LA
MODERNIDAD CINEMATOGRÁFICA
(LA
NOUVELL VAGUE)
Durante la década de los 50, el
lenguaje cinematográfico comienza a experimentar cambios significativos. La
película Té querré siempre (viaggio in Italia, 1953), de Roberto
Rossellini, supone un punto de inflexión respecto al neorrealismo italiano,
ofreciéndose como una de las propuestas más sorprendentes y rupturistas del
momento. Rossellini rueda una obra de gran libertad expresiva con la que
realiza un importante ejercicio de improvisación. Esta independencia respecto a las convenciones del clasicismo
convirtió la cinta en el centro de referencia, llegando a ser considerada como
el punto de partida de la modernidad por el director Francés Jacques Rivette.
Por otro lado Michelangelo Antonioni
rueda, por aquellos años, una serie de films en los que recurre repentinamente
a los tiempos muertos, empleados en antaño por Vittorio DE Sica en Umberto D (1951). Su primer largometraje
como realizador, Crónica de un amor (Cronoca di un amore, 1950), está
considerada por Noël Bürch como una obra clave en la recomposición de las
estructuras narrativas del cine (Noël Bürch, Praxis del Cine, Fundamentos, Madrid, 2008, págs. 81-82). En este
film, la cámara cinematográfica se expresa mediante el empleo de largos
Planos-secuencia que pretenden atrapar la temporalidad de cada acción. La
insistencia de este innovador maestyro en la dilatación de la duración de los
planos se irá observando durante el resto de la década a través de películas
como La dama sin camelias (La signora senza camelie, 1953), Las amigas (Le amiche, 1955) o El grito (Il grido, 1957), cinta que reúne los
rasgos fundamentales del primer Antonioni, antes de su gran salto a la
modernidad.
En Francia y aunque siempre ha
habido sectores que ha rechazado lo moderno por el simple hecho de serlo, se
inauguró en el cine una corriente (efímera como todas las roturas), que ha
marcado para siempre el devenir del séptimo arte la Nouvell Vague, que podríamos llamar heredera del Posneorrealismo
italiano. Hoy podemos recordar aquellas películas más representativas como Los Cuatrocientos Golpes (1959) de
François Truffaut, Hiroshima, mon amur
(1959) de Alain Resnais y Al final de la
escapada (1960) de Jean-Luc Godard. Lo que no hay duda es que la Nouvell Vague significa la entrada, el
auténtico pórtico del cine contemporáneo. Lejos de ser un capítulo más de los
muchos que tiene el cine, sus influencias alcanzan al cine de nuestros días,
sobre todo al cine independiente. Hay una descomposición del relato
tradicional, Alain Resnais y Jean-Luc Godard son los máximos exponentes. Desde
sus inicios con el mediometraje documental Noche
y Niebla (Nuit et brouillard,
1955) o los Largometrajes Hiroshima, mon
amour (1959) o El año pasado en
Marienbad (L’année denière a Marienbad, 1961), Resnais se caracteriza
por el uso de estructuras narrativas que
alternan indistintamente los hechos del pasado con acciones del presente. Este
rasgo distintivo ha definido, en líneas generales, su obra como cine
especialmente interesado en el análisis de la memoria y el recuerdo, germen del
que surgió piezas tan destacadas como Muriel
(Muriel ou le temps d’un retour,
1963), La guerra ha terminado (La guerre est finie, 1966) o Providence
(1976).
Jean-Luc Godard irrumpió en el
panorama cinematográfico con su opera prima, Al final de la escapada (Àbout
de soufflé, 1959). Como afirma Román Gubern “Godard se nutrió con fruición
del cine norteamericano y de sus mitos” (Román Gubern, Godard polémico, Tusquets, Barcelona, 1969, pág. 17). El impacto de
los Thrillers y de los films de
aventuras de serie B fue importante en su debut como realizador. Su
predilección por el cine de gángsters no resulta casual por lo que género tiene
de repudio del orden social. La postura moral de Godard y su pesimismo amargo
respecto a la realidad cristalizaron en una nueva forma de expresión visual.
En su primer largometraje, Jean-Luc
Godard deja patente su ruptura con respecto al modelo de representación
institucional a través del empleo de alternativas al montaje continuo del cine
norteamericano. En Al final de la
escapada, Godard viola las convenciones de la continuidad espacial,
temporal y gráfica mediante el uso sistemático del salto de imagen. La
continuidad clásica evitaba estos saltos mediante el uso del Plano/contraplano.
Sin embargo, este film potencia la discontinuidad a base de montar de manera
consecutiva planos que entre sí delatan el trascurso de un breve espacio de
tiempo dentro de la historia. El montaje discontinuo es una de las principales
aportaciones de Godard al, proceso de descomposición del relato clásico. Este
recurso provoca emparejamientos incorrectos en las relaciones
espacio-temporales y también quiebros en el eje de acción.
La Nouvell Vague provocó en todas las pantallas, incluso las de
Hollywood, una catarsis Aristotélica, equiparable a lo que fue la Psicoanálisis
en la novela. Ese cine de autor ya esbozado por Alexander Astruc, uno de los
precursores de la nueva ola de cineastas parisinos y La cinefilia tal como
ahora la conocemos.
De todos los cines surgidos entre
finales de la década de los 50 y principio de los 60: el free-cinema inglés, el Underground
norte americano, el Cineme Novo brasileño o el Nuevo Cine españo; la Nouvell Vague (que fue ejemplo para
ellos) fue el único que tuvo incidencia directa en el lenguaje cinematográfico.
A día de hoy la Nouvell Vague es el
único de aquellos cines que sigue plenamente vigente. De Bertolucci hasta Von
trier, la mayor parte de los cineastas más sugerentes de los últimos 50 años
son epílogos del gran Godard.
Si al aspecto cinematográfico se
refiere, la vigencia de la Nouvell Vague,
viene a dar prueba hasta la obsesión de Hollywood por hacer remake de los
éxitos del gran Truffaut (por cierto con bastante desatino); en el interés
cinéfilo podemos expresarnos en idénticos términos. La cinefilia es
revisionista por excelencia, nunca mejor dicho, como afirma el autor de Al
final de la escapada (Jean-Luc Godard), para el cinéfilo “Nosferatu” (1922), no es una película antigua, la cinefilia se
alimenta de placeres y delicias que para los amantes de los efectos especiales,
las secuelas y los artificios que constituye el cine de nuestros días, no son
más que antiguallas. Pues la Nouvell
Vague es el único de los mitos cinéfilos probablemente vigentes, plenamente
modernos hoy en día.
La Nouvell vague (con el nunca bien ponderado Jean-Luc Godard) es
especialmente quien divide en antes y después la historia del cine sonoro, de
ella nace el cine independiente, a la vez que el experimental da un paso de
gigante.
Con la Nouvell Vague que es al cine lo que el Rock a New Wave, nace ese amor a la filmoteca, esa pasión desmesurada por
las películas, la cinefilia como hoy la conocemos.
Bibliografia:
Dossier
literatura i cinema (dossier textos II). De
la imagen y del lenguaje (En torno a la Nouvell Vague).
Carlos Giménez Soria, El arte conceptual y la Modernidad
cinematográfica: Michelangelo Antonioni y Jean-Luc Godard.
revistes.ub.edu/index.php/filmhistoria/article/.../17251. 2013
Javier Memba: La Nouvelle Vague. La modernidad cinematográfica.
T&B Editores, 2009
Jorge Martín Gálvez