Contenido
1. Introducción. 2
2. El Infierno. 3
3. El Jardín del Edén, la tentación de Adán y Eva y el Pecado Original 6
4. La expulsión de Adán y Eva del Paraíso. 22
5. Conclusiones. 25
6. Bibliografía. 27
1.
Introducción
El
paraíso perdido de Milton, en esta
obra el autor nos empieza a narrar la historia justo después de la batalla que ha
sucedido entre ángeles díscolos contra la divinidad –que vamos a llamar Yahweh
por respeto a la tradición–, estos ángeles han sido expulsados por Yahweh, que
ha vencido, del Cielo a un lugar inhóspito, el Infierno. Los ángeles están
capitaneados por el que era ángel más bello de la corte de Yahweh, Lucifer
(también conocido como Satán). Satán arenga a sus discípulos “hay vengarse de
la divinidad” y sí no pueden hacerlo directamente lo harán a través del hombre,
una nueva creación de la divinidad.
En la obra de Milton cuando son expulsados los ángeles
diabólicos al infierno, aún no había sido creado el Mundo ni las criaturas que
más adelante recibirán el nombre de Adán y Eva, hombre y mujer. El Cielo ya
existía también durante la batalla, pues es el lugar donde se ha librado esta, diferencia de la Biblia que
nos dice que “En el principio Dios creo el cielo y la tierra” (Génesis 1:1) y
“Esta es una historia de los cielos y la tierra en el tiempo en que fueron
creados, en el día que Yahweh Dios hizo tierra y cielo” (Génesis 2:4)[1]
Del infierno, el Génesis no nos habla. Milton ya nada más comenzar su relato nos dice:
El soberano poder le arrojo envuelto en llamas y en una vergonzosa
humillación desde las etéreas bóvedas. Deforme y ardiendo, cayó en el abismo
sin fondo de la perdición [el infierno], para permanecer en él cargado de
cadenas de diamantes y rodeado de fuego castigador.[2]
Es decir que el infierno ya existía antes de la creación
de la Tierra y el hombre.
Para este estudio la traducción que he encontrado del El paraíso perdido de Milton esta en
prosa y no en verso como es la original.
El
árbol de la ciencia de Pío Baroja, que
hace referencia con este título a los dos árboles del Jardín del Edén bíblico,
el árbol de la vida y el árbol de la ciencia (Génesis 2:9). El árbol de la Vida a quien comía de su fruto
le daba vida eterna, pero el árbol de la Ciencia, del que estaba prohibido
comer su fruto por la divinidad, te daba la muerte. El saber está vedado al
hombre:
Y también impuso Yahweh Dios este mandato al hombre: de todo árbol del
jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del
conocimiento de lo bueno y lo malo, no debes comer de él, porque el día que
comas de él, positivamente morirás (Genesis 2: 16-17).
Baroja en su obra que podemos catalogar de filosófica,
nombra por primera vez el árbol de la ciencia en el capítulo III de la cuarta
parte; dice el tío Iturrioz a su sobrino Andrés Hurtado, el médico protagonista
de la historia:
—Sí, en el Génesis. Tú habrás leído que en el centro del paraíso había dos
árboles, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia y del bien y del mal. El
árbol de la vida era inmenso, frondoso, y según algunos santos padres, daba la
inmortalidad. El árbol de la ciencia no dice cómo era; probablemente sería
mezquino y triste.[3]
Ambas
obras la de Milton como la de Baroja, tomando como referencia la creación y el
Jardín del Edén, hacen una reflexión sobre el bien y el mal, sobre el
sufrimiento humano, y cómo es posible que la divinidad lo permita con lo fácil
que le sería evitarlo, ella que es todopoderosa. Dejando de lado lo que sería
el libre albedrío, la divinidad omnipresente y conocedora del pensamiento
humano tendría que evitar las malas actuaciones de este, antes de que las
cometiera.
2. El Infierno
Los ángeles caídos en el abismo y la oscuridad, aturdidos después de ser
enviados a la oscuridad: “Nueve veces, durante el espacio que mide ahora el día
y la noche a los hombres mortales, permaneció Satán tendido, rodando en el lago
ardiente confundido aunque inmortal”.[4]
Los diablos han perdido su paraíso, el cielo. Han perdido la felicidad, y
por ello almacenan dentro de sí un odio y una sed de venganza. El lugar que la
divinidad a preparado para estos ángeles rebeldes es una cárcel en las
tinieblas exteriores, “un lugar que está tres veces separada de Dios y de la
luz del cielo como el centro de la nueva creación [la Tierra] lo está del polo
más elevado” [el cielo].
Pronto el arcángel va reconociendo a sus compañeros de caída: Beelzebub, el
príncipe de los infiernos segundo de Satán, Molocch, Chamós (Péor), Baal y
Astaroth, estos últimos a veces con sexo femenino otras con sexo masculino o
ambos a la vez, porque los Espíritus toman a su antojo uno u otro sexo o ambos
a la vez. Esto recuerda al discurso de Aristófanes en el Banquete de Platón:
Primerament, en efecte, eren
tres els tipus sexuals dels essers humans, no pas dos com ara: mascle i
femella, sinó que existia a més un tercer, comú aquests dos tipus, el non del
qual ha restat actualment, per bé que en si mateix a desaparegut. L’androgin,
efectivament, era aleshores un sol tipus, quan a forma i nom, comú a tots dos
tipus sexuals: el del mascle i de la femella, [...][5]
Continúa Satán reconociendo a ángeles caídos y aparece Artoreth (llamado
por los fenicios Artaté), luego Tammuz y Dagón (monstruo marino), Rimnón,
Osiris, Isis y Orus, el último que se presentó fue Belial. Todos estos ángeles
caídos, según Milton, que son líderes en la batalla contra el todopoderoso
Yahweh –son llamados como lo fueron los ídolos conocidos en tiempos posteriores
en Canaán y sus países vecinos–,[6] todos
ellos cabezas del ejército de ángeles díscolos.
Todos aquellos ídolos o dioses y muchos otros se presentaron reunidos y
aunque su mirada era humilde y lastimosa, se podía descubrir a través de ella,
un relámpago obscuro de gozo por haber encontrado a su jefe animoso aún y por
haber descubierto que todavía no estaban perdidos del todo. Satán recobrando su
orgullo arengó a los allí reunidos para elevar su desfallecido valor y disipó
sus temores.
Manda entonces que sonaran las trompetas y clarines y que ondeara su
poderoso estandarte, la enseña imperial brilló como un meteoro, sonaba el
golpeteo de los blasones de oro y al chocarse unos con otros emitían sonidos de
guerra, lo que provocó que el ejército universal contestara con un grito que
hizo temblar la concavidad del infierno y llevó el terror más allá del imperio
del Caos.
Es curioso que Milton haga tantas referencias al Caos como el lugar
anterior a la creación y que “el Cielo y la Tierra salieron del Caos como
afirma en la página cinco de la obra escogida para este estudio, a mi parecer
es una clara referencia o influencia de la tradición clásica griega, en La Teogonía de Hesíodo encontramos:
En primer lugar existió el Caos. Después Gea [la tierra]
la de amplio pecho, Cosmogonía [universo, cielo] sede siempre segura de todos
los inmortales [Dios y los ángeles][…]En el fondo de la tierra de anchos
caminos existió el tenebroso Tártaro [el infierno][7].
Continúa Milton con más semblanzas en su relato con la tradición griega
clásica, la divinidad, Yahweh ha vencido a los diablos con su ejército de
arcángeles y con su rayo:
[…] aunque dominando a todos sus compañeros brillaba de
aquel modo el arcángel caído. Sin embargo veíanse [sic] en su semblante las
profundas cicatrices que en él había abierto el rayo[8]
[…] Contra el estrepito de su potente rayo opongamos nosotros nuestros roncos
estruendos infernales[9]
[…] o sí allá en el cielo la intermitente venganza volviese a armar su diestra
con los rayos que tan profundas heridas han abierto en nuestros pechos?[10]
En La Teogonía, Hesíodo nos
relata: “Al mismo tiempo, los vientos expandían con estrépito la conmoción, el
polvo, el trueno el relámpago y el llameante rayo, armas del poderoso Zeus”
–máxima divinidad, cómo Yahweh–[11],
como vemos hay una clara alusión a la obra de Hesíodo en la obra del poeta
inglés. Además de utilizar todos los ídolos y dioses de los pueblos gentiles
que salen en el Antiguo Testamento y convertirlos en socios de Lucifer, también
ha cogido alguna criatura como los titanes que son nombradas en La Teogonía del aedo griego.
Se reúnen en el Pandemonio los ángeles caídos, en el palacio creado por
Satán, para elegir la estrategia para recuperar el paraíso perdido
Los demonios discuten como deben vengarse o como deben enfrentarse a la
divinidad todopoderosa, en una guerra abierta o de una manera más sutil,
destruyendo la criatura que según la profecía la divinidad tiene que crear.
Los ángeles caídos, se conforman con perturbar la tranquilidad del Cielo,
saben que no morirán, pues son eternos y el castigo no puede ser peor que el
que están sufriendo ya.
Llegan noticias de que Yahweh ha
creado un mundo nuevo y en este ha hecho un jardín, el Jardín del Edén, un
paraíso donde la divinidad ha colocado a sus criaturas creadas a imagen y
semejanza de la divinidad:
Y Yahweh Dios procedió a formar al hombre del polvo del
suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida y el hombre vino ha se alma
viviente. Además, Yahweh Dios plantó un jardín en el Edén hacia el este y allí
puso al hombre que había formado (Génesis 2: 7-8)
Satanás ante estas
noticias espera a que alguno de sus príncipes se ofrezca a comprobar si las
noticias son verdaderas, pero nadie dice nada, tienen miedo de la espada de
Arcángel Miguel, por un lado así es mejor para el Rey de los demonios, así
nadie dudará del liderazgo de él; Lucifer se ofrece como líder supremo a
comprobar por sí mismo la veracidad de
la noticia.
3. El Jardín del Edén, la tentación de Adán
y Eva y el Pecado Original
La divinidad sentada en su trono y junto a él su hijo,
ambos ven como Satán vuela hacia el
nuevo mundo creado, predice la divinidad el éxito del propósito de Lucifer, el
cual pervertirá a la especie humana. Yahweh manifiesta cómo su justicia y su sabiduría están exentas
de toda culpa por lo que va a suceder, él ha creado al hombre libre y capaz de
resistir la tentación. Sin embargo declara su deseo de perdonar al hombre por
no haber caído por su propia maldad como Satanás, sino por la seducción de
este.
En el Génesis la Biblia nos relata en lo referente al
castigo de Adán, Eva y a la serpiente, que es cierto no los mata
instantáneamente, por su desobediencia a unos y por el engaño a la otra.
Dirigiéndose a la serpiente le dijo la divinidad:
Porque has hecho esta cosa, tú eres la maldita entre
todos los animales domésticos y entre todas las bestias salvajes del campo.
Sobre tu vientre irás, y polvo es lo que comerás todos los días de tu vida. Y
pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu descendencia y la descendencia
de ella (Génesis 3: 14-15).
A Eva le dijo:
Aumentaré en gran manera el dolor de tu preñez, con
dolores de parto darás a luz hijos, y tu deseo vehemente será por tu esposo y
él te dominará (Génesis 3: 16).
Y Adán le dijo:
Porque escuchaste la voz de tu esposa y te pusiste a
comer del árbol respecto al cual te di mandato: maldito está el suelo por tu
causa. Con dolor comerás su producto todos los días de tu vida. Y espinos y
cardos hará crecer para ti, y tienes que comer la vegetación del campo. Con el
sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste
tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás (Génesis 3: 17-19)
Cómo vemos no los ha matado, pero sí que los ha condenado
a muerte porque ya no les dejará comer del árbol de la vida eterna y así se han
convertido en mortales. Y dice la divinidad:
Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros
al comer de lo bueno y de lo malo, y ahora para que no alargue la mano y
efectivamente tome [fruto] también del árbol de la vida y coma y viva hasta
tiempo indefinido…(Génesis 3: 22).
Volviendo a la obra de Milton, el Hijo de Dios glorifica
a su Padre por la manifestación del perdón ofrecido al hombre; pero Dios
manifiesta, además, que aquella gracia no puede concederse a la criatura a
menos de recibir una satisfacción la justicia divina:
[…] el hombre ha ofendido a la majestad de Dios aspirando
a la divinidad, y por tanto, condenado a muerte con toda su posteridad, es
preciso que sufra castigo a menos que algún ser capaz de expiar su ofensa se
ponga en su lugar. El hijo de Dios se ofrece voluntariamente por rescate del
Hombre: el padre lo acepta, consiente en la encarnación y declara que será
exaltado sobre todo cuanto existe en el Cielo y la Tierra.[12]
Todo esto sucede antes de la entrada de Satán en el
Jardín del Edén.
Continúa el relato de Milton: Satán recorre volando el
Limbo de la Vanidad, desde allí se desplaza el Enemigo de la divinidad a las
puertas del Cielo. En su camino ve cataratas que agua que emanan del firmamento,
pasa Lucifer cerca del sol, se dirige a la escalera de oro que conduce a la
puerta, ya está en el escalón más inferior, el Universo está hacía abajo a su
espalda, vuelve la vista y queda sorprendido de la belleza del Universo. Llega a
la cima de la cumbre de la montaña donde está el Cielo, ve una metrópoli, un
país conocido, con torres y obeliscos resplandecientes iluminados por los
primeros rayos del sol, no recordaba el Cielo, su casa tan bonito, pero a la
vista de todo aquel mundo, a sus ojos tan hermoso, a la par que admiración
sintió una gran envidia.
Va buscando el ángel caído alguna referencia de donde
está la nueva creación, de ese jardín donde la divinidad ha depositado el
primer de los hombres padre de todos los humanos. Ve a lo lejos un ángel
glorioso que permanecía de pie, aunque estaba de espaldas se veía que era
hermoso. Una tiara de oro coronaba su cabeza, y su cabellera rizada brillaba
también al sol, cabellera que caía hasta el nacimiento de las alas. Estaba el
ángel distraído, como si estuviera reflexionando. Satanás para engañar a este
portero del Jardín del Edén cambió su forma y tomo la de un querubín
adolescente, no de los de primer orden, sino uno menor para dar menos sensación
de peligro, haciendo ruido se acercó al Ángel brillante el enemigo del Divino,
este se giró al sentirlo cerca. Cuando se giró Satán lo reconoció era el
arcángel Uriel, uno de los siete, que están más cerca del trono de Yahweh.
Se dirige Lucifer disfrazado a Uriel, haciéndole un poco
la pelota para que se sienta importante y no le ponga pegas a lo que le quiere
pedir –Jhon Millton veladamente nos muestra que un arcángel puede tener un
sentimiento tan de mortales como la vanidad, incluso entre los más cercanos a
Dios–, le dice al arcángel:
Uriel, tú que de los Siete Espíritus gloriosamente
brillantes que permanecen en pie delante el trono elevado de Dios estás
acostumbrado, como intérprete de su gran voluntad, a trasmitirla al más alto
cielo, donde todos sus hijos guardan tu embajada, también aquí sin duda por
decreto supremo obtienes el mismo honor y, como uno de los ojos del Eterno,
visitas a menudo esta nueva creación. Un indecible deseo de ver y conocer las
sorprendentes obras de Dios, y particularmente el Hombre, objeto principal de
sus delicias y de su fervor, el Hombre para quien ha dispuesto todas estas
obras tan maravillosas, este deseo me ha hecho abandonar los coros delos
Querubines y andar solo y errante por estos lugares. Oh tú, el más brillante de
los serafines, dime, ¿en cuál de estos orbes resplandecientes tiene el Hombre
su residencia fija?; o, no teniendo ninguna morada fija, ¿puede habitar
conforme a sus deseos todos esos brillantes orbes? Dime, ¿dónde puedo hallar,
donde puedo contemplar con mi muda sorpresa o mi manifiesta admiración aquel a
quien el Criador ha prodigado tantos mundos y en quien ha derramado todas sus
gracias? Ambos en seguida, y así en el hombre como en todas las cosas, podremos
alabar como merece al Criador universal, que justamente ha arrojado a lo más
profundo del infierno a sus rebeldes enemigos [le recuerda la victoria de la
divinidad y su ejército contra los ángeles caídos, porque seguramente Uriel fue
uno de los protagonistas principales, por su condición de ser uno de los siete
arcángeles más cercano a la divinidad] y
quien, para reparar semejante perdida,
ha creado esa nueva y dichosa raza de hombres para mayor gloria suya.[13]
Uriel lo deja entrar, y le indica donde está Adán, él se acerca y queda
maravillado de la perfección de la creación de Dios. No obstante, esto no lo
detiene de seguir su propósito.
Satanás toma la forma de cuervo marino [diferente que en la Biblia, que se
transforma en serpiente] para espiar a Adán y Eva, y por casualidad se posa en
el árbol de la Vida, por ser el más hermoso del jardín. Los escucha hablar y es
cuando descubre que les está prohibido comer del árbol de la Ciencia bajo pena
de muerte. Trama un plan para que quebranten la prohibición, pero alarga la
ejecución del plan para intentar conocer con mayor detalle la situación en que
están, es decir si son inmortales o que grado de poderes tienen y si son
parecidos a los que él mismo tiene, no olvidemos que hay una profecía que dice
que están creados a imagen y semejanza de su creador.
Volvamos al Génesis bíblico, para ver como se refleja este episodio de
espionaje a las criaturas creadas por la divinidad, y como Lucifer en forma de
serpiente interactúa con Eva:
Ahora bien, la serpiente resultó ser la más cautelosa de
todas las bestias salvajes del campo que Yahweh Dios había hecho. De modo que
empezó a decir a la mujer. “¿Es realmente el caso que Dios ha dicho que ustedes
no deben comer de todo árbol del jardín?” Ante esto, la mujer dijo a la
serpiente: “Del fruto de los árboles del jardín podemos comer. Pero en cuanto a
comer del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho: No deben
comer de él, no, no deben tocarlo para que no mueran”. Ante esto, la serpiente
dijo a la mujer: “Posiblemente no morirán. Porque Dios sabe que el mismo día en
que coman de él tendrán que abrírsele los ojos y tendrán que ser como Dios,
conociendo lo bueno y lo malo (Génesis 3:1-5)
En la obra de Milton, como hemos visto más arriba Satán
ha tomado la forma de cuervo marino y posado en el árbol de la Vida medita, no
medita sobre la vida, sino sobre la muerte de los vivos, no pensó en la virtud
del árbol que da la vida y cuyo buen uso hubiese sido la prenda de la
inmortalidad, sino lo uso para aumentar el alcance de su mirada. Ve a lo lejos
las figuras humanas de Adán y Eva, como hemos comentado más arriba, y Milton
describe a los padres de la humanidad como seres muy perfectos y hermosos:
En sus divinas miradas brillaba la imagen de su glorioso
autor, con la razón, la sabiduría y la virtud severa y pura; pero la virtud,
aunque austera inseparable de esa verdadera libertad filial que constituye la
verdadera autoridad humana. Desiguales eran aquellas dos criaturas, así como
tampoco eran parecidos sus sexos: dotado él
de valor y reflexión, ella formada
por Dios para él. La hermosura y
ancha frente del hombre y su sublime mirada revelaban el supremo poder; sus
rubios cabellos, divididos por delante, caían en ambos lados en forma de rizos
de un modo varonil, si llegar a tocar sus robustas espaldas. La mujer llevaba
como un velo su cabellera de oro, que bajaba esparcida y sin ornato hasta su
delgada cintura, enroscándose en caprichosos anillos como la vid se ensortija en
sus apoyos: símbolo de la dependencia, pero de una dependencia reclamada con
dulce autoridad, concedida por la mujer y mejor recibida por el hombre;
otorgada con sujeción no manifiesta, con modesto orgullo, con tierna
resistencia y amoroso retardo. Ninguna parte del cuerpo estaba oculta, porque
entonces la culpable vergüenza no existía.[14]
La mujer y el hombre rubios como el oro, con cabelleras
esplendidas, el hombre con una mirada poderosa, reflexivo, frente ancha –símbolo
de inteligencia en el renacimiento– los rizos de él de forma varonil, el pelo
de ella ¡símbolo de la de pendencia del hombre! ¡Concedida por ella y mejor
recibida por él! La mujer no quiere tomar decisiones se las concede al hombre,
y cuando decide pensar por ella misma, eso sí influenciada por una serpiente
parlante, condena a la humanidad a la muerte.
La desnudez desvergonzada de los dos anterior a cometer
la falta de desobediencia la narra así la Biblia: “Y ambos continuaban
desnudos, el hombre y su esposa, y sin embargo no se avergonzaban” (Génesis 2:
25).
Satanás siente las primeras palabras de Eva y Adán, pone
su oído fino para interpretar lo que dicen, Adán le comenta a Eva la grandeza y
bondad del creador que les ha dado ese maravilloso reino para vivir. Que los ha
sacado del polvo y los ha colocado en el Jardín del Edén y los ha colmado de
felicidad y a cambio solo les pide que no coman del árbol de la Ciencia,
plantado cerca del árbol de la Vida y exclama Adán: “¡tan cerca de la vida
crece la muerte! ¿Qué es la muerte?” Se pregunta Adán, debe ser una cosa
terrible sin duda, a firma, y le comenta a Eva:
[…] como tú no ignoras, Dios ha dicho que probar del árbol
de la Ciencia equivalía a la muerte. He aquí la única prueba de obediencia que
se nos ha impuesto, entre tantas muestras de fuerza y de poder como nos han
conferido, después de hibérnesenos dado el dominio sobre las demás criaturas
que poseen la tierra, el aire y la mar. No hallaremos por tanto, penosa una
ligera prohibición, cuando por otra parte gozamos el amplio uso de todas las
cosas y de la ilimitada elección de todos los placeres.[15]
Como vemos por un lado lo tienen todo, comida, compañía
de los animales y entre ellos, no pasan frío ni calor y no necesitan nada
material, además de tener vida eterna y no envejecer; lo único que no tienen es
el conocimiento del bien y del mal y de la ciencia, pero no lo necesitan, como
hemos visto pues tienen de todo. Pero el ser humano nunca tiene bastante y
basta que le prohíban una cosa para que la desee más o se puede aplicar el
refrán español de: “No solo de pan vive el hombre”, que a veces con tener las
necesidades básicas cubiertas no tenemos suficiente.
Sobre este particular encontramos en El árbol de la ciencia, de P. Baroja una reflexión que hace Andrés
Hurtado, el protagonista de la novela, en una conversación con su tío Iturrioz:
La voluntad, el deseo de vivir, es tan fuerte en el
animal como en el hombre. En el hombre es mayor la comprensión. A más
comprender, corresponde menos desear. Esto es lógico, y además se comprueba en
la realidad. La apetencia por conocer se despierta en los individuos que
aparecen al final de una evolución, cuando el instinto de vivir languidece. El hombre, cuya necesidad es
conocer, es como una mariposa que rompe la crisálida para morir. El individuo
sano, vivo, fuerte, no ve las cosas como son, porque no le conviene. […] El
individuo o pueblo que quiere vivir se envuelve en nubes como los antiguos
dioses cuando se aparecían a los mortales. El instinto vital necesita de la
ficción para afirmarse. La ciencia entonces, el espíritu de crítica, el
instinto de averiguación, debe encontrar una verdad: la cantidad de mentira que
es necesaria para la vida.[16]
El hombre necesita del
conocimiento para avanzar, sino viviría esclavo de sus pasiones y encerrado en
un bucle donde todo es siempre igual, hay que arriesgar si quieres ganar o por
lo menos jugar, sino juegas no ganas.
Volvamos a la obra de Milton,
Satán ya ha descubierto que no pueden comer del fruto prohibido, él se plantea
como es posible que les esté prohibida la ciencia:
[…] parece que no todo les pertenece [a Eva y Adán], que
crece en este sitio un árbol fatal, llamado árbol de la Ciencia, cuya fruta les
está vedado gustar. ¿Prohibida la Ciencia? Esto es sospechoso e irracional ¿Por
qué el señor les envidiaría la Ciencia? ¿Es delito conocerla? ¿Acaso es la
muerte? ¿Existen únicamente por la ignorancia? ¿Es este su estado afortunado,
la prueba de su obediencia y de su fe? ¡Oh! ¡Que feliz fundamento para
establecer en él su ruina! Por aquí excitaré en su ánimo un deseo mayor de
saber y de despreciar un mandato envidioso, inventando con el objeto de tener
humillados a los que la Ciencia elevaría a la altura de los dioses: aspirando a
ser tales, lo probaran y morirán […][17]
Las
preguntas que se hace satán son muy pertinentes, ¿se es más feliz viviendo en
la ignorancia, aunque lo tengas todo?
En
El árbol de la ciencia, Hurtado dice
que seguramente Dios después de prohibirles comer del árbol de la Ciencia y
decirles que podían comer del árbol de la Vida, añadió: “Comed del árbol de la
vida, sed bestias, sed cerdos, sed egoístas, revolcaos por el suelo
alegremente; pero no comáis del árbol de la ciencia, porque ese fruto agrio os
dará una tendencia a mejorar que os destruirá.”[18]
La
falta de conocimiento nos animaliza.
Continuamos
con Milton y su Paraíso perdido,
Uriel se ha percatado que algo extraño ha ocurrido con el presunto ángel que él
había dejado entrar en el Edén, lo ha perdido de vista y eso que tiene una
vista portentosa. Se va a visar al arcángel Gabriel, jefe de las angélicas
guardias y le explica lo sucedido. Gabriel le dice que vuelva a la puerta que
él enviará a unos ángeles guerreros para ver lo que ha podido suceder. Manda a
Ithuriel y Zefón, y les dice que vuelen
lo más rápido posible y que recorran todo el jardín, pero sobre todo el lugar
que habitan las hermosas criaturas, que seguramente en el momento que Gabriel
los está mandando estarán durmiendo. Se dirigen estos dos ángeles alados al
Edén, a la descubierta del intruso que Gabriel sospecha es un diablo que se ha
escapado de su confinamiento en el Infierno.
Ithuriel
y Zefón, se encuentran a la pareja creada por la divinidad durmiendo y pegado
como “un sapo” al oído de Eva, intentando con su arte diabólico incrustar en el
cerebro de está el mandato para la traición, aprovechando que dormía inocentemente.
Mientras estaba ocupado en estos menesteres, Ithuriel lo tocó con la punta de
su lanza, y “como ninguna impostura alcanza a resistir el contacto de un temple
celeste,” volvió Satanás a su estado natural. Satán se estremeció al verse
descubierto y sorprendido y los ángeles guerreros retrocedieron un paso, medio
sorprendidos al ver el terrible monarca de las tinieblas. Sin embargo se
repusieron de la sorpresa inicial, acercándose de nuevo a él le preguntaron qué
hacía allí, velando la cabeza de los que duermen. El diablo les preguntó: “¿Me
reconocéis?” Y Zefón el bello querubín dijo que sí, pero que su forma ya no es
la misma de cuando era recto y puro, ahora ha perdido la gloria y se parece a
un “pecado” y al horrendo y tenebroso lugar donde ha sido condenado. Lucifer
queda un poco perplejo y se lamenta de haber perdido el brillo de antaño. Les
dice a los ángeles que no combatirá contra ellos, que solo lo hará de igual a
igual contra Yahweh.
Le
contesta Zefón:” nos ahorra la prueba de que el menor de entre nosotros podría
hacerte solo contigo, malvado, y por consiguiente débil.”
Se
escuchan ruidos que se acercan, es Gabriel con un escuadrón de ángeles, cuando
lo ven Ithuriel y Zefón le entregan al que conducían. Gabriel lo mira y le
interroga:
¿Por qué,
satán has atravesado los límites prescritos a tus maldades? ¿Por qué vienes a
turbar en su destino a los que no quieren rebelarse como tú? Atiende, sin
embargo, que tienen poder y derecho para preguntarse por qué te has atrevido a penetrar
en este lugar, donde te ocupabas, a lo que parece, en violar el sueño y en
inquietar a los que Dios ha destinado este lugar para su felicidad.[19]
Satán
le responde: “Gabriel tú que eras reputado en el cielo como sabio y como tal yo
te había juzgado, con la pregunta que me has hecho me haces dudar de ello. ¿Escapar
del infierno aunque este condenado? Tú mismo lo harías sin duda, tú mismo te
apartarías lo más lejos del dolor, donde esperarías cambiar penas por placer y
esto es lo que busco en este lugar.” Le añade Satán, “si el que me mandó
aquella cárcel oscura no quería que saliera ¿por qué no puso puertas de hierro?
Y es cierto me hallaron aquí, pero eso no quiere decir que haya utilizado
violencia o engaño.”
Gabriel
le contesta: “dudas ahora de mi sabiduría y ere tú quien avenido aquí olvidando
que quien te condenó, puede condenarte siete veces peor de lo que lo ha hecho y
que ninguna pena puede igualar a la cólera infinita provocada. Tú estás loco y
además has venido solo. ¿Qué el suplicio es menor para ellos? O ¿Es que tú eres
más débil y menos sufrido que ellos?”
Los
dos se enzarzan en discutir si es más valiente uno o más cobarde el otro, qué
si uno aguanta más que el otro, que sí para no haber conocido el mal, insultas
demasiado.
Gabriel
le dice que se vaya sino quiere que lo devuelva al infierno encadenado y
humillado, y no volverá a escaparse si le dice a Yahweh que está allí. Tú y yo
tenemos las mismas fuerzas, tú has cometido una locura, yo con ayuda te
venceré, no opongas resistencia. Satanás alzo la vista y dijo: ya no más y huyo
murmurando, con él también huyo la noche y amaneció.
Cuando
amanece Eva le cuenta su sueño a Adán:
“¡Oh tú, el
único con quien descansa el pensamiento, mi gloria y mi perfección! ¡Cuánto es
mi gozo al ver tu rostro con el nuevo día! Esta noche (hasta ahora nunca había
pasado una noche semejante) soñé (si fue sueño), no en ti, como hago muchas
veces, […] sino en ofensas y turbaciones que nunca mi ánimo había experimentado
antes de esta triste noche. Me ha parecido que alguno en mi oído, me llamaba
con dulce voz; [...] creí que era la
tuya y me decía: “¿Por qué duermes, Eva?”[…] Me he levantado a tu llamamiento,
pero no habiéndote encontrado, […] emprendí entonces mi paseo; parecióme [sic]
que recorría sola diferentes caminos que me han conducido de improviso al árbol
vedado de la Ciencia, el cual me pareció hermoso, […] Y como le admirase
sorprendida, vi inmediato en él una figura semejante por su forma y por sus
alas a uno de esos querubines celestes que hemos visto algunas veces […] Y
decía: “Oh bella planta, de fruta tan cargada, ¿nadie se digna aliviarte de
peso, ni Dios, ni hombre prueban tu dulzura? ¿Tan despreciada está la ciencia?
¿La envidia o alguna reserva prohíben el gustarte? […] nadie me privará a mí de
ese don que me ofreces; ¿por qué sino para disfrutarlo estaría aquí? […] sin
detenerse, con mano temeraria, lo arranca y lo prueba. Un frio horror heló mi
pecho al oír palabras tan atrevidas […] pero él transportado de gozo dijo: “¡Oh
fruto divino, dulce por ti mismo y mucho más dulce así cogido! ¡Prohibido de
este modo parece que estás reservado únicamente para los dioses, y sin embargo,
eres capaz de hacer a los hombres dioses! Llega aquí, dichosa criatura, Eva,
hermoso ángel; comparte conmigo estos dones; aunque feliz seas puedes ser más
feliz todavía, […] Gusta de esta fruta y de hoy más estarás entre los dioses,
diosa tu misma, no más en la tierra confinada, sino que, como nosotros, ora
permanecerás en el aire, ora ascenderás al Cielo por tu propio merito […]
Hablando de esta suerte acercóse [sic] a mí y me llevó hasta la boca una parte
de aquella misma fruta que arrancada por él había conservado: su grato y
sabroso aroma inflamó de tal modo mi apetito, que me pareció imposible dejar de
probarla. […] Pero ¡oh! ¡cuánta fue mi felicidad, cuando al despertar conocí
que todo aquello no era más que un sueño![20]
Adán
le contesta, que le turba que haya tenido ese sueño y le preocupa que sea
debido al mal. Se pregunta: “pero ¿de dónde proviene el mal? El mal puede estar
en el alma como facultades inferiores que obedecen a la razón como su soberana.
La imaginación ejerce la primacía de estas
facultades inferiores, cuando estas despierto crea fantasías y formas
leves que la razón reúne o separa, afirmando o negando, creando lo que nosotros
llamamos opinión. Si se retira la razón, durante el sueño, la imaginación que
busca contradecirla, quiere imitarla; uniendo confusamente las formas, produce
muchas veces extrañas obras, sobre todo en los sueños, adecuando mal las
palabras y las acciones. Puede el mal entrar o salir del espíritu de Dios y del
hombre sin que él lo quiera y sin dejar en él ni huella ni mancha. Lo que me
infunde confianza es que lo que aborreciste en sueño, no consentirás jamás hacerlo
despierta.” Adán tranquilizada Eva le dice de ir hacer sus oraciones diarias.
Mientras
las inocentes criaturas oran Yahweh los mira con compasión y llama al Arcángel
Rafael y le dice: “Rafael ya sabes el desorden que ha causado Satán en el
Paraíso terrestre, huyendo del infierno, sabes que ha perturbado durante la
noche la pareja humana. Parte pues para el Jardín y le hablarás a Adán como su
amigo, recuérdale su estado dichoso, la felicidad que goza confiado a su propia
y libre voluntad, que aunque libre es mudable, adviértele que se guarde de
desviarse por demasiada confianza. Señálale el peligro que le amenaza y de
donde procede.”
Llega
Rafael al confín oriental del Paraíso, se encuentra con Adán y le comenta que
él es objeto de su visita. Adán convida a Rafael a comer de los manjares del
paraíso, ente ellos frutos de ambrosía [lo que comen los dioses olímpicos]. Una
vez satisfecho de los manjares y bebidas el ángel del señor anunció a Adán:
Si eres
dichoso, se lo debes a Dios; si continúas siéndolo, lo deberás a ti mismo, es
decir a tu obediencia [dónde está el libre albedrío]; por tanto, continúa en
esta obediencia. Esta es la advertencia que te he dado; consérvala en tu
memoria. Dios te ha hecho perfecto, no inmutable; te ha hecho bueno, pero te ha
dejado dueño de perseverar en tu bondad: ha dispuesto que tu voluntad fuese
libre por naturaleza y no sujeto al hado inevitable o a la inflexible
necesidad. Desea que nuestros servicios sean voluntarios y no forzados; tales
servicios no pueden ser aceptados por él, porque, ¿cómo asegurarse que unos
corazones no libres obrasen voluntariamente o no, no deseando más que lo que el
destino les forzase a querer, sin facultad de obrar otro deseo?[21]
La
divinidad se contradice, pues te concede la posibilidad de elegir, pero sino
haces lo que ella te dice o lo que a ella la agrada, te condena a muerte y
antes que llegue está a la enfermedad, porque salud ya la tenías, a la
desdicha, porque la felicidad ya la tenías, a la escasez, porque la plenitud ya
la tenías.
Adán
promete ser fiel a su creador, pero le pide a Rafael que le esplique que
sucedió en el Cielo para que unos ángeles fueran expulsados de él. Rafael
consiente en explicarle todo lo sucedido y le dice, que antes de ser creada la
tierra donde él habita, había el Caos, donde se mueven todos los cielos, en el
centro de estos cielos se sitúa ahora la tierra. Un día fueron llamados todos
los ángeles de todos los confines en presencia del Omnipotente. Colocados por
orden de jerarquía delante de Yahweh, este acompañado por su hijo a la diestra,
les dirigió la palabra y les dijo que en ese día había engendrado a su único
hijo, el que tenía a la diestra. Lo proclamo jefe de todos los ángeles desde el
mayor rango al menor. Todos debían hincar la rodilla ante él. Empezaron las
fiestas, los ángeles comían y bebían, cuando llegó la noche y se fueron a
descansar, algunos ángeles permanecían despiertos velando el sueño de los
otros. Satanás también estaba despierto, pero él era por otro motivo, él que
era el más grande entre los Arcángeles, el de más poder y el favorito de la
divinidad; ahora la envidia por el Hijo de Dios no le dejaba dormir, honrado
aquel día por su padre y proclamado Mesías y Rey ungido. Satanás no pudo
soportar aquel espectáculo y se creyó desgraciado. Decidió Satán retirarse a la
media noche con todas sus legiones y menospreciar el Trono Supremo, desobedecerlo.
Piensa Lucifer retirarse a sus cuarteles del Norte y crear su propio reino
paralelo al de la divinidad y Jesús. Yahweh, que lo ve todo, no puede tolerar
esta desobediencia y despierta a su hijo, ambos deben luchar para mantener el
poder sin ningún tipo de discrepancia.
Satán
en sus cuarteles del Norte, se sube a una montaña y erige su trono, allí en la
montaña de la Alianza, reunió a todos sus partidarios y lo nombran Rey. La
Divinidad, manda al Arcángel Miguel y Gabriel con sus tropas a combatir a los
ángeles díscolos.
Los
Arcángeles guerreros van venciendo a los sublevados que se retiran del campo de
batalla por la noche. Lucifer Convoca un Consejo e inventan maquinas diabólicas
que provocan el segundo día de batalla el desorden en las tropas de Miguel,
pero al fin Miguel y sus ángeles guerreros arranca las montañas donde se
refugiaban los demonios y abaten con ellas las fuerzas de Satán. Al tercer
día Yahweh manda a Jesús. A quien le
estaba reservado el honor de la victoria. Llega al campo de batalla revestido
del poder de su padre, mandando a todas las legiones que permanezcan tranquilas
en sus puestos, avanza él solo sobre un carro y se precipita con el rayo en la
mano en medio de sus enemigos, quienes incapaces de resistir, son perseguidos
hasta las murallas del cielo. Se abren las puertas del cielo y caen los
demonios en el abismo envueltos en horro y confusión. Después de esta gran
victoria vuelve el Mesías junto a su padre.
Rafael,
después de explicarle la guerra con los demonios y a petición de Adán, explica
cómo y para qué fue creado en un principio el mundo. Rafael narra que: Jesús
junto a su padre, cargados de Majestad Divina, con la sabiduría y el amor
inmenso abrieron en toda su extensión sus puertas eternas del Cielo. Contemplaron
el inconmensurable abismo, turbulento como un mar, sombrío y desierto y feroz.
Pensaron ambos crear un mundo nuevo. Yahweh llevado por querubines entro en el
Caos y el mundo no nacido. La divinidad trazó con un compás de oro la
circunferencia de aquel universo y de todas las cosas creadas. Apoyó una punta
de aquel compás en el centro y girando la otra en la basta y oscura profundidad
dijo: “hasta aquí llegue su extensión; tus limites acaben en este lugar y sea
esta mundo tu exacta circunferencia”. De esta forma creó Dios el cielo y la
tierra, antes materia informe y vacía. Tinieblas cubrían el abismo. Sobre la
superficie acuosa extendió sus alas y dio calor vital, todo lo corrompido se
precipitó al fondo. Extendió el aire entre los objetos, repartió los diferentes
globos y colocó la Tierra en el centro equilibrándose por ella misma. Y dijo:
¡Sea la luz! De repente la luz etérea, la primera de todas las cosas, brotó del
Abismo.
En
el Génesis bíblico encontramos: En el principio Dios creó los cielos y la
tierra. Ahora bien, resultaba que la tierra se hallaba sin forma y desierta y
había oscuridad sobre la superficie de la profundidad acuosa; y la fuerza
activa de Dios se movía de un lado a otro sobre las superficies de las aguas. Y
Dios procedió a decir: “Llegue a haber luz”. Entonces llegó a haber luz
(Génesis 1:1-3).
Como
vemos la versión de la Creación que hace Milton por boca del Arcángel Rafael no
dista mucho del texto bíblico, en lo que sí hay diferencia es que Milton como
poeta adorna mucho cada paso de la creación. En este ejemplo del “primer día”
no se ha reproducido literalmente el texto por su extensión y ornamento. Lo que
sí encontramos en el texto de Milton, que no está en el texto bíblico es a cada
nueva creación los coros celestiales lo celebran con canticos, aclamaciones y
música de clarines y arpas. También se diferencia del texto bíblico en que el
mundo lo crean Yahweh y su hijo Jesús.
Una
vez terminados cielo y tierra, llenado el océano de criaturas acuáticas, lleno
el aire de aves y pagaros, la tierra de todo tipo de animal y planta. Faltaba
todavía la obra maestra, el fin de todo
lo que se había hecho, una criatura que por su condición no es igual a las
criaturas vivientes, sino dotada de razón pudiera permanecer recto, con frente
serena, conociéndose a sí misma, un ser magnánimo, capaz de corresponder con el
cielo y reconocer, en su gratitud, el origen de su felicidad y agradecérsela a
su creador. Por esto el Padre Todopoderoso y Eterno, le dijo al Hijo:
Hagamos
ahora al Hombre a nuestra imagen y semejanza; y tenga dominio sobre los peces
de la mar, y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la
tierra, y sobre todo reptil que se arrastra en la tierra.
Y dicho
esto, te formó a ti [no olvidemos que es Rafael que cuenta la creación a Adán],
Adán, a ti, oh hombre, del barro de la tierra, y con un soplo inspiró en tu faz
un aliento vital; te creó a su propia imagen, de Dios viva semejanza, y fuiste
ánima viviente. Varón Él te creó y hembra a tu compañera para aumentar tu raza.
Entonces bendijo el género humano y dijo: Creced y multiplicaos, y henchid la
tierra.[22]
Este
pasaje es prácticamente literal al texto bíblico de Génesis 1: 26-28.
Una
vez relatada la creación por parte de Rafael a los padres de la humanidad, Adán
le hace preguntas a Rafael sobre los movimientos de los cuerpos celestes;
recibe una respuesta ambigua y una exhortación para que prefiera instruirse de
cosas más dignas de ser conocidas, y le comenta: “El Supremo artífice ha obrado
sabiamente en ocultar y no divulgar sus secretos a los que, más bien que entrar
en su examen, deben admirarlos.” Está conforme Adán con lo que dice Rafael,
pero deseando retener por algún tiempo más a Rafael le cuenta sus primeras
ideas después de la creación, el modo como fue trasladado al Paraíso:
A mi cabeza llegóse
[sic] un repentino sueño, cuya interior aparición inclinó gratamente la
imaginación a creer que conservaba todavía el ser y la existencia mía. Parecióme
[sic] que alguno con la faz divina se acercaba a mí y me decía: ¡Tu mansión te
reclama, Adán: levántate primer hombre y padre destinado de innumerable prole!
Por ti llamado, vengo a conducirte al jardín de la Gloria, donde se haya
preparada tu morada.[23]
Continúa
Adán relatando su conversación con Dios, acerca de la soledad y de la
conveniencia de una compañera. Su primer encuentro con y su enlace con Eva:
Esta vez me
has compensado [dice Adán a Yahweh], cumpliendo tu promesa. Benigno y generoso
Creador, de quien procede todas las cosas bellas ¡Pero tu don de este día por
nadie enviado es el más hermoso de todos tus presentes! En el veo los huesos de
mis huesos, la carne de mi carne, a mí propio tengo ante mis ojos. Está será
llamada varona porque del varón fue tomada; por lo cual dejará el hombre a su
padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán dos en una carne, un corazón y
un alma.[24]
En este párrafo, desde veo los huesos de mis
huesos…Es prácticamente literal a
Génesis 2:23-24. En la Biblia dice: “Esta será llamada mujer”, no “varona”
imagino que el traductor aunque ha traducido del ingle, mantiene varona por la
analogía con el latín: Hæ vocabitur Virago quoniam de virosumpta
est. (Génesis 2:23).[25]
Es casi de noche y Rafael se despide de Adán y Eva, Adán
le agradece los consejos sobre la fidelidad que debe guardar a la divinidad, le
agradece su condescendencia y su cercanía para explicarle cosas.
Satanás
mientras tanto había estado recorriendo la tierra, y meditando como hacer daño.
Cuando cae la noche vuelve al Paraíso como una niebla. Se introduce en una
serpiente dormida. Adán y Eva salen al amanecer a realizar sus ocupaciones
ordinarias. Eva propone que cada cual se coloque en distinto lugar y trabaje
aparte. Adán se opone a ello, pues ahora que la ha sido revelada la presencia
del maligno, tiene temor de que este se valga de la soledad de Eva para
tentarla. Ofendida Eva de aquella desconfianza en su prudencia y entereza,
insiste en la separación deseosa de poner a prueba sus fuerzas. Adán cede al
fin:
Aunque
firmes estamos, es posible que lleguemos a extraviarnos, porque puede llegar a
suceder que sobornada la Razón por el Enemigo, halle algún objeto engañoso y
caiga sorprendida en una decepción imprevista, por no haber conservado una
exacta vigilancia como así le estaba prevenido. Huye pues, de la tentación, que
mejor es evitarla, y la evitarás probablemente, si no te separas de mi lado:
llegará la prueba sin que la busquemos. ¿Quieres probar tu constancia? Prueba
primero tu obediencia. Pero ¿cómo puedes suponer la primera si para ti no ha
llegado todavía la tentación? ¿Cómo responder de ella? Si imaginas que una
tentación no buscada pueda sorprendernos más fácilmente a los dos unidos y por
tanto descuidados, que no estando tu sola y avisada, vete; porque tu presencia
contra tu voluntad, más que la ausencia, de mi te alejaría. Contigo vaya tu
inocencia nativa; reúne toda tu virtud y fía de ella, y así como Dios ha hecho
contigo su deber, haz tu el tuyo.[26]
Le
contesta la matriarca de la humanidad:
Parto, pues,
con tu licencia y con la prevención que es necesaria, convencida por la fuerza
de la razón de tus últimas palabras. Olvidando la tentación, quizás nos
encontraría menos preparados y por esto me alejo más contenta. Sin embargo, no
debo esperar que un enemigo tan orgulloso se dirija con preferencia al ser más
débil: [¡la mujer!] si fuese vencido sería mucha más vergonzosa su derrota.[27]
Desde
el amanecer, Satanás, ha tomado apariencia de serpiente. Está buscando un lugar
propicio para salir al encuentro de alguno de los dos habitantes del Edén,
aunque abrigaba la esperanza de
encontrarse con Eva a solas, alejada de Adán pesaba que sería improbable.
Conforme a sus deseos, descubrió a Eva rodeada por una nube de perfume, risueña
y medio oculta entre flores. Poco a poco se va acercando la serpiente a la
cándida Eva, va viendo la belleza del vergel por donde pasa, piensa en su mal y olvida por un instante su
intención de vengarse, pero le viene el recuerdo del infierno abrasador y
recobra el odio:
¡Oh pensamiento,
dónde me habéis conducido! ¿Cuál ha sido el seductor impulso que ha logrado
hacerme olvidar el objeto y esperanza de trocar el infierno con el paraíso ni
de gozar en él placer alguno. Para mí no existe más que el odio y si algún
placer debo experimentar, debe ser el de la destrucción: todos los demás goces
no existen ya para mí.[28]
Satán
en forma de serpiente hermosa se acerca a Eva, esta no nota en un principio la
presencia de la serpiente, la serpiente se posa delante de ella, le manda una
gentil expresión aunque muda, fija la mirada en Eva y esta para de hacer lo que
estaba haciendo y la observa entretenida. Satán se siente satisfecho de haber
llamado la atención de la primera mujer y empezó a hablarle:
Maravilla no
te cause, dueña soberana, sí a ti, que eres la sola maravilla, algo puede
causártela, que me atreva a acercarme a ti y levantar mis ojos a tu cielo de
dulzura; ni los tuyos armes de desprecio o de rigor, porque, ansiosa de
admirarte siempre, he olvidado el temor que infunde tu imponente aspecto, más
imponente aún en este recinto. ¡Oh, imagen la más bella de tu Divino Hacedor!
Admírante [sic] todos los seres que de vida gozan y cuanto existe y te
pertenece; cuanto a tu dominio se halla contempla con arrobo tu belleza
celestial. Mayor aprecio alcanza la hermosura, al paso que más numerosos son
sus admiradores; pero en este selvoso recinto, entre estos animales,
espectadores groseros e incapaces de apreciar siquiera la mitad de tu belleza,
¿quién es el que te ve, a no ser un solo hombre? ¡Y que es un solo admirador
para ti, que deberías ocupar un rango distinguido entre los dioses, rodeada de
una angélica corte que sin cesar te adorara y sirviera.[29]
Los
halagos de la serpiente hacen mella en Eva y aún sin estar repuesta de la
sorpresa le contesto:
¿Quién eres
tú? ¿Cómo es posible que con humana razón y lengua humana así se explique un bruto? Yo creía, al menos, que la palabra había sido
negada a los animales y que Dios en el día de su creación los había hecho mudos
e incapaces de todo sentido articulado. Por lo que hace al pensamiento estaba
en duda, porque muchas veces creí percibir algún destello de razón en las
miradas y en las acciones de los brutos. Te conocía a ti, serpiente, como el
más sutil de los animales terrestres; pero ignoraba que estuvieses dotada de la
voz humana. Repite, pues, este milagro, y di cómo has alcanzado la voz, de muda
que eras, y cómo más amiga mía te muestras que el resto de la especie bruta que
a mi vista se ofrece sin cesar.[30]
Satán le replicó a
la primera mujer:
Como las
otras bestias que pacen las hierbas que
pisan, era yo al principio; bajos y abyectos eran mis pensamientos al igual que
mi sustento; tan solo el alimento o el sexo me era dado discernir, y en mí no
tenía cabida ninguna idea elevada; hasta un día, errante por los campos,
casualmente descubrí a lo lejos un hermoso árbol cuya abundante fruta parecía
de oro y púrpura en sus reflejos. […] noté que de sus ramas se exhalaba un
delicioso aroma que excitaba al apetito. […] Para satisfacer el vivo deseo que
sentía de gustar aquella fruta, resolví no diferirlo: además, el hambre y la
sed, consejeros persuasivos, […] me incitaban vivamente. Mas como a Adán y a ti
tan solo es dado, a causa de vuestra estatura, alcanzar las altas ramas que se
extienden por sobre de la tierra, […] me subí a lo alto del árbol, […] un gran
número de animales atraídos por el mismo deseo, permanecían al pie de él sin
poder alcanzar la fruta y envidiando mí destino. […] llegando a la mitad del
árbol, donde más copiosos y seductores eran los frutos, apresuréme [sic] a
arrancarlos y comí con saciedad, porque hasta aquel momento nunca había
experimentado un placer semejante ni en fuente ni en pastura.[31]
Eva,
intrigada le pide a la serpiente que la conduzca hasta el árbol que da ese
maravilloso fruto, la serpiente le indica que no está muy lejos y ambos se
dirigen hacia él. Cuando llegan al árbol de la Ciencia, Eva lo reconoce y dice
que se podían haber ahorrado el viaje, pues el árbol ese, aunque frondoso, solo
será beneficioso para ti, para mí es infructuoso. Maravillosa virtud tiene para
ti, si produce tales efectos. Pero nosotros no podemos ni tocar ni probar sus
frutos, dice Eva. Así Dios lo ha dispuesto y nos ha ligado con esta
prohibición, la única que nos dio.
Satán
astuto, le dice, después de declararos la divinidad dueños de cuanto existe en
el aire y en la tierra, ¿os prohíbe comer frutas de los árboles que se encuentran en este jardín?
Eva
le contesta, de las frutas que están en el Paraíso podemos comer de todas
excepto de la que está en medio del jardín, porque moriremos.
Satanás,
un poco contrariado al ver que no sería tan fácil convencer a Eva que comiera
del fruto, le hace una reflexión sobre el bien, el mal, sobre lo justo y lo
injusto:
Reina de
este universo, no creas estas severas amenazas de muerte: de ninguna manera
moriréis. Y ¿por qué motivo? ¿Por el fruto de un árbol que os dará la vida de
la ciencia? ¿Moriríais acaso porque así le plugiera [sic] al Autor de la amenaza? Contempladme a mí; yo
he tocado y probado ese fruto, y sin embargo, vivo y mi vida ha sido desde
entonces más perfecta que la que la suerte me había deparado. ¿Cómo puede
negarse al hombre lo que está al alcance del bruto? ¿Cómo es de creer que Dios
encendiera su ira por tan ligera ofensa? Al contrario, ¿no alabará más bien
vuestro indomable valor, el cual a pesar de la amenaza de muerte que se le
impuso (cualquiera cosa que la muerte sea) [no hay que olvidar que ni Eva ni Satán ni la serpiente saben que es la
muerte, pues son inmortales] no cejó hasta que pudo alcanzar lo que podía
conducirle a una vida más dichosa, al conocimiento del bien y del mal? ¿Hay
nada más justo que conocer el bien? Si realmente el mal existe ¿por qué no
conocerlo para evitarlo con más facilidad? Dios no puede, pues, dañaros y ser
justo: si no es justo no es Dios y entonces ni obedecerle ni temerle es
necesario […].
¿A qué fin,
pues, os prohibió que comierais de este fruto? ¿Por qué, sino para
amedrentaros? ¿Por qué, sino para que le adoréis humillados e ignorantes?
Porque sabe Dios que, en cualquier día que comierais de él, serán abiertos
vuestros ojos; y seréis como dioses, sabiendo el bien y el mal. […] De este
modo quizás moriréis, perdiendo el ser humano para adquirir el ser divino;
muerte apetecible. […] Divina humana, cógela y pruébala libremente.[32]
Las
palabras de Satanás hicieron mella en Eva, ella mira la fruta que con su solo
aspecto ya llamaba a ser comida. Ya era el medio día, y se despertaba en Eva un
ardiente apetito, acrecentado por el olor de aquella fruta, está a punto de
comerla, pero se detiene un momento y piensa: “si Dios nos prohíbe que
conozcamos, nos niega el bien impidiéndonos ser sabios”. Piensa Eva en comer el
fruto y en un principio no decirle nada a Adán, pero dice, él se dará cuenta de
mi cambio o si muero porque Dios me ha
visto, Adán vivirá dichoso con otra Eva después de mi muerte. “¡Pensarlo es ya
morir! [Milton la adivina celosa] Dice Eva estoy decidida a comérmela, y hare
participe a Adán. El día que comamos esta fruta moriremos, piensa Eva, “pero
¿cómo qué no ha muerto la serpiente? Solo estará reservada para nosotros la
muerte –piensa Eva. La serpiente la ha comido y no se ha vuelto envidiosa, al contrario
ha publicado su gozo. ¿Qué es lo que debo temer, pues? Mi temor debería estar más bien en esta ignorancia del bien y
del mal, de Dios el remedio de todo, de la ley o del castigo.” Tomo la
desdichada la fruta con la mano y se la comió. La serpiente se escondió en la
maleza. Eva experimentó un placer enorme, nunca había comido una fruta tan
sabrosa. La devoro con avidez imaginando
haber alcanzado la suprema sabiduría. Le hizo una reverencia al árbol y se
alejó en busca de Adán.
Estaba
Adán cerca del árbol de la Ciencia, cuando halló a su esposa que acababa de
separarse de él. Llevaba en la mano un hermoso ramo de frutos del árbol de la
Ciencia, que perfumaba el aire. Al verle corrió hacia Adán, cuando llegó a su
altura le dirigió palabras cariñosas y le explicó lo que le dijo la serpiente
sobre el árbol y sus cualidades:
Este árbol
no es, como nos dijo, un árbol cuyo fruto sea peligroso. Lejos de abrir la
senda a desconocidos males, su divino efecto abre los ojos y transforma en
dioses a los que lo prueban: así ha acontecido en los que lo han gustado. […]
La felicidad que contigo yo comparto, es para mí la verdadera; la dicha que
conmigo tú no gozas, pronto se me hace enojosa
e insufrible. Por tanto, prueba también este fruto; igual suerte nos
una, para que igual contento podamos disfrutar así como igual es nuestro amor.[33]
Así
le contó Eva su historia, estaba contenta, Adán por su parte apenas conoció la
fatal noticia, inmóvil, confundido sintió correr un escalofrío por su cuerpo y
sintió como todos sus huesos se descoyuntaran. Se le cayó de las manos la
corona de flores que había tejido para Eva. Dirigiéndose a su esposa le dijo:
igual que estas flores hermosas que cogí para ti, ahora están marchitas y
presas de la muerte, así te perdiste y tú también eres presa de la muerte.
Continúa Adán preguntando a Eva el porqué de su falta:
[…] ¿cómo has
cedido a la tentación de desobedecer el estricto mandato, de violar el sagrado
fruto que te estaba prohibido? ¿Qué maligno ardid, fraguado por un enemigo
oculto, labró tu engaño, perdiéndonos a los dos? Porque ¿cómo podría vivir sin
ti, […] y aun que Dios cree otra Eva sacándome otra vez una costilla, tu
perdida no podría borrarse nunca de mi pecho. ¡No, no! Los lazos de la
naturaleza me sujetan; tu eres la carne, el hueso de mis huesos; ¡feliz o
miserable tu destino será para siempre el mío![34]
Adán
le comenta a Eva: “No puedo imaginar que Dios Creador, sabio aunque severo,
quiera destruir por este motivo a sus primeras criaturas, mas sea como fuere,
mi suerte está ligada a la tuya y estoy resuelto a sufrir la pena a la que te
hayas hecho acreedora.” Eva conmovida por la prueba de amor de Adán, le dice
que no tiene ninguna obligación de comer la fruta, que ella acepta el castigo
por su falta y él no tiene por qué hacerlo. Los dos abrazados, Eva le ofrece la
fruta y Adán come de ella. Los dos embriagados por el sabor, ambos imaginaban
sentir en el interior la divinidad, pero el fruto creó el efecto contrario,
despertó el deseo carnal, Adán empezó a fijar en Eva lascivas miradas y también
Eva miro Adán de forma diferente a que lo había hecho en toda su vida, ambos
ardieron en impúdicos deseos.
Pero
cuando se pasaron los efectos del fruto engañoso, se sintieron como si
despertaran de un penoso ensueño. Al mirarse, comprobaron que la inocencia
había desaparecido, la confianza entre ambos natural había huido y los había
dejado expuestos a la culpable vergüenza. “¡Triste fruto de la ciencia, si
ciencia puede llamarse la que nos muestra que así desnudos nos hallamos!” Dijo
Adán y añadió: “en estado deplorable que
nos hallamos, deliberemos acerca del
mejor medio de ocultarnos el uno del otro lo que más expuesto se halla al
parecer a la vergüenza, lo que con menos decencia se ofrece a nuestra vista.”
Se
taparon con hojas de higuera que habían entre tejido, aquellas partes de su
cuerpo que pensaron más impuras. Lloraban ambos, mientras acudían a su pecho
sensaciones y pasiones que nunca habían sentido, como el odio, la cólera, la
desconfianza, la sospecha o la discordia.
Así
Adán y Eva pasaban infructuosamente el tiempo haciéndose reproches el uno al
otro, pero ninguno se sentía culpable, su vano altercado no tenía fin.
4.
La expulsión de Adán y Eva del Paraíso
Sabida
la desobediencia del hombre, los Ángeles guardianes abandonan el Paraíso y
vuelven al Cielo para justificar su vigilancia. Su conducta es aprobada porque
Dios declara que la entrada de Satán no pudo ser evitada por ellos.
En
el Edén, la tarde ya estaba cayendo y el
sol se estaba ocultando, la voz de Dios, que se paseaba por el paraíso, fue
llevada por las suaves brisas a oídos de Adán y Eva, oyéndola se ocultaron
entre los árboles más frondosos. Pero acercándose, Dios llamó a Adán en voz
alta:
Adán, ¿en
dónde estás, tu que siempre salías gozoso a mi encuentro apenas me divisabas a
lo lejos? Tu ausencia no me agrada. ¿Por qué te hallo ocupado en la soledad,
cuando antes llevado por tu deber te presentabas a mi vista sin ser buscado?
[…] ¿Qué es lo que te detiene? ¡Ven!.[35]
Obedeció Adán y salió detrás iba Eva. Contesto
Adán a la divinidad: “Oí tu voz en el paraíso y tuve temor, porque estaba
desnudo y escondíme. [Sic]” Le contesta Yahweh: “muchas veces oíste mi voz y no te infundió temor, al contrario
te alegraba, ¿Cómo es que ahora en tan temible se te ha vuelto? ¿Y quién te ha
dicho que estas desnudo, sino el haber comido del árbol del árbol que te mandé que
no comieras?”
Adán,
lleno de angustia le contestó: “tengo un terrible conflicto, hoy al presentarme
delante de mi juez, ya sea para mostrarme como único culpable o para acusar a
otro, a la compañera de mi vida, debería ocultar su falta mientras conservo su
fidelidad y no exponerla a la censura por mi queja, pero un lamentable deber,
me obliga a hablar por temor a que todo el peso del pecado y su castigo recaigan sobre mí. La mujer que
me diste por compañera, que me ofreciste como uno de los dones más colmados,
que era tan buena, tan perfecta, cuya mano no podía imaginar ningún daño, esta
mujer me dio del árbol y comí.”
Dios
le responde a Adán: “¿Era ella tu Dios para obedecerla? ¿Era ella tu guía?”
Luego
se dirige la divinidad a Eva: “Di mujer ¿por qué has hecho esto?” Eva sumida en
la vergüenza confesó la falta: “La serpiente me engañó y comí.”
El
Hijo de Dios, es enviado a la tierra y pronuncia la sentencia confirmada con la
ley establecida.
Jesús lanzó una maldición contra la
serpiente –Satanás–:
Por cuanto has hecho esto maldita eres entre todos los
animales y bestias de la tierra: sobre tu pecho andarás y tierra comerás todos
los días de tu vida. Enemistades pondré entre ti y la mujer y entre tu linaje y
su linaje: ella quebrantará tu cabeza y tú pondrás continuas asechanzas a su
calcañar.[36]
Como
vemos es prácticamente literal de
Génesis, 3:14-16.
Dirigiéndose después a Eva para dictar sentencia le dijo:
“Multiplicaré tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos y estarás
bajo la potestad de tu marido y él tendrá dominio sobre ti.” Es igual que Génesis,
3:16, como ye hemos visto más arriba. La mujer como vemos, es una posesión más
del hombre. Aunque en la biblia y la obra de Milton digan que Dios y su hijo hicieron al hombre y
la mujer iguales, y a su imagen y semejanza de ellos. Lo vemos en Génesis 1:26
“Hagamos el hombre a nuestra imagen,” es decir más de uno hacen y Génesis 1:27,
donde dice: “Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.” En el
versículo 28 del primer capítulo del Génesis, dice: “Además, los bendijo,” es
decir, de igual a igual. En la obra de J. Milton, El Paraíso perdido, encontramos este pasaje de la creación
prácticamente literal en las páginas 173-174.
Pero a lo largo de toda la obra del poeta Inglés nos ha dibujado una Eva
sumisa de Adán, exceptuando en el episodio de la fruta prohibida, y ello les ha causado la perdición del
Paraíso y la muerte a los dos.
Continuamos
con las sentencias del divino creador:
Y a Adán dijo por último:
Por cuanto oíste
la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te había mandado que no
comieras, maldito será la tierra en tu obra; con afanes comerás de ella todos
los días de tu vida. Espinas y abrojo te producirá y comerás la hierba de la tierra. Con el sudor
de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, del que fuiste
tomado: porque polvo eres y en polvo te convertirás.[37]
Como ya hemos visto más arriba, pasaje idéntico a
Génesis, 3:17-19.
Jesús dictó sentencia, pero también paró el golpe de la
muerte certera al entregar el su cuerpo en rescate por el pecado cometido por
los primeros padres de la humanidad.
Cubrió Jesús los cuerpos desnudos de los pecadores con
pieles. Una vez hecho todo esto volvió Jesús al lado de su Padre.
El Pecado y la Muerte, sentados en las puertas del
infierno hasta entonces, presintiendo el éxito de Satán en aquel nuevo mundo y
la falta que había cometido el hombre, deciden marcharse del infierno al nuevo
mundo, siguiendo a Satán su padre hasta el lugar en que habita el hombre. Con
el fin de abrir una senda para facilitar el tránsito entre el infierno y el
nuevo mundo. Construyen un puente ancho y largo por encima del Caos, siguiendo
las primeras huellas de Satanás. Preparándose en seguida para alcanzar la
tierra la encuentran al fin, y satisfechos del trabajo realizado vuelven al
infierno, donde se felicitan mutuamente por el trabajo realizado.
Llega Lucifer al Pandemonio y se jacta del triunfo
conseguido sobre el hombre. En lugar de aplausos convertido todo su auditorio
en serpientes, lo mismo que satán, se arrastran por el suelo conforme a la
sentencia dictada por la Divinidad Suprema en el Paraíso, y le responden con
silbidos. Seducidos de repente por una imagen del árbol prohibido que apare
delante de sus ojos, los demonios se abalanzan sobre él queriendo comer de su
fruto, pero no comen más que polvo y amargas cenizas.
La divinidad predice la victoria final de su Hijo sobre
esos monstruos y la renovación de todas las cosas. También predice la victoria
de Jesús sobre el pecado y la muerte. Desde ese instante manda a sus ángeles
que alteren los cielos y los elementos.
Adán conociendo que su estado cada vez más degradado, se
lamenta amargamente y no quiere escuchar los consuelos que le da Eva. Eva con
su insistencia logra por fin apaciguar los lamentos de Adán.
¡Ay de mí! ¡Cuánta miseria después de tanta felicidad! ¿Ha llegado tal vez
el fin de este nuevo y glorioso mundo? Y yo, que hace poco era la gloria de
esta gloria, colmado además de bendiciones, ¿por qué me veo ahora maldito? […]
Cuanto coma o beba o sea por mi engendrado, maldito deberá ser incesantemente.
¡Oh palabras oídas en otro tiempo con delicia: ¡Creced y multiplicaos! Y ahora hieren mortales mis oídos! Porque
¿qué he de multiplicar como no sean maldiciones sobre mi cabeza?
[…] Así, unidos con la Muerte, ambos permaneceremos eternos. Y no seré yo
el único que participe de este lote: conmigo toda la posteridad será maldita.
¡Bello patrimonio legaré a mis hijos! […] ¿por qué la falta de un solo hombre
debe ser condenada la inocente raza humana si persevera en la inocencia?
Adán, que como vemos está amargado, no quiere saber nada
de Eva a la que culpa de todo lo ocurrido, de hecho la insulta llamándola
serpiente. Pero Eva lo quiere y no quiere verlo de esa manera:
No me abandones de este modo, Adán mío; el cielo es testigo del amor
sincero y del respeto que por ti siento en el fondo de mi corazón. Sin
intención te ofendí, porque fui desgraciadamente engañada. Mas ahora suplicante
imploro tu perdón, postrada a sus pies. No me prives de lo que es mi vida: de
tus dulces miradas, de tu amparo, de tus consejos […] Unidos en la ofensa,
unámonos en la amistad contra el enemigo, contra esa cruel serpiente que nos ha
sido expresamente asignada por decreto soberano. No ejerzas en mí tu odio por
este infortunio irremediable, porque yo ya estoy perdida yo más que tu soy
desdichada. Ambos hemos pecado; pero tú contra Dios únicamente, yo contra Dios
y contra ti. […] Si lo que más nos inquieta es la suerte que está reservada a
nuestra posteridad; si nuestra prole debe nacer agobiada por un mal cierto i
finalmente devorada por la muerte, muy vergonzoso sería que fuésemos nosotros
causa del infortunio de los demás, es decir, de nuestros propios hijos; muy
vergonzoso que engendrásemos para este mundo maldito una raza infortunada, que
después de haber arrastrado una vida deplorable, debiera ser pasto de un
monstruo tan impuro. En tu poder está, al menos antes de la concepción, de
suprimir esa raza no bendecida puesto que todavía no ha sido engendrada. Sin
hijos ahora estás, que date sin hijos; así la Muerte quedará burlada en su
insaciabilidad y sus voraces entrañas tendrán que contentarse con dos.[38]
Adán reprueba estas palabras, pero se siente mejor, le recuerda a su mujer la promesa que se les
hizo de que su linaje se vengaría de su enemigo la serpiente. Le pide Adán a
Eva el implorarle a la divinidad juntos para intentar la reconciliación con la
divinidad ofendida.
El Hijo de Dios intercede por nuestros primeros padres ya
arrepentidos; presenta sus ruegos a su Padre, que los entiende, pero declara
que no pueden permanecer por más tiempo en el Paraíso. Envía al Arcángel Miguel
con una guardia de Querubines para echarlos de él y para que le revele a Adán
hechos futuros de su linaje. Adán hace observar a Eva algunos signos funestos;
presiente la llegada de Miguel y sale a su encuentro. El ángel le anuncia su
destierro. Eva se lamenta y llora por este motivo. Adán pide que se le revoque
la condena de expulsión, pero al ver que no consigue nada se somete a la
voluntad de a divinidad. El ángel los conduce a la cumbre de una elevada
colina, y le descubre, en una visión lo
que debe suceder hasta el Diluvio.
5. Conclusiones
Como hemos visto a lo largo de toda esta obra de Milton,
la divinidad se esfuerza en decir que él deja la libertad de escoger a sus
criaturas lo que quieren hacer, el libre albedrio, pero vemos claramente que no
es así, pues sino haces lo que ella quiere te condena a la muerte. Aquí tenemos
uno de tantos párrafos que nos lo muestra:
El peligro
del hombre está en sí mismo, así como en él reside su poder. Ningún daño puede
recibir contra su voluntad; pero Dios ha dejado a la Voluntad libre, porque
quien obedece a la Razón es libre y Dios ha hecho recta la Razón, si bien le ha
ordenado que estuviese siempre vigilante y sobre sí, temeroso de que no fuera
sorprendida por alguna seductora apariencia del bien y en su engaño informase
mal a la Voluntad, para obligarle a hacer lo que Dios ha prohibido expresamente.[39]
Solo si
haces su voluntad serás libre, porque la razón te dirá que no desobedezcas,
porque la desobediencia es la muerte. Tanto en El paraíso Perdido como El
árbol de la ciencia, nos dicen estos autores, que es necesario el
conocimiento para avanzar. Si solo nos vale con estar vivos, no seremos ni
siquiera un animal, porque ellos también aprenden de errores y éxitos. Los
organismos que solo les vale vivir, son bacterias o virus y se conforman con
estar vivos solamente.
Adán
y Eva comen del árbol de la ciencia, no solo porque la serpiente les tentara,
sino también porque su vida era un bucle interminable de repeticiones diarias,
sin ningún tipo de aliciente, no pasan hambre, no pasan calor, no pasan frío,
no tienen deseo sexual, solo lo descubren el deseo después de comer el fruto.
Dios les dice “creced y multiplicaos”, pero ellos con su dieta frugívora no
tienen deseo de “carne”. También choca que coman, pues siendo inmortales no lo
necesitan, pues no se mueren. La vida es necesaria, ya lo dice Hurtado en El árbol de la ciencia, pero al lado
tienes que tener el conocimiento para desarrollarte como persona, como ser
humano.
Satán
en una frase del primer libro [capítulo] de la novela de J. Milton, define lo
que es este dilema: “Prefiero ser Rey en el infierno que esclavo en el
Paraíso,” de que te sirve ser inmortal, de que te sirve tener las necesidades
cubiertas, si tienes que vivir en la ignorancia y amenazado de ser castigado si
no cumple la voluntad de tu padre.
También
está el tema de la mujer y su sumisión
al varón, y una vez que decide irse sola y “desoír” los consejos de su pareja,
condena a todos a la muerte. Eso de ser tratado como un ser menor de edad
imagino que es por la época en que está escrita la obra, de Milton. Baroja nos
dibuja diferentes tipos de mujer, de hecho Lulú la esposa de Hurtado es una
mujer independiente e inteligente, pero muere de una cosa muy femenina, de
parto. El marido Hurtado, que tiene la Ciencia, pues médico, le habría gustado
tener el árbol de la Vida, para dársela a su mujer y su hijo, ambos muertos. De
hecho, para Andrés Hurtado sin la plenitud del
equilibrio emocional no vale la pena vivir.
6.
Bibliografía
Baroja, Pio.
El árbol de la ciencia, (1997)
[1911]. Madrid. Caro Raggio/Catedra
Hesíodo, La Teogonía, (2012). USA. Plaza Editorial.
Milton,
John. El paraíso perdido, (1959)
[1667]. Barcelona. Editorial Iberia, S.A.
Plató, El banquet, (1997). Barcelona. Edicions
62
[1] Para realizar este trabajo he utilizado una Biblia de la
congregación de los Testigos de Jehová (1987). Me tomado la libertad en los
versículos donde aparece el nombre de la divinidad como Jehová traducirlo por
el de Yahweh.
[2] John Milton, El paraíso perdido,
(1959) [1667]. Barcelona. Editorial Iberia, S.A. p. 6
[5] Plató, El banquet, (1997).
Barcelona. Edicions 62. Symposium 189 d 1-12, e 1-6. p.104
[6] Vid: introducción al libro primero de El
paraíso perdido, de Milton. p 3 op.
Cit.