viernes, 31 de mayo de 2013

Vacaciones en Málaga.



Años más tarde, cuando llevábamos seis años en St. Celoni, fuimos por primera vez a Vélez, fuimos en tren, que no había mejorado nada desde que venimos la primera vez.
Cuando llegamos a Málaga fuimos a casa de mi tía, la hermana pequeña de mi madre, pasemos allí unos días. Yo jugaba con mi primo y con sus amigos en una plaza que había detrás de donde vivía -que fácil es hacer amigos con once años-.
Fuimos a la playa un par de veces, la arena de la playa es oscura y fina, que cuando sopla aire te pone perdido, y llena de pedruscos al entrar en el agua –me rompí por lo menos tres uñas esos primeros días, al final del verano me había roto todas las uñas-,el agua no cubre hasta bien entrado unos treinta metros.
A los pocos días nos fuimos a Vélez, a casa de un hermano de mi padre, su mujer mi tía Ramírez, nada más llegar nos atiborró de chorizos y morcillas, decía: ”come morcilla que está caliente” y se me hizo el estómago polvo y eso que en aquella época yo comía como una lima nueva.
En la calle los niños jugaban hacer carreras y mi hermana también se apuntó, les ganaba a todos, mi primo Miguelillo estaba orgulloso de su prima y hacía apuestas con los amigos, que mi hermana les ganaba en cien metros y ganaba. Los amigos decían que ellos estaban acostumbrados a correr descalzos, le hicieron quitarse las zapatillas a mi hermana, le costó más pero les ganó igual.
Cuando llegué a Vélez todo el mundo se acordaba de un episodio que protagonicé de pequeño: fui a comprar con mi madre a una tienda que le llamaban “la Catalina”, en la ventana de la tienda había un burro amarrado, que alguien encontró suelto, como no sabía de quien era lo ató y yo me lo llevé a casa.
El pobre borrico entró y salió un montón de veces de mi casa, pues el patio lo teníamos al final de la casa y para salir había que atravesarla, cada vez que venía un amigo mío yo sacaba el burro para enseñárselo.
Por la tarde, cuando mi padre vino de trabajar, se presentaron dos gitanos que decían que el burro era suyo, y aunque al principio mi padre se resistió a darles el burro acabó cediendoFuimos a la playa con mis padres y dos primos, a Torre del Mar a un lugar que le llaman “el Morro”, por un pedrusco que hay allí. Días enteros de sol asfixiante, sin crema solar ni nada que se le parezca, total que nos quemamos todo el cuerpo, parecíamos gambas, como los extranjeros que vienen hasta España desde el norte.
Por la noche dormía en el suelo en la habitación de mis primos, sobre unas mantas y la verdad es que a pesar de estar en Málaga pasaba frio.
Fuimos con mi madre a visitar una vecina que teníamos cuando vivíamos en Vélez, también nos invitaron a chorizo y morcilla. Esta mujer tenía muchos hijos y uno de ellos de mi edad aproximadamente, me comentó que tenía dos burros con los que trabajaba llevando materiales a obras del pueblo: cemento, yeso, arena en espuertas; me dijo que si quería acompañarle en su trabajo con los burros, le dije que sí. Por la mañana me iba con el hacer portes con él. Hacíamos carreras de burros, siempre ganaba el llevará el burro que llevará, pues nos los intercambiábamos.
Cada dos o tres días íbamos a la playa y no se nos quitaba las quemaduras. El remate fue un día de playa que quedemos con mis tíos de Málaga en la playa de Valle Niza, por cierto mi tío preparó espetos de sardinas -sardinas que se hacen a la brasa pinchadas en cañas-, que estaban riquísimas.
Había en la playa restos de un patín a pedales, un tubo que flotaba, largo y de color naranja, que mi hermana y yo montábamos intentando navegar en él, era imposible, empezaba a dar vueltas y caíamos al agua. Nos quemamos las piernas de una manera que no sé cómo calificarlo… Terrible. Ya digo, antes no había cremas o si las había no las conocíamos.
Mi padre antes de volver a Barcelona en un domingo de copas con los amigos, compró un solar, que vendió al mismo que se lo vendió, un año más tarde.
Los últimos días de las vacaciones volvimos a la casa de mi tía de Málaga, fuimos a una playa preciosa en el Rincón de la Victoria o el Palo, no estoy seguro, creo que le llaman “el Pico del Cuervo”.
El último día cuando ya íbamos a regresar, llegaron a casa de mi tía una prima de mi madre que también vive en Barcelona, su prima Esperanza de Sant Vicents dels Horts, con sus dos hijos. El niño mayor que la niña tenía la pierna rota y nos trataba como a pueblerinos, por eso de haber nacido en Vélez y vivir a sesenta kilómetros de Barcelona no como él que vivía pegado a Barcelona.
En esa época las casas de las familias eran un devenir de niños y mayores, durmiendo en sofás, en el suelo o dos en una cama de uno. Comiendo por turnos o como se podía.
En casa de mi tía recuerdo que desayunaba tejeringos que es una especie de rosca de masa de churros que me encantaban.
La verdad es que creo que ese verano ha sido el más feliz de mi vida.






jueves, 23 de mayo de 2013

Vacaciones en familia



Las vacaciones en familia.

 

Llevábamos tres años en ST. Celoni, cuando nos fuimos por primera vez de vacaciones en verano.

Nos fuimos a casa de  mis tíos  de Zaragoza, que no llevarían mucho tiempo allí, pues ellos también vivían en Vélez antes de emigrar - recuerdo vagamente haber estado en su casa cuando vivían en Vélez-.

Fuimos en tren, tardamos unas seis horas desde Barcelona - es decir siete horas desde casa-.Cuando lleguemos a Zaragoza cogimos un taxi para ir a casa de mis tíos. Éramos mis padres y los tres pequeños- mi hermana Reme que en aquella época tendría unos once años no viajó con nosotros, no sé si porque se quedó a cuidar la casa y preparar la comida de mi hermano que trabajaba o por qué… no lo  sé. También creo que estaba mi hermana mayor pero también trabajaba aún que fuera a turnos.

Nos metimos en el taxi apretujados(es un decir porque éramos unos delgaduchos, incluso mi madre).

En casa de mi tía nos acomodemos como pudimos: mis padres en un sofá-cama con mi hermana pequeña, Carmen dormía en una cama hecha con cuatro sillas, yo no recuerdo como dormía, imagino que en el suelo o compartiendo cama con alguno de mis primos.

Mi primo Francis tenía un Exin Castillos, con el que aluciné, pues siempre quise uno, también tenía una colección de indios y vaqueros de plástico con los que jugué- yo también tenía muchos comprados por mi madre, que me los regalaba cuando me pinchaban la medicación o me hacían una analítica ¿por qué recetarían tantas inyecciones en aquella época?-Jugaba con los juguetes de mi primo en una terraza o patio interior que tenía el piso donde vivían.

También me llevaron a ver el Ebro, que en aquel tiempo estaba sucísimo.

Mi primo mayor tocaba la guitarra, una guitarra preciosa de color rojizo, que le había traído su padre de alguno de sus viajes en el camión.

Mi tía tenía una complicidad con mi madre y se contaban las cosas de sus matrimonios o comentaban sobre mi abuela que vivía en Málaga con la menor de  mis tías.

Fuimos a comprar con mi tía a Galerías Primero, en tranvía, que aún circulaba por Zaragoza. Me parecieron inmensas, nunca había estado en un centro comercial, me lie con las escaleras mecánicas, bajé por una de ellas y luego no sabía subir, me asusté y subí por la misma que bajé, con muchísima dificultad, cuando llegué  al lado de mi madre me sentí aliviado.

Allí me compraron mi primer reloj, que era para mi primera comunión.

No sé los días que estuvimos en Zaragoza, para terminar nuestras vacaciones nos fuimos a pasar unos días en casa de mi tía de Tarragona -otra hermana de mi madre-, que tiene cinco hijos -pero cuando fuimos no estaban todos-.Nos llevó mi tío Torres en un Sinca 1000 verde metalizado, todos en el coche por la carretera Nacional. No recuerdo si también iba mi tía, creo que no, pero aun así íbamos seis en un Sinca 1000.

Mi tía de Tarragona vivía al lado de la playa, no tuvimos suerte y nos hizo mal tiempo.

En la playa me hice amigo de un niño extranjero que me dejaba los cacharros para jugar con la arena. Los dos sin entendernos nada más que con gestos.

Estas  fueron nuestras primeras vacaciones en familia.





                   








jueves, 16 de mayo de 2013

Dar gracias.

Os quiero dar las grácias a todos los que entrais  a ver el bloc. No sé si sólo lo ojeais o también lo leeis, quisiera que me dierais vuestra opinión sobre lo que escribo y que me hicieseis algún comentario de porqué lo leeis. 
     Gracias,
                                   Jorge.

miércoles, 15 de mayo de 2013

Mi tío Torres



                        
Probablemente mi tío Torres sea una de las personas que más me han marcado en mi vida. Siempre lo admiré a pesar de sus defectos.
Recuerdo sus innumerables visitas a Sant Celoni con un camión tráiler que aparcaba en la puerta del bloque donde yo vivía. Ocupaba de equina a esquina. Los niños del barrio alucinados y yo inflado de orgullo. Jugábamos por todo el camión al escondite o nos subíamos por donde podíamos.
Años más tarde, cuando tuve la oportunidad de sacarme el carnet de camión, no dude y lo hice para cumplir un sueño que tenía desde pequeño y ser como mi tío.
Lo que siempre me marcó más de él fue lo bien que hablaba de sus hijos y de lo maravillosos que eran. No como en mi casa que el mío solo tiraba piedras sobre nosotros.
Mi tío vivía en Zaragoza y la verdad es que era como nuestra segunda casa, con mis primos nos llevábamos como hermanos, y para mí, son mis primos más queridos.
Mi tío les dio a mis primos más de lo que posiblemente podía, aunque creo que valió la pena, pues son grandes personas los cuatro. Miguel, el mayor, era su ojito derecho. Yo también lo admiro, y a la menor ocasión que puedo hablo con orgullo de él: “lo bien que toca la guitarra, lo gran ciclista que es”, en fin, una maravilla. Yoli, la segunda y única chica, es todo corazón. Recuerdo alguna de mis visitas a Zaragoza, ella me llevaba de copas con su novio Juan Carlos, y nos lo pasábamos genial. La recuerdo de pequeña en Sant Celoni con trenzas, muy guapa. En una visita que nos hicieron mis tíos, traía un bandurria que tocaba con una púa, - no recuerdo si tocaba bien -. Es gran amiga de mi hermana Reme, que por cierto  estuvo viviendo un año en Zaragoza cuando tenía  dieciséis años por problemas con mi padre. Desde entonces son como hermanas.
El tercero de mis primos es Francis, que es de mi misma edad, gran deportista y un poco aventurero. De pequeño también hacia ciclismo. No lo recuerdo mucho de pequeño. Los recuerdos que tengo de él son de la post-adolescencia, en la época que yo iba más a Zaragoza, tenía novia y hacía el servicio militar en aviación como conductor. Aunque en una Semana Santa en Zaragoza fuimos juntos a ver un espectáculo erótico en un teatro llamado “Oasis”.
El pequeño es Toni que es con el que he tenido más relación pues durante un tiempo vivió en casa y además, trabajábamos juntos en la misma empresa. El tiempo en que estuvo en Sant Celoni lo tengo muy desordenado en mi cabeza aunque recuerdo salir de fiesta algún día con él.
Luego mis tíos se vinieron a vivir a Sant Celoni. Estos años me pillaron haciendo la “mili” y en una tormentosa vida sentimental lo cual  ha provocado alguna laguna en mi memoria.
Toni también me acompañó en alguna de mis visitas a Zaragoza y me enseñó más cómo era su barrio y sus adolescentes, algunos problemáticos.
Pero quiero hablar del sentimiento que desde pequeño siento por mi tío.
Cuando me estaba preparando para la Primera Comunión, recibimos en mi casa la noticia que mi tío había sufrido un accidente. En los momentos de rezo en la iglesia y por la noche, antes de dormirme, pedía por él con toda mi alma, para que se curara, y así ocurrió. Me sentí la persona más feliz del mundo. Luego, con los años, cuando tuvo problemas de salud que le obligaron a dejar su trabajo, también pedía por él. Vivió muchos años. Los médicos se preguntaban cómo podía vivir en su estado de deterioro arterial. Tenía una naturaleza tan fuerte como su gran corazón.                    




miércoles, 8 de mayo de 2013

Vivencias 2





Aquellos primeros años en el barrio vivían muy pocas familias pues sólo habían dos bloques de pisos. Eso sí, de niños había un montón con los que jugábamos mis hermanas y yo. Nosotros nos pasábamos el día en la calle y nos parecía extraño que las madres de los otros niños no los dejarán estar en la calle mucho y que se preocuparán tanto por si hacían los deberes de escuela o no. En  mi casa había más libertad para hacer o no hacer, mi madre mostraba interés por nuestras cosas, pero ella bastante tenía con la organización de la casa y tirar hacia adelante con lo poco que le daba mi padre, y con lo que aportaba mi hermano, que no era mucho. La pobre, aparte de su gran trabajo de cuidar sola hijos, marido y casa, se tuvo que poner a trabajar haciendo tapones en casa para una empresa de plásticos, un montón de horas cada día. Con el dinero de los tapones nos compraba los zapatos y algo de ropa, pues la mayoría de la ropa nos la hacia ella. La compra de ropa o zapatos eran motivos de peleas con mi padre, que nunca veía bien que se gastara dinero en nosotros. La verdad es que era un poco egoísta.
Yo pasaba el día entre la escuela y las calles del barrio. En la escuela pasaba verdadero miedo, los profesores no se cortaban en infringir castigos corporales.
En la calle, cuando mis amigos se marchaban a su casa,  me quedaba sólo durante horas jugando a la pelota, con una botella de lejía, chutando a una persiana de un garaje del bloque donde  vivía, haciendo de varios jugadores a la vez, hablando solo, pensando en voz alta,...
En verano recuerdo que íbamos al río con mi madre a bañarnos y a merendar. Hacía largos en el río sin saber nadar, donde no cubría y poniendo las manos en el fondo del río. Cogíamos algún  pez y lo llevábamos a casa,…, se nos moría a las pocas horas.
En verano los niños y niñas organizábamos también nuestras olimpiadas en el campo que había por encima de donde vivíamos. Haciamos carreras, saltos improvisados con una caña que sujetaban dos niños, saltos de longitud y lanzamiento de peso con una bola de hierro que me encontré. Normalmente las carreras y todo lo demás lo ganaban mi hermana y el Eduard, un niño del cual fui amigo durante mi infancia. Yo casi siempre era el último.
Al colegio vino un día un entrenador de atletismo que nos explicó lo que era y lo gratificante que es luchar contra uno mismo, superándose cada día con el entreno. Empecé a hacer atletismo y me decante por las pruebas de fondo, donde con constancia y sacrificio se conseguían resultados. A pesar de padecer de asma y ahogarme –hoy día sé que podía haber usado inhaladores, pero en aquel tiempo nadie  me lo dijo- entrené todo lo que pude y nunca conseguí grandes resultados. Cuando vine de la “mili” lo dejé.
Mi hermana Carmen que era más dotada para el deporte que yo, también empezó a hacer atletismo, corría pruebas de velocidad y hacia salto de longitud. Se le daba mejor que a mí. Ambos luchamos con lo que teníamos, que era poco, y con nuestro padre que nunca nos apoyó en nada, más bien lo contrario.
El último año de colegio lo pasé un poco esperando que se acabara pues sabía que mi padre quería que me pusiera a trabajar lo antes posible a pesar de ser ilegal. Pasado el verano del 1980 me fui a trabajar con mi cuñado José María, el marido de mi hermana Rosa, y su hermano. Fue bastante duro trabajaba diez horas diarias por nada pues la mayoría de veces ni me pagaban. Cuando me pagaban me daban lo que hoy serían doce euros que en aquella época también era una miseria
Trabajé haciendo una casa en una urbanización en el Montseny. Hacía de chico para todo, aunque lo que hice más fue de peón de albañil. ¡No he pasado más frío en mi vida! Por la mañana tenía que romper el hielo del cubo de agua con la pala y luego hacer la pasta para los ladrillos a mano, pues  no teníamos máquina hormigonera. Pero lo peor de todo era lo déspota y lo poco sensible que era mi cuñado.
Pondré un ejemplo aunque no fuera en el trabajo: Mi hermana mayor había tenido una niña que yo iba a cuidar para que ella hiciera trabajos de casa, comprar, etc. Muchos días me quedaba a comer en su casa y un día después de comer me ofreció café y le dijo a su marido: “Dale una galleta a Jorge” y me pegó un tortazo. Así eran sus bromas orales a los niños y siempre había que estar atento para que no te cayera un bofetón.