serie de dibujos llamada así-, no comprendían algunos de mis comportamientos.
En estos años conocí a un matrimonio de profesores que de buenas a primeras nos dijeron que los tuteásemos y que suprimiéramos el Don y la Srta. y dijéramos su nombre directamente.
Con ellos me sentía a gusto, estudiaba más que cuando se imponía la ley del más fuerte que por supuesto eran los profesores.
Mis compañeros empezaron a llamarme poeta en un tono despectivo, por mi manera de hablar y esa locura que ellos me atribuían a mí y a una profesora de lengua enamorada de la poesía, sobre todo la de Miguel Hernández.
El caso es que les hice caso y he escrito muchos poemas en mi vida, que luego tiré aunque conservo alguno de hace unos diez años.




Os lo dejó aquí:


¿Quién soy?

¿Quién soy?
¿Qué me atormenta?
Soy un pobre hombre,
Atormentado por el desamor.
Noches largas de llanto oculto,
tristeza perenne,
en un corazón malherido.
Apareciste tú…
El llanto se fue,
mi alma triste
ahora sonríe
La oscura noche cerrada,
brillante y estrellada
se ha vuelto.
Mi corazón
enamorado
ya no recuerda
el pasado.
Mi corazón
sólo quiere vivir el presente
junto a ti,
pequeña princesa.
La piel se me eriza
pensando en tus caricias,
me corre un escalofrío,
cuando pienso en tu perfume,
en tu olor embriagador
de flores perfumadas.
Mi corazón
palpita acelerado,
brinca cuando te ve.
Mis pupilas se contraen
porque vas resplandeciendo.
Busco tu cuerpo,
te abrazo, te beso
el cuello y la boca,
siento tu respiración profunda
Nuestros cuerpos se funden,
se vuelven uno.
Entre las sábanas se pierden,
se confunden,
saltan chispas,
se conjugan los planetas…
Amanece tres veces.















































miércoles, 19 de junio de 2013

Mi madre.





Mi madre.
Los primeros recuerdos de mi madre son difusos. Recuerdo su imagen en la casa que teníamos en Vélez, la cocina-comedor que había, ella haciendo la comida o por las tardes lavándome en una palangana de plástico blanco, echándome agua o refregándome con un estropajo de esparto las rodillas sucias de ir todo el día por el suelo, usando el jabón de lavar la ropa como gel y champú.
Recuerdo su voz llamándome desde la puerta para que regresara de la calle.
Recuerdo desde bien pequeño haberle ayudado cuando tenía que matar algún pollo o conejo, yo se lo sujetaba y ella lo mataba.
Recuerdo esos innumerables viajes a Málaga en el autocar desde Vélez y luego cogiendo el urbano en Málaga, los sillones de madera del bus y la blancura de las enfermeras en el hospital, con ese olor tan característico que se me ha quedado en mi mente para siempre.
Recuerdo vagamente ir cogido de su mano a comprar, ella embarazada de mi hermana. El día del nacimiento de mi hermana, su cara de cansada en la cama, una mujer bañando a mi hermana en la famosa palangana – Mi hermana tenía un abundante pelo negro que con el tiempo cambió a rubio –. La llegada de mi tía con mis hermanas, los cubos de agua ensangrentada con trapos en el patio – yo me preguntaba qué habría pasado para que estuviera aquello allí –.Las vecinas trajeron plátanos y chocolate al día siguiente como regalo por el nacimiento de mi hermana.
Recuerdo el tren que nos trajo a Cataluña, mi madre amamantando a mi hermana y repartiéndonos la comida que llevaba para el viaje – Ella comía como un pájaro, puede que fuera por los innumerables ayunos que hizo en su vida, pues cada vez que mi padre bebía o ella sospechaba que había bebido por el retraso en el regreso del trabajo, no comía. Luego años más tarde cualquier bichillo que le afectara o cualquier preocupación hacían que no comiera. Cuando murió pesaba 37 kilos –, su preocupación y su nerviosismo ante una nueva vida lejos de los suyos y un poco el sentimiento de indefensión ante un peligro ya conocido, aunque ella siempre albergo la esperanza de un cambio en mi padre, que cuando se produjo ya era demasiado tarde y habían demasiadas heridas abiertas.
Recuerdo aquellos primeros años en Cataluña, haciéndonos ropa; camisas y pantalones para mí y vestidos para mis hermanas – Era una mujer extraordinaria cosiendo nos hacía jerséis de lana o bufandas, casia las cortinas de todas las ventanas y disimulaba los rotos de mis pantalones con parches –.
La recuerdo en la mudanza al piso nuevo, saludándose con las vecinas nuevas, con las que mantendría siempre una gran amistad – Las vecinas la compadecían y no entendían muchas cosas, pero eran otros tiempos y ella se sentía atrapada –, muchas veces estas vecinas le dieron cobijo.
Recuerdo cuando empezó a traer faenas para hacer en casa, primero tapones y luego durante tantos años bragas.
Recuerdo aquellas noches de portal frio, con mis hermanas, huyendo de la ira de mi padre que estaba bebido.
Las tardes que durante mucho tiempo una vecina que estaba sola y era mayor, pasaba en casa buscando la compañía y ese ver las cosas desde un punto de vista más positivo que tenía mi madre – Con los años se le fue minando y al final de su vida tenía una depresión que solo alegraban sus nietos –.
Se fueron los hijos y empezó a cuidar nietos y a infundirles un amor que quedó dentro de ellos, para siempre grabado por sus besos.
En sus últimos años con algún que otro ingreso en el hospital, yo pasaba las noches con ella – Bueno un rato pues mis hermanas estaban hasta las tantas y nos servía para rencontrarnos y recordar momentos graciosos de nuestra infancia que también los hubo –, la verdad es que en vez de velar yo su sueño era ella la que me velaba a mí, pues yo me quedo dormido en cualquier sitio.
En sus últimos días no había nada que hiciera pensar que algo le iba ocurrir, se le hincharon las piernas un poco y yo le comenté que fuera a urgencias, pero la verdad sin mucho convencimiento, ella me dijo “que tenía visita con su médico y que no se encontraba mal, que además cada vez que iba a urgencia salía acribillada a pinchazos en los brazos.
Sus últimos minutos en la cama del hospital mordiendo el aire que le faltaba… No podía respirar… Me dio la mano y me la apretó, luego una suave caricia. Rodeada de mi hermana pequeña y la grande cada una a un lado de su cabeza y yo en sus pies, sintiendo que la vida se le iba, una parte de mí también se fue con ella.
Su último suspiro… Lo recordaré siempre. Mis hermanas sumidas en el desgarro de la pena y la orfandad, sin hacernos a la idea de su falta, buscando el consuelo los unos con los otros y no encontrándolo, solo ella sabía consolarnos y hacer nuestras penas más pequeñas.





































viernes, 14 de junio de 2013

Mis visitas al hospital 2


La tercera vez que pasé por el hospital tenía veintinueve años.
La medicina había evolucionado una barbaridad y estuve solo tres días ingresado. Me operaron de un varicocele­ – Son varices en los testículos-.
El día del ingreso cuando me fue a rapar la auxiliar corrió la cortina para que no me viera mi compañero y no se dio cuenta que por la ventana desde otra habitación, de un pasillo contiguo una mujer me estaba mirando, cuando se dio cuenta bajó la persiana a toda prisa – A mí me daba igual tengo poco pudor o tal vez sea un poco exhibicionista-.
Mi compañero de habitación, era un señor mayor que roncaba exageradamente y le olían los pies – Menos mal que yo no tenía problemas para dormir pues menuda locomotora-. Hoy día soy yo quien ronca una barbaridad o por lo amenos eso dice mi compañera y sus hijos que no hacen otra cosa que quejarse de mí. De hecho no hace mucho estuve con un compañero del club de perros en el que entreno compartiendo habitación en un hotel y me grabó… y sí… ronco y mucho.
La cuarta vez que estuve en un hospital fue por un accidente de trabajo.
Un chico una mañana de un viernes 12 de mayo del 2000, me pidió que le ayudara a colocar una guía de una botonera en una viga de un puente grúa, colocó dos escaleras apoyadas en la viga del puente y nos subimos cada uno en nuestras respectivas escaleras, como la mía no apoyaba mucho porque era un poco corta, el chico se bajó, cogió la botonera del puente y en vez de darle al puente hacia tras le dio hacia adelante, provocando la caída de la escalera y yo detrás con tan mala suerte que quedó apoyada en un caballete y mi pierna entró entre los peldaños de la escalera, rompiéndome la tibia y el peroné por palanca, no sentí dolor solo un leve cosquilleo en el píe e incluso bromee sobre la caída, pero cuando fui a levantarme la pierna colgaba como un guiñapo y tenía un giro brutal sobre su eje. La ambulancia vino muy pronto y el hecho de estar cerca del hospital, hizo que los médicos no dejaran que me subiera el dolor. Como era un accidente laboral me trasladaron del Hospital de Granollers a una mutua en Barcelona.
Cuando me ingresaron, me pincharon la epidural para operarme, sentí un gran calambrazo en la pierna rota, fue terrible. Me dijeron que la anestesia duraría unas dos horas y a las doce me metieron en quirófano, los cirujanos no venían y el tiempo iba pasando, una hora, dos horas y yo allí esperando, viendo el reloj colgado que hay en todo quirófano. A las dos y diez de la tarde se presentan los cirujanos y todo el equipo médico, el cirujano coge el bisturí y empieza a cortarme por la rodilla, noto como me corta y grito, el anestesista me pregunta “ que sientes algo” asiento y me ponen una inyección que me deja anestesiado completamente.
Cuando me desperté, estaba casi toda la familia en la habitación, la madre de mis hijas no había llegado, habían pasado diez horas del accidente cuando llegó. Era su primer día de trabajo y aunque le ofrecieron la oportunidad de irse, el hecho de ser médico y dejar la consulta sin facultativo o esperar a que le viniera un relevo, no le pareció bien y decidió quedarse a terminar su jornada. Como no tenía coche se tuvo que espabilar con transporte público y aunque salió a las dos se presentó a las seis. No quería quedarse a pasar la noche conmigo, que llevaba muchas horas sin ver a mis hijas y para tranquilizarlas quería estar con ellas. Mi madre quería quedarse conmigo pero mis hermanas no la dejaron.
A la madre de mis hijas no le quedó más remedio que llamar a su madre para que se quedara con las niñas – Mi suegra era reacia a quedarse con mis hijas fuera de su casa y la madre de mis hijas a que salieran de casa-.
La verdad es que no me enteraba mucho de lo que ocurría.
Fueron veinte días de hospital y seis meses de baja.
La última vez que pasé por el hospital también fue por un accidente laboral – Fue el 21 de junio del 2005-.
Estaba subido en un andamio con ruedas, poniendo un falso techo de placas de lana de vidrio, le pedí a un chico que me moviera el andamio… y lo movió con tanta fuerza que lo volcó, salté y sólo puse la pierna izquierda al caer, pues en el anterior accidente me fracturé la derecha y creí que me haría más daño en la pierna si ponía las dos. La tibia me estalló y la articulación del tobillo me quedó inservible. Había quince fragmentos de tibia y el peroné se fracturo por simpatía al no poder aguantar la vibración que se produjo en el impacto.
Cuatro operaciones y varios ingresos, muchas horas para darle vueltas a la cabeza pensando en un futuro incierto, depresión. Me sentía incomprendido y sé que a mi compañera actual no se lo hice pasar bien.
Me fijaron el tobillo para siempre y con ello la imposibilidad de trabajar en lo que trabajaba.
Dos años de baja… Pero en fin “no hay mal que por bien no venga”, me quedó una paga y pude estudiar lo que de joven no hice.