miércoles, 22 de junio de 2016

ANÁLISIS DE LAS OBRAS YERMA Y BODAS DE SANGRE DE FEDERICO GARCÍA LORCA. LA MUJER LORQUIANA.



ANÁLISIS DE LAS OBRAS YERMA Y BODAS DE SANGRE DE FEDERICO GARCÍA LORCA. LA MUJER LORQUIANA.

En estas  obras Lorca nos muestra unos dramas sociales ambientados en una Andalucía rural y llenas de complejos y supersticiones. Donde la mujer desempeña un papel primordial en sus relatos de dramaturgia. En la construcción del relato dramático Lorca toma de la tragedia griega dos elementos fundamentales: el coro (parte esencial en la obra, a la manera del teatro de Sófocles en su función de actor en los acontecimientos del drama, presentando el tema dominante de forma lírica, haciendo de puente entre el espectador y lo que ocurre en escena: así el coro de lavanderas en Yerma; el de los tres leñadores y las muchachas que devanan la madeja roja en el III acto de Bodas de sangre, sobre todo, pero también el dúo suegra – mujer, los mozos y la criada en esta misma obra y el sentido íntimo de la tragedia: la lucha del hombre contra fuerzas exteriores que parecen dirigir su vida y contra las que él no puede hacer nada. Aunque también podríamos decir que hay ciertas diferencias en lo que atañe al tratamiento e identificación de sus modelos griegos. Partiendo de una convicción de una conciencia formal y de sentido entre los dramas de Lorca y la tragedia griega, Antonia Carmona Vázquez (A. Carmona Vázquez “Conciencia de lo trágico en Eurípides y Federico García Lorca: la mujer, eje central del teatro de ambos autores”, Gades 8, 1981. Pp. 47-67) asegura que las obras lorquianas se pueden “redescubrir” no en el teatro de Esquilo o de Sófocles, “autores que se mueven en la búsqueda de la delimitación del concepto cósmico de Justicia”, sino en Eurípides, que lo hace en la “esfera unidimensional y compleja del hombre frente a su existencia” (p.48). Estos elementos del teatro griego en Bodas de sangre y yerma, claros para algunos críticos: coros, destino, catástrofe, sentimiento de piedad en el espectador, son en opinión de otros estudiosos  recursos procedentes de la tradición andaluza, y por tanto no se debe exagerar en tal influencia griega en la obra de Lorca.
Podríamos decir que Lorca muestra varias máscaras o signos. El signo de la vida en espera, la vida vibrante de anhelos jóvenes, de destinos a cumplir, de incitaciones, a los que rompen su curva la mano helada de la muerte, la muerte lorquiana que no es solo morir; es, también, no llegar: como la novia en Bodas de sangre o la infecunda yerma. El signo de la tierra, viejas mujeres populares llenas de augurios y presagios, saber milenario, intuitivo y profundo; maliciosas, dicheras; en el fondo ingenuas, fuertes como un rito de la naturaleza: como la criada en Bodas de sangre o la vieja pagana de Yerma. El signo de la fuerza, machos viriles; sangre; van como flechados a su destino y una ley de castidad, una ley de integridad recia, insobornable los detiene y los quiebra: Leonardo en Bodas de sangre o Víctor el pastor en Yerma. El signo del destino invencible, cabrían aquí las heroínas del primer signo; pero no, apuntemos solo aquellos a quienes  envuelve sin querer la tragedia; los destinados que parecen absorbidos en la vorágine, como víctimas de quienes buscaron implacables cumplir íntegramente su esperanza vital: el novio en Bodas de sangre o Juan el marido infecundo en Yerma, a quienes la fuerza de lo eterno femenino los destruye. Los signos telúricos, ya se sabe que Lorca es el poeta de la tierra, su aliento engendra tragedia: calor sofocante, luna y bosque en Bodas de sangre; las ovejas de Yerma. Signos mágicos populares, la vida de un pueblo, de una región deja sedimento que forman luego su trasmundo, su religión, su casa; un acorde musical en música o en verso, que es casi lo mismo, envolvente; aureola y fuente de la tragedia: cuadro de las nupcias y misterios del bosque en Bodas de sangre; cantar de los pastores y bacanal en la ermita en Yerma. El signo lírico, debiéramos interrogarnos ¿todo este mundo, todos estos personajes, estas figuras se integran con un fuerte caudal de humanidad, de cosa vivida?, ¿o son no más que máscaras líricas, explosiones de un creador mágico, artilugios que derrumbará el vendaval del tiempo una vez que pase su momento? La respuesta no se hallará hasta reunir todo el material y observarlo con ojo crítico. Ese mundo coherente se envuelve en una atmósfera lírica donde respiran y sin la cual mueren sus criaturas. Hay que entrar en este mundo salvando y eludiendo las deformaciones que el fluido lírico imprime en todos estos seres. Deformados en ese ambiente milenario de mito y misterio, solo vemos máscaras, ya trágicas, ya grotescas – las mismas máscaras simbólicas de la tragedia griega –, pero aclarando el velo se resquebraja la apariencia extraña y encontramos la carne viva, la angustia palpitante, con el problema eterno, grávido, fecundo de amor, el dolor y la muerte. Se ha hablado del tema del sino, la fatalidad, como asunto predominante en Bodas de sangre, unido a este tema iría el de la fuerza irresistible de la pasión sexual y el amor prohibido, el destino, el determinismo biológico – presente en las convicciones del mundo campesino – atraviesan la obra como base medular de la trama. En Yerma, Lorca declaró en distintas ocasiones que no había argumento, sino un carácter que se iban desarrollando a lo largo de la obra hay un tema, pero no un argumento.
Lorca muestra en Yerma una mujer que lleva dos años y veinte días de matrimonio cuando empieza la obra. Ella espera con ansiedad el ser madre, el tener un hijo. Su marido Juan, un modesto ganadero y labrador que cultiva su propia tierra, no parece compartir este afán por ser padre. La boda la concertó el padre de Yerma, ella lo aceptó con alegría por la ilusión de ser madre. Transcurrido este tiempo desde la boda, Yerma empieza a debatirse entre la espera y la desesperación y a medida que va pasando el tiempo sin conseguir gestar el carácter de Yerma se va endureciendo. Ella llega a una tensión extrema que la va enfrentando consigo misma, con su marido, con la sociedad en que vive y con la naturaleza.
Su marido está cómodo con la circunstancia de no tener hijos, le da igual. Propone a yerma de adoptar un sobrino de esta para que  así pueda esta colmar sus ansias de ser madre, pero ella lo reúsa, quiere ser madre completamente: gestar, parir, amamantar, criar, solo esto la satisfaría completamente. Yerma piensa que si se hubiera casado con Víctor el pastor hubiera tenido hijos, de hecho ella siente que ama a Víctor y no a Juan, pero la honra de mujer casada le impide buscar un hombre para que la engendre que no sea su marido.
Ella acude a una vieja conjuradora, Dolores, para a ver si con algún yerbajo y oraciones puede quedarse embarazada. También acude a una romería, a pesar de no tener mucha confianza en lo de ir a ver al Santo, allí teniendo como fondo un pintoresco ambiente donde se funde el cristianismo y el paganismo, Juan revela a Yerma su conocimiento de su propia esterilidad y la de ella. Poco después, cuando intenta hacer el amor Yerma lo estrangula.
De la realidad reseca y ardiente de la tierra nace el odio de la madre por el clan de los Félix, en Bodas de sangre, fruto así mismo de la realidad, la presencia de lo social que Lorca resalta, la diferencia económica pone barreras al amor e impide el matrimonio entre la Novia y Leonardo. Los acuerdos matrimoniales eran acuerdos comerciales.
Lorca evoca También los ritos triviales de la celebración de la boda con ceremonia, banquete y baile.
Aparece el tema del honor tan arraigado en el carácter español que incita a la madre a lanzar a su hijo a la muerte. La tragedia está servida con todos estos condicionantes.
  Un ejemplo de similitud  con la tragedia griega encontramos en el inicio del III acto de Bodas de sangre a tres leñadores que a modo de coro informan al espectador de lo que va ocurrir:
LEÑADOR 1º.- ¿Y los han encontrado?
LEÑADOR 2º.- No. Pero los buscan por todas partes.
LEÑADOR 3º.- Ya darán con ellos.
LEÑADOR 2º.- ¡Chissss!
LEÑADOR 3º.- ¿Qué?
LEÑADOR 2º.-  Parece que se a cercan por todos los caminos a la vez.
LEÑADOR 1º.- Cuando salga la luna los verán.
LEÑADOR 2º.- Debían dejarlos.
LEÑADOR 1º.- El mundo es grande. Todos pueden vivir en él.
LEÑADOR 3º.- Pero los matarán.
LEÑADOR 2º.- Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir.
LEÑADOR 1º.- Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.
LEÑADOR 3º.- ¡La sangre!
LEÑADOR 1º.- Hay que seguir el camino de la sangre.
LEÑADOR 2º.- Pero la sangre que ve la luz se la bebe la tierra.
LEÑADOR 1º.- ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
LEÑADOR 3º.- ¡Callar!
LEÑADOR 1º.- ¿Qué? ¿Oyes algo?
LEÑADOR 3º.- Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
LEÑADOR 1º.- Pero el caballo no se siente.
LEÑADOR 3º.- No.
LEÑADOR 1º.- Ahora la estará queriendo.
LEÑADOR 2º.- El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.
LEÑADOR 3º.- Los buscan y los matarán.
LEÑADOR 1º.- Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos arroyos secos.
LEÑADOR 2º.- Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.
LEÑADOR 3º.- El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta (como en la tragedia griega el destino guía las acciones de los hombres. En este caso la influencia del sino se hace extensiva a toda la estirpe).
LEÑADOR 1º.- Su casta de muertos en mitad de la calle.
LEÑADOR 2º.- ¡Eso es!
LEÑADOR 3º.- ¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?
LEÑADOR 2º.- Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.
LEÑADOR 3º.- El lleva un buen caballo.
LEÑADOR 2º.- Pero lleva una mujer.
LEÑADOR 1º.- Ya estamos cerca.
LEÑADOR 2º.- Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.
LEÑADOR 3º.- Ahora sale la luna vamos a darnos prisa.
LEÑADOR 1º.- ¡Ay luna que sales!
            Luna de las hojas grandes. (Los leñadores invocan la luna como una divinidad)
LEÑADOR 2º.-   ¡Llena de jazmines la sangre!
LEÑADOR 1º.- ¡Ay luna sola!  ¡Luna de las verdes hojas!
LEÑADOR 2º.- Plata en la cara de la novia.
LEÑADOR 3º.- ¡Ay luna mala! ¡Deja para el amor la oscura rama!
LEÑADOR 1º.- ¡Ay triste luna!  ¡Deja para el amor la rama oscura!

El cromatismo de Bodas de sangre, arranca el primer cuadro de amarillo, que muestra plenitud de la cosecha, la maduración de los campos, la obsesión de la madre. El segundo cuadro con el rosa, la vida que nace, reviste las paredes en la casa de Leonardo. La madeja roja que devanan las jóvenes en el tercer acto, roja como la sangre de los jóvenes que van a morir. El bosque se torna azul cuando la muerte invade la noche de los amantes y un blanco funerario se apodera  de la escena en el cuadro final. La luna tan cargada de simbolismo, que en bodas de sangre, supone la culminación de todos los augurios y premoniciones. La sangre, otro de los grandes motivos de la obra lorquiana que aparece en el dialogo de los leñadores como la fuerza sexual que arrastra a los amantes a la tragedia.
En los personajes hay reminiscencias de tiempos pasados, los recuerdos latentes son imprescindibles para entender el carácter y el comportamiento de los personajes, hay una fuerte carga simbólica, desde los colores de los cuadros en los que se dividen los actos a la personificación de ciertos elementos míticos. El caballo que cruza vertiginoso y sediento, es la pasión desenfrenada del amante. El caballo es portador de la fatalidad. El bosque húmedo ofrece ramas para proteger a los amantes fugitivos, pero al mismo tiempo es el lugar de sacrificio, pasión y muerte confluyen en el bosque a orillas de arroyo de la fertilidad imposible.
En Yerma, el primer cuadro muestra el interior de la casa de yerma, no hay descripción, la vida íntima todavía es posible, porque aún es firme la esperanza de Yerma, la escena tiene una “extraña luz de sueño”, Yerma se duerme y sueña con un pastor que sale de puntillas, mirándola y llevando un niño en sus brazos a un niño vestido de blanco, con un claro sentido de anunciación del niño que debería venir, es decir, nacer en esa casa y de esta mujer. El pastor tiene un cierto sentido religioso como el arcángel anunciador, pero la destinataria no es Yerma, sino María su vecina casada unos pocos meses antes.
Lorca nos da en Bodas de sangre una acumulación de elementos produciendo un cuadro de gran intensidad. No solo por colorido y plasticidad o la combinación de prosa y verso, sino la integración de ambientes, caracteres y pasiones en un paisaje definidor. Todo esto Lorca lo muestra a un ritmo desenfrenado, como si se tratara de un musical o una danza.
El autor aprovecha el decorado para darnos una visión del ambiente andaluz, Lorca se encarga de resaltar su utilización en las acotaciones escénicas. Hay pausas sugeridas por el dramaturgo y un aprovechamiento de los finales de actos perfectamente orquestados. También encontramos una forma sutil de dosificar la intriga.
En Bodas de sangre los personajes son designados con nombres comunes, excepto Leonardo (el antiguo novio de la novia). Se plantea así la universalidad de unos caracteres que son gobernados por fuertes pasiones. Por lo general la obra teatral de García Lorca los personajes femeninos tienen mayor entidad dramática que los masculinos. Así ocurre en Bodas de sangre. No solo hay mayor presencia de personajes femeninos, sino que estos, con la excepción quizá de Leonardo, reproducen caracteres más vigorosos. Cuatro son los personajes claves de la tragedia: la Madre, la Novia, Leonardo y el Novio. De todos ellos, seguramente es la Madre la que desempeña un papel más significativo. La Madre representa la fidelidad de la tierra. Es fuerte y constante, paciente ante la adversidad. Vive en comunión con sus muertos, ligada a ellos a través del recuerdo y la llamada incombustible del odio hacia la casta enemiga “los Félix”. Se vuelca en ternura con su hijo pero las leyes sociales del pundonor la impulsan a entregarlo también a la muerte. En un afán de protección de la descendencia se siente identificada con la tierra. Hay que seguir manteniendo la vida a través de la especie, a través del hijo.
La Novia es víctima de un conflicto interior importante. Desea mantenerse dentro del equilibrio social del deber, seguir el cauce de las normas de la tradición. Pero el instinto puede más que la razón. Es un personaje eminentemente pasional.
Otro de los grandes agentes de la tragedia es Leonardo, antagonista ante la Madre. Él es el encargado de arruinar la última esperanza de la madre en perpetuar la estirpe. Es un personaje atormentado, sordo a la llamada del hogar  y de la familia. La pasión y la fatalidad la arrastran ciegamente a la destrucción.
El papel del Novio está subordinado al de la Madre. Aunque muera, su función no es esencialmente trágica. Es una víctima “inmolada” destinado desde el principio a ser sacrificado. Su mansedumbre se convierte en vehemencia cuando a instancia de la Madre, actúa en defensa de su honor. Frente a Leonardo, que es la pasión, el Novio representa el trabajo y la descendencia.
Los restantes personajes son de menor entidad. La Mujer personifica el amor, la lealtad y la resignación. La suegra está en la línea de las mujeres fuertes Lorquianas, como la Madre o como Bernarda en La casa de Bernarda Alba. El Suegro es el labrador ambicioso y fanfarrón, orgulloso de sí mismo.
Otros personajes funcionan como coro o representan lejanos mitos. Las personificaciones de la muerte y la luna cumplen un papel primordial en el conjunto de la tragedia. Atención especial merece la Criada, representante típica del mundo de la servidumbre y archivo de sabiduría popular y prototipo de felicidad.
Pero si hay un personaje que aglutine todo lo que es la mujer Lorquiana es sin duda Yerma, es una mujer ya marcada desde el nacimiento por su nombre, que da título a la obra que habla de ella y marca la intención del autor en marcar el carácter del personaje que no el argumento de la obra. Su nombre nos da a priori el problema dramático, su condición de estéril. El espectador ya sabe que no habrá solución para el problema planteado, Yerma no podrá lograr la maternidad. El interés lo encontramos en el proceso dramático y psicológico que es materia esencial de la obra y en la belleza y autenticidad con que se expresan.
Yerma se niega a aceptar su esterilidad, quiere hacer de la maternidad un valor absoluto y necesario, que por trágico que parezca le importa más que su vida. Desea un hijo, pero no como una criatura para cuidado y darle cariño, sino habiéndolo sentido dentro crecer día a día en sus entrañas, dar a luz entre dolores y amamantarlo aunque le salgan grietas en sus pechos. Por eso no basta con la adopción de un niño, aunque sea familia.
“YERMA.- Es así. Claro que todavía hay tiempo. Elena tardó tres años y otras antiguas del tiempo de mi madre mucho más, pero dos años y veinte días, como yo, es demasiada espera. Pienso que no es justo que me consuma aquí. Muchas noches salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala.
MARÍA.- Pero ven acá, criatura; hablas como si fueras una vieja. ¡Qué digo! Nadie puede quejarse de estas cosas. Una hermana de mi madre lo tuvo a los catorce años, ¡y si vieras que hermosura de niño!
YERMA.- (Con ansiedad.) ¿Qué hacía?
MARÍA.- Lloraba como un torito, con la fuerza de mil cigarras cantando a la vez y nos orinaba y nos tiraba de las trenzas y cuando tuvo cuatro meses nos llenaba la cara de arañazos.
YERMA.- (Riendo.) Pero esas cosas no duelen.
MARÍA.- Te diré…
YERMA.- ¡Bah! Yo he visto a mi hermana dar de mamar a su niño con el pecho lleno de grietas y le producía un gran dolor, pero un dolor fresco, bueno, necesario para la salud.
MARÍA.- Dicen que con los hijos se sufre mucho.
YERMA.- Mentira. Eso dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tiene se les vuelve veneno, como va a pasarme a mí. (…)
YERMA.- Pero yo no duermo, no puedo dormir.
JUAN.- ¿Es qué te falta algo? Dime ¡Contesta!
YERMA.- (Con intención y mirando fijamente al marido.) Sí, me falta. (Pausa)
JUAN.- Siempre lo mismo. Hace ya más cinco años. Yo casi lo estoy olvidando.
YERMA.- Pero yo no soy como tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones; las mujeres no tenemos más que esta de la cría y el cuidado de la cría.
JUAN.- Todo el mundo no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de tu hermano? Yo no me opongo.
YERMA.- No quiero cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.”
 La yerma lorquiana criatura pasional, irracional, como una energúmena quiere imponer su voluntad de maternidad en un cuerpo estéril, porque no puede aceptar el hecho fatal que fisiológicamente no puede, sería negarse a sí misma. Hay una transformación evidente de Yerma durante toda la obra, al principio encontramos a una mujer sosegada, que desborda cariño y la veremos ir a parar a una criatura desmesurada, que va camino de la extrema violencia. Hay un largo periodo de transformación de su vida interior, un periodo dramático de un poco más de cinco años, cuyo transcurso se señala casi con minuciosidad. A medida que sus esperanzas de ser madre disminuyen va rehusando hacer trabajos <<femeninos>> que solo tienen sentido como quehaceres complementarios a la cría de un hijo y cambia la intimidad del hogar por el campo abierto, prefiere pasar la noche sentada en el quicio de la puerta aunque haga frío, en pleno proceso de destrucción total de su vida conyugal. Se siente como la tierra baldía el hijo no llega: “¿Por qué estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner cortinitas planchadas en mi ventanillo?” Con ironía que se vuelve contra ella misma llegará a decir: “Ojalá fuera yo una mujer”. Pronto se avanza en el proceso de perdida de la feminidad: Muchas noches bajo yo a echar la comida a los bueyes, que antes no lo hacía, porque ninguna mujer lo hace, y cuando paso por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre.” Paralelamente, Yerma ha ido tomando conciencia de su frustración amorosa, aunque admite reiteradamente que aceptó con alegría el marido que su padre le había elegido, señala que busca esencialmente al hijo. En esa búsqueda al hacerse obstinada determinará situaciones ambiguas en las que Yerma siente que su cuerpo tiene “calentura” mientras el marido tiene la “cintura fría” y que él “da media vuelta y se duerme” dejándola a ella en la cama con los ojos tristes “mirando al techo”.
A la luz del desarrollo del carácter de Yerma, desde la alegre aceptación del novio antes de la boda y la noche de bodas, hasta el instante en que mata a su marido, la frustración amorosa desempeña un importante factor. En la mitificación de lo sexual que Yerma ha ido elaborando entre ignorancia y superstición, excesivas en una muchacha que vive en el campo, en diario contacto con la naturaleza, y que como ella dice ha visto parir ovejas y perras, que parece que “todo el campo puesto en pie me enseña sus criaturas tiernas”, es posible que piense que la Muchacha 2ª no tiene hijos porque le falta voluntad de tenerlos, de igual modo atribuye a que Juan no desea tener hijos la esterilidad del matrimonio.
Esa idea abre camino al odio hacia Juan, cuando establecida finalmente la separación entre lo sexual y la procreación, al señalarse la esterilidad de cada uno de los cónyuge, Juan busca a Yerma, ella se siente ultrajada y reacciona estrangulándolo, una manera de matarlo donde se demuestra la pasión y la obsesión que ella lleva dentro y además un signo de masculinidad en la manera de matar, las mujeres envenenan, se puede decir que hay un intercambio de papeles.
Siempre nos quedará la duda: ¿Es qué yerma ha abandonado la realidad y está dispuesta en la reclusión de la cárcel a seguir creyéndose capaz de engendrar un hijo? Que al matar al marido “haya matado al hijo” es otra cosa. Podrá pensar que ha sido ella misma y no el destino quien ha imposibilitado al matar al marido el cumplimiento de su anhelo de maternidad. Separada de la gente, convertida en una presidiaria y situada en una viudez inacabable, podrá contarse a sí misma esa gran mentira. Muerta la ansiedad poder o no tener el hijo, podrá ya vivir tranquila, al igual que la madre de Bodas de sangre, cuando le han matado a su último hijo, se le acabó la sed de venganza y la estirpe con ella.
Lorca sin duda es poeta, un dramaturgo de la tierra andaluza y quiere reflejar en su obra ese espíritu donde se mezclan tradición, superstición e ignorancia arraigada en los campesinos, donde el honor y la honra tienen tanto valor que puede hacer que todo acabe en tragedia.
 Federico García Lorca en una entrevista de la revista Crítica, de Buenos Aires, del 10 de marzo de 1934 comenta: “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis  emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. La tierra, el campo, han hecho grandes cosas en mi vida. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre”.


Bibliografía:
Federico García Lorca. “Yerma”. Ed. Cátedra (Grupo Anaya. S.A). 1976.2007 I.S.B.N.:978-84-376-007-7
Federico García Lorca. “Bodas de sangre”, con introducción, comentarios, apéndices y notas: Grupo Anaya. Ed. ANAYA S.A. 1986
José María Camacho Rojo. “La tradición clásica en la obra de Federico García Lorca”. Ed. Universidad de Granada. 2006. ISBN. 84-338-3943-8
Carlos de arce. “El crimen de Níjar. El origen de “Bodas de sangre”. Ed: SEUBA EDICIONES. 1988. ISBN: 84-86747-07-4
Arturo Berenguer Carisono, Las máscaras de Federico García Lorca. Ed. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1969


Jorge Martín Gálvez

martes, 14 de junio de 2016

ANÁLISIS DE LA OBRA ROMANCERO GITANO DE FEDERICO GARCÍA LORCA



ROMANCERO GITANO

En julio de 1928 la editorial  de la Revista de Occidente publica este libro con el título de Romancero gitano en la cubierta y primer romancero gitano en la portada. Su elaboración fue larga, entre 1922 y 1926. La primera vez que Lorca anuncia su intención de componer un conjunto de romances data del 1922, dos años más tarde ya tiene el plan de publicar un libro con estas composiciones. El primero de estos romances en cuanto a la fecha de escritura es el Romance de la luna luna, luego el Romance de la pena negra y el Romance sonámbulo. Lorca reconoce el cansancio que tiene  respecto al proyecto inicial del libro y el hastío del encasillamiento que estos romances suponen para su personalidad  escribe en una carta a su amigo Jorge Guillen: “Me va molestando un poco <<mi mito>> de gitanería. Confunden mi vida y mi carácter. No quiero de ninguna manera. Los gitanos son un tema y nada más”. En 1928 Lorca tiene la sensación de haber terminado una etapa de su obra. Escribe a su amigo Fernández Almagro: “Claro que mi libro no lo han entendido los putrefactos aunque ellos digan que sí. A pesar de todo, a mí ya no me interesa nada o casi nada. Se me ha muerto en mis manos de la manera más tierna. Mi poesía tiene ahora otro vuelo más agudo todavía”. Señala Mario Hernández (escritor y Editor de algunas obras de Lorca), que tanto en Poema del cante jondo como en Romancero gitano, la intención de Lorca es la de poeta <<interprete>>, como si fuera un <<cantaor>> flamenco. El canto, adquiere un carácter sagrado, mítico: “El cantaor cuando canta celebra un solemne rito, saca las viejas esencias dormidas y la lanza al viento envueltas en su voz”, Comenta Federico García Lorca en su conferencia sobre el “cante jondo”.
El titulo Romancero gitano, es ya una dualidad de opuestos y está expresando acción sintetizadora, las dos palabras que lo integra se podría considerar como constituyendo el primer verso del libro o quizá más acertadamente, el primer poema, que se compondría de una figura única expresada por un único heptasílabo con los acentos en tercera y sexta. Aunque el libro hubiera podido titularse – sin romper en absoluto la tradición de que se hace continuador – Romancero de los o del gitano, se ha preferido evitar el uso de artículos y preposiciones. El resultado de esto es que los dos términos aparecen perfectamente a solas rodeados de un silencio que puede interpretarse como constituyendo el resto del poema.
El Romancero gitano consta de dieciocho romances. Hablan de un dolor universal y ese dolor se plasma dentro del más puro de los moldes populares. Lorca elige el romance para reencontrar a sus antepasados y continuar con la savia que da la vida al organismo literario español, de ahí que coincida en su verso lo más profundo del mito con una estupenda adecuación de la forma. Un panteísmo de origen religioso presente en esta obra pone en comunicación los diferentes elementos naturales con los profundos sentimientos del hombre. La personificación del <<viento>> en algunos romances con un claro sentido erótico, la personificación de la <<pena>> en una figura dramáticamente  femenina. La pena el gran tema del cante flamenco y ese es el motivo central del Romancero Gitano, aquí un romance que refleja el espíritu, el aroma de esta obra: 
                         ROMANCE DE LA PENA NEGRA

                                           La piqueta de los gallos
                                           cavan buscando la aurora,
                                           cuando por el monte oscuro
                                           baja Soledad Montoya.
                                           Cobre amarillo, su carne,              5
                                           huele a caballo y a sombra.
                                           Yunque ahumados sus pechos,
                                           gimen canciones redondas.
                                           Soledad: ¿por quién preguntas
                                           sin compaña y a estas horas?         10
                                           pregunte por quien pregunte,
                                           dime:¿a ti qué se te importa?
                                           Vengo a buscar lo que busco,
                                           mi alegría y mi persona.
                                           Soledad de mis pesare                    15 
                                           caballo que se desboca,
                                           al fin encuentra la mar
                                           y se la tragan las olas.
                                           No me recuerdes el mar  
                                           que la pena negra, brota                  20
                                           en las tierras de aceituna
                                           bajo el rumor de las hojas.
                                           ¡Soledad qué pena tienes!
                                           ¡Qué pena tan lastimosa!
                                           Lloras zumo de limón                      25
                                           agrio de espera y de boca.
                                           ¡Qué pena tan grande! Corro
                                           mi casa como una loca,
                                           mis dos trenzas por el suelo
                                           de la cocina a la alcoba.                    30
                                           ¡Qué pena! Me estoy poniendo
                                           de azabache carne y ropa.
                                           ¡Ay mis camisas de hilo!
                                           ¡Ay mis muslos de amapola!
                                           Soledad: lava tu cuerpo                     35
                                           con agua de las alondras,
                                           y deja tu corazón
                                           en paz, Soledad Montoya.

                                           Por debajo canta el río:
                                           volante de cielo y hojas,                      40
                                           Con flores de calabaza,
                                           la nueva luz se corona
                                           ¡Oh pena de los gitanos!
                                           Pena limpia y siempre sola.
                                           ¡Oh pena de cauce oculto                     45
                                           y madrugada remota!


Es un romance nocturno, de una noche negra, de una mujer sin hombre en el monte oscuro. Su nombre Soledad, es una clara alusión a su con dicción de sola, soltera. El apellido Montoya y la posibilidad de que este signifique también algo relacionado con su situación, pues puede significar por ejemplo, la que holla en el monte, la que pisotea el monte, la que desapacible lo recorre constantemente y lo cubre de sus huellas.
Se ha dicho que los dos primeros versos de este romance, recuerdan aquel del poema del Mio Cid que nos describe la hora en que con sus sesenta lanzas llega este a San Pedro de Cardeña para despedirse de  su mujer e hijas:”apriessa cantan los gallos e quieren quebrar albores”. Se trata del amanecer de uno de los días más tristes de la vida del héroe y no es por tanto inoportuno el recuerdo de esta tristeza al comienzo de un día en el que vamos a ver a Soledad entregada por completo a su pena.
Lorca en una conferencia-recital de presentación del Romancero gitano y en una carta a su amigo Melchor Fernández Almagro, fechada en enero de 1926, Donde titula el poema Romance de la pena negra en Jaén (como se puede comprobar en el poema al aludir a las tierras de aceituna, en verso 21) el propio Lorca define el Romance de la Pena negra  como el más representativo del libro, porque fusiona los dos temas centrales: amor y muerte.
Este poema está dedicado a José Navarro Pardo, conocido arabista de la Universidad de Granada y miembro del grupo, junto con Lorca, que dio vida a la revista Gallo.
Lorca Comenta en su conferencia-recital:”…Soledad Montoya, concreción de la pena sin remedio, de la pena negra de la cual no se puede salir más que abriendo con un cuchillo un ojal bien hondo en el costado siniestro. La pena de soledad Montoya es la raíz del pueblo andaluz…es un ansia sin objeto, es un amor agudo a nada, con una seguridad de que la muerte (preocupación perenne de Andalucía) está respirando detrás de la puerta”. La pena existencial ya es un tema recurrente en otras obras de Lorca, particularmente en el Poema del cante jondo. La pena con mayúscula se hace carnal, toma forma humana. En 1936 Lorca confirmaba que en el Romancero gitano “hay un solo personaje real, la pena” (El poeta García Lorca y su Romancero gitano).
“El Romancero” es un culto a lo popular, Lorca pretende fundir el romance narrativo con el lírico, sin pérdida de la calidad y sin caer en la técnica de los poemas épicos y para ello elige el estilo Gongorino, sobre el que había dado una conferencia en 1927 con motivo del centenario de la muerte de Góngora en Ateneo de Sevilla. Comenta a algunos de sus compañeros de residencia y de generación:” Góngora tuvo un gran problema en su vida poética y lo resolvió. Hasta entonces la empresa se tenía por irrealizable. Y es: hacer un gran poema lírico para oponerlo a los grandes poemas épicos que se cuentan por docenas. Pero ¿cómo mantener una tensión lírica pura durante largos escuadrones de versos? ¿Y cómo hacerlo sin narración? Sí le daba narración, a la anécdota toda su importancia, se le convertía en épica al menor descuido. Y si no narraba nada, el poema se rompía por mil partes sin unidad, ni sentido. Góngora entonces elige su narración y la cubre de metáforas. Ya es difícil de encontrarla. Está transformada. La narración es un esqueleto del poema, envuelto en una carne magnifica de las imágenes”.
En el Romancero Gitano, Federico García Lorca emplea lo que él llama <<medio tono>>, característica muy típica de la canción popular y tradicional, que consiste en la mención indirecta, con símbolos elementales o sin ellos. Esta mención indirecta y por sugestiones es una constate en el habla popular, y sobre todo en Andalucía, Lorca lo usa con frecuencia y es lo que podríamos denominar parábola. El hecho de que Federico usara este medio tono en sus composiciones, ha provocado que dichas composiciones hayan sido cantadas por diferentes intérpretes, desde  el “Cantaor” Flamenco más ortodoxo a cantautores. También provocó una asimilación de su poesía por el pueblo Gitano, que lo ha hecho su poeta.
En cuanto a la métrica encontramos como en los romances primitivos que su medida corresponde al popular octosílabo, que es el característico del español ya que es más adecuado a la cadena fónica. Solo es sustituido en contadas ocasiones, como en La casada infiel, cuyo primer verso es un decasílabo: “Y que yo me la llevé al río”. Capítulo aparte es la Burla de Don pedro a caballo (Romance con lagunas), antiromance, burla irónica del resto de composiciones del libro. Christian de Paepe señala cómo en los romances divididos en distintas secciones las rimas se alternan para subrayar los diferentes modos de expresión (narrativa o descriptiva), los cambios de personajes o de  escenarios.
Las comparaciones y metáforas son también abundantes y destacan sobre todo las que hace alusión al léxico floral y al mundo taurino. Encontramos:

                                           LA MONJA GITANA

                                           Silencio de cal y mirto.
                                           Malvas en las hierbas finas.
                                           La monja borda alhelíes
                                           sobre una tela pajiza.
                                           Vuelan en la araña gris,                           5
                                           siete pájaros del prisma.
                                           La iglesia gruñe a lo lejos
                                           como un oso panza arriba.


                                           ¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
                                           Sobre la tela pajiza,                                  10
                                           ella quiere bordar 
                                           flores de su fantasía.
                                           ¡Qué girasol! ¡Qué magnolia     
                                           de lentejuelas y cintas!
                                           ¡Qué azafranes y qué lunas,                      15
                                           en el mantel de la  misa.


Este poema dedicado a José Moreno Villa (1887-195), amigo de Lorca en los tiempos de la Residencia de Estudiantes, donde residió como tutor entre 1917 y 1936, poeta, ensayista, crítico de arte y pintor, autor del dibujo de Federico al piano (1928) y de otro póstumo.
 Sí título de la obra lo podemos considerar un oxímoron, “Monja Gitana” aún lo es más claramente. La palabra gitano considerada en sí misma se nos impone primero como un sustantivo y significa antes que nada una realidad personal, un ser humano. El sustantivo “romancero”, significa en cambio, una realidad carente de vida, inanimada, no persona. Está diferencia entre los dos términos que constituye el título de la colección de romances, no existe entre los que forman el de La Monja gitana. Monja y gitana, expresan ambas (el primero exclusivamente y el segundo en función sustantiva y primordial), realidades personales, maneras de ser y existir. La analogía intensifica aún más la eficacia del oxímoron. El hecho de que ambos términos signifiquen criaturas de la misma especie constituye a aproximarlos aún más, y dramatiza por contraste la enorme distancia que separa sus respectivos campos connotacionales.
El narrador que nos muestra el mundo desde su mirada, nos sitúa en el primer verso a una distancia dada, de lo que más tarde descubriremos que son los muros del convento. El oído y la vista, sentidos que a lo largo del Romancero se han ido imponiendo como predominantes, participan por igual en la realización de esta imagen en la que lo visual interviene como elemento generador y lo acústico (el silencio es la primera palabra del poema) generado. De masa blanca y verde (cal y mirto) emana el silencio que llega alcanzarnos un poco antes que el color mismo. Es si como esas paredes estuvieran proyectando sobre la realidad una quietud callada demasiado intensa para poder mantenerse oculta. Los materiales que la forman son el mirto y la cal; dos materiales, dos formas, vegetal mineral; dos colores, verde y blanco; dos categorías otológicas, animado e inanimado; dos grados de consistencia.
La moja borda alhelíes / sobre una tela pajiza, del tercer y cuarto verso, “el bordado del amor, típico en la obra lírica y dramática de Lorca. Con connotaciones sentimentales claras. Siete pájaros del prisma, verso seis, metáfora cromática que hace referencia a la teoría de descomposición de la luz, al arco iris de la Canción de las siete doncellas del libro Canciones: “en el aire blanco, / siete largos pájaros”.
Flores de su fantasía, verso 12, tiene una evidente connotación de <<sexualidad floral>>, como el propio Lorca explicó en su conferencia La imagen poética de Don Luís de Góngora: “una sexualidad de estambre y pistilo”… A este respecto hay que notar la presencia de girasol y de lunas, como sus respectivas sugerencias cromáticas y sexuales, también el verso 34 de Romance de la pena negra: “mis muslos de amapola” hay esa alusión a la fecundidad de la mujer joven, de muslos fuerte, pero inútiles por la falta de hombre que la fecunde. La fecundidad de la mujer tema central, en muchas composiciones líricas de Lorca y en su gran obra dramática Yerma.
Muerte, cuchillos, gitanos, luna, son otros de los temas tratados por Federico García Lorca. Su acercamiento a la tradición, al folklore andaluz, a ese cante de “quejio” que es el flamenco, con su más de cincuenta variedades de cante o  “palos”, desde la bulerías de los gitanos a las tarantas mineras, pasando por soleares o el martinete cante típico de los gitanos que cantaban en las fraguas del Barrio de Santiago en Jerez de la Frontera, o Los puertos andaluces cuna del flamenco. Federico llevó a los teatros, es decir elevó a la condición de arte a una expresión, una manera de demostrar la alegría y la pena del pueblo andaluz y de los gitanos en particular. Un cante que hasta que no lo puso Lorca en el teatro había servido para entretener a los “señoritos” andaluces en sus fiestas y celebraciones.
Aquí un poema que recoge estos grandes temas, la muerte, cuchillos, virilidad gitana y la envidia tan presente en la cultura española:

                                           MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO

                                           Voces de muerte sonaron
                                           cerca del Guadalquivir.
                                           Voces antiguas que cercan
                                           voz de clavel varonil.
                                           Les clavó sobre las botas              5
                                           mordiscos de jabalí.
                                           En la lucha daba saltos
                                           jabonados de delfín.
                                           Baño con sangre enemiga
                                           su corbata carmesí,                        10
                                           pero eran cuatro puñales
                                           y tuvo que sucumbir.
                                           Cuando las estrellas clavan
                                           rejones al agua gris,
                                           cuando los erales sueñan                15
                                           verónicas de alhelí,
                                           voces de muerte sonaron
                                           cerca del Guadalquivir.

                                           Antonio Torres Heredia,
                                           Camborio de dura crin,                   20
                                           moreno de verde luna,
                                           voz clavel varonil:
                                           ¿Quién te ha quitado la vida
                                           cerca del Guadalquivir?
                                           Mis cuatro primos Heredias             25
                                           hijos de Benamejí.
                                      
                                           Lo que en otros no envidiaban,
                                           Ya lo envidiaban en mí.
                                           Zapatos color corito,
                                           Medallones de marfil,                       30
                                           y este cutis amasado
                                           con aceituna y jazmín.
                                           ¡Ay Antoñito el Camborio
                                           digno de una emperatriz!
                                           Acuérdate de la Virgen                      35
                                           porque vas a morir.
                                           ¡Ay Federico García!
                                           Llama a la Guardia civil.
                                           Ya mi talle se ha quebrado
                                           como caña de maíz.                             40

                                           Tres golpes de sangre tuvo
                                           y murió de perfil.
                                           Viva moneda que nunca
                                           se volverá a repetir.
                                           Un ángel marchoso pone               45
                                           su cabeza en cojín.
                                           Otros de rubor cansado
                                           encendieron un candil.
                                           Y cuando los cuatro primos
                                           llegan a Benamejí,                          50
                                           voces de muerte cesaron
                                           cerca del Guadalquivir.




Poema dedicado a José Antonio Rubio Sacristán (1903-1995).Compañero de Lorca en la Residencia de Estudiantes de Madrid, estudioso de historia y de derecho, más tarde catedrático de la Universidad de La Laguna (Tenerife). Residió un tiempo en EE.UU, donde Lorca volvería a encontrarlo. Contó la historia de la redacción de este romance:...”una noche fría de invierno, Federico se acostó temprano y allí en la cama redactó Muerte de Antoñito el Camborio…” (Jorge Guillen, Federico en persona, en FGL, Obras completas, Madrid, Aguilar, I, pág. LX).
Encontramos en este poema una división entre partes diferenciadas, la primera iría desde el inicio al primer espacio en blanco, donde narra el combate mismo y el tiempo de su desenlace; la segunda sección iría desde el, primer espacio en blanco al segundo, y consiste en un diálogo entre el moribundo y el narrador-testigo; la tercera y última sección, nos muestra la muerte del héroe y se ocupa del cadáver, del trato que recibe y del silencio que en los cuatro versos finales concluye y perfecciona la tragedia.
Utiliza Lorca metáforas florales para representar diferentes símbolos: verso 4, clavel que en la obra de Lorca es el emblema del amor apasionado, pero también metáfora de sangre, de herida sangrante, o de ambas cosas a la vez.
En los versos 13 y 14, las estrellas clavan / rejones al agua, es una metáfora con aires taurinos, una metáfora  para demostrar que hay una lucha evidente. Existe en la obra de Lorca varios antecedentes de esta visión. Otra metáfora floral y taurina la encontramos en el verso 16,  verónicas de alhelí, la Verónica que es un lance taurino con la capa extendida hacia delante. Puede que Lorca dentro de una presentación cristomórfica del héroe, en sentido religioso del paño conque Verónica le quito la sangre y el sudor a Cristo durante el vía crucis. También hay un nexo cromático con el alhelí, como en Yerma:
                                           Yo alhelíes rojos
                                           Y él rojo alhelí.  Acto (II)

Encontramos metáforas Zoológicas, que parecen haber producido una metamorfosis en el héroe: verso 20, crin; vv 6-8, mordiscos de jabalí  y saltos jabonados de delfín.
Hay correspondencias simbólicas vv 31-32, con sugestiones utilizadas en otros romances: cromáticas  (verde y blanco), táctiles (aceite, tez blanca) y olfativas (afeites y perfumes).
La referencia a cuchillos tan presente en la obra de Lorca: vv 11-12, 
                                            pero eran cuatro puñales
                                           y tuvo que sucumbir.


La muerte provocada por ochos brazos movidos por la envidia, brazos de su misma sangre: vv.23-25,
¿Quién te ha quitado la vida (…) Mis cuatro primos Heredias
La muerte física, más allá del estricto sentido del término, cabría desarrollar teoría de   <<las >> muertes de la obra  lorquiana: la muerte moral, de raíz quevediana, la muerte por consunción en vida – que se identifica con la frustración –. Morir es la frustración del hombre. La gran <<dominadora>>  acecha los caminos, hiela el corazón del individuo con su mirada letal.
Podemos decir que dentro de la obra lírica lorquiana, el Romancero gitano constituye el punto culminante de una etapa estética, que a partir de fuentes, temas y formas tradicionales, y gracias a modelos de transformación tanto generales como personales, con esa lectura particular del fenómeno gitano-andaluz, llegó a una escritura y expresión tan originales qué si temor a equivocarnos podemos decir que es uno de los productos estéticos más apreciados y universales de la literatura española del
S. XX.



 BIBLIOGRAFIA

Federico García Lorca, Romancero Gitano. Edición y estudio Christian de Paepe.
 Intr. Esperanza ortega. Ed. Espasa Calpe, S.A. (Austral Poesía), 2007. ISBN 978-84-6702161-5
Arturo Berenguer Carisono, Las máscaras de Federico García Lorca. Ed. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1969.
Luis Beltrán Fernández de los Ríos, La arquitectura del humo: una reconstrucción del “Romancero gitano” de Federico García Lorca. Ed .Castalia.  1986. ISBN 0 7293 0232 6
José María Camacho Rojo (ed.) La tradición clásica en la obra de Federico García Lorca. Ed. Universidad de Granada. 2006. ISBN 84-338-3943-8
Miguel García-Posada, Federico García Lorca. Ed. EDAF, Ediciones-Distribuciones, S.A. (1970)




 Jorge Martín Gálvez