Contenido
2. Situación del fragmento en la Republica
El filósofo Aristocles
(427 a.C.- 347 a.C.), más conocido como Platón [el de las
anchas
espaldas][1]debido a su gran
envergadura y a su ancha frente, es el pensador con el cual podemos decir que
se da el pistoletazo de salida a la filosofía con mayúsculas. Prácticamente
escribió toda su obra en forma de diálogos y en estos utiliza a su maestro
Sócrates como protagonista de ellos y portavoz de su pensamiento.
Para el desarrollo de este trabajo hemos
escogido el libro X del diálogo más extenso que escribió Platón, la República
[título como conocemos actualmente este diálogo, esta denominación es de origen
Romano, el título original es Ποʎιτεία (Politeia) que proviene de Πόʎις
(pólis), denominación que se le daba a cada una de las ciudades estado griegas][2]. Se cree que su redacción
de este diálogo se prolongó a lo largo de veinte años, desde 390 a.C. hasta 370
a.C.[3], y constituye sin lugar a
duda una de sus obras de madurez y, probablemente, su diálogo más importante.
En esta obra compuesta por diez libros o capítulos podemos agruparla en cinco
grandes divisiones dependiendo de la temática tratada. En el libro I platón
hace que Sócrates refute diversas definiciones de justicia avanzadas
sucesivamente por Céfalo, Polemarco y Trasímaco. Por el tono y el estilo de
este primer libro, más próximo a los diálogos de juventud o transición se ha
considerado que pertenece a un diálogo de juventud (conocido como Trasímaco)
que Platón incorporará más tarde como Libro I de la República.[4]La segunda parte la
componen los libros del II al IV, que es donde encontramos expuesto el proyecto
político de Platón. La tercera parte, comprende los libros del V al VIII, en
donde recupera las principales teorías sobre el conocimiento y la realidad. En
la cuarta división, es decir del libro VIII al IX, retoma las cuestiones
políticas, haciendo un recorrido por las principales formas de gobierno. Por
último, el libro X está dedicado a las artes y la filosofía y será como hemos dicho
más arriba el objeto de este comentario. En el aparece la famosa tesis que
sostiene que hay que expulsar a los poetas de la pólis.
En
este trabajo pretendo acercarme al pensamiento de Platón en relación con esta
controvertida idea de expulsar a los poetas de la República Ideal gobernada por
el filósofo rey.
2. Situación
del fragmento en la República
Como hemos visto más arriba el fragmento
escogido para este trabajo se sitúa en el último libro de la obra de Platón la República,
aunque en teoría este diálogo [República] pretende dilucidar qué es la
justicia y hacer una exposición de su filosofía política, en él se recogen las
principales doctrinas del filósofo ateniense.
En el libro X encontramos, como hemos
comentado más arriba unas reflexiones sobre el arte y más concretamente sobre
la mímesis y la separación que a través de ella se produce de la verdad.
Platón
ataca desde el principio del libro a la poesía, pues según él, daña el espíritu
de quienes la escuchan, si estos no poseen como remedio el conocimiento de la
verdad: “no aceptar de ningún modo la poesía imitativa; en efecto, según me
parece que no debe ser admitida”[5][en la república ideal]. Esto
quiere decir que la poesía se tiene que hacer descender a un escalón más bajo,
seguirá siendo siempre materia de goce artístico, pero no debe participar en la
educación del hombre.
El ataque de platón va dirigido
fundamentalmente contra la poesía imitativa, pues no trasmite la verdad de las
cosas. Las Ideas designan la unidad de la pluralidad, es decir del concepto,
que opera en el pensamiento. Las cosas que nos transmiten los sentidos son
reflejos de las ideas, es decir, la silla, la cama o el caballo del mundo
sensible son reflejos de la idea de silla, cama o caballo que yace en el mundo
inteligible. El carpintero, por ejemplo –tomemos el ejemplo de Platón– crea sus
productos teniendo presente la idea como modelo, lo que produce es la mesa o la
silla no su Idea.[6]Una
tercera fase de la realidad, es decir, después de la Idea y de su copia hecha
por el artesano presente, esta en el mundo sensible, vendrá la que representa
el arte pictórico, cuando el pintor plasma un objeto. Esta es la fase que
Platón toma como punto de comparación de la poesía con la realidad.
El poeta y el pintor si los consideramos
como creadores son inferiores al carpintero que produce sillas y mesas de
verdad, que se pueden usar. A su vez el carpintero es inferior a quien ha
producido la idea eterna e inmutable de silla o mesa y que sirve de pauta para
la creación de cualquier silla o mesa. El creador primero es Dios. El artesano
solo produce el reflejo de la idea. El pintor es, por tanto, un creador-imitador
de objetos que ocupan y desde el punto de vista de la verdad un tercer grado. A
la misma altura se sitúa el poeta, pues crea un mundo de mera apariencia.
Platón
quiere la expulsión de los poetas de su República por varias razones:
Primera,
el poeta es doblemente mentiroso al igual que el pintor, y está a una distancia
doble de la idea, la poesía aparecía como una invención, como una construcción
demasiado humana y, por eso mismo, irrespetuosa con la moral que impregnaba el
pensamiento autentico. La poesía que depende solo de las emociones y de la
subjetividad es una pésima herramienta política en la medida que las ciudades
se fundan en la tradición y mitos compartidos. De inicio todos los seres
humanos (que podríamos decir que son como los esclavos, sumidos en la oscuridad
de la caverna) están engañados porque solo ven sombras, en otras palabras, todo
lo que perciben los sentidos es engañoso. Pues bien, el poeta al imitar esa
doble realidad engaña dos veces:
–—Así también, se me
ocurre, podemos decir que el poeta colorea cada una de las artes con palabras y
frases, aunque él mismo solo está versado en imitar, de modo que a los que
juzgan solo basándose en palabras les parezca que se expresa muy bien, cuando,
con el debido metro, ritmo y armonía, habla acerca del arte de la zapatería o
acerca del arte del militar o respecto a cualquier otro; tan poderoso es el
hechizo que producen estas cosas.[7] […]estamos razonablemente
de acuerdo en que el imitador no conoce nada digno de mención en lo tocante
aquello que imita, sino que la imitación es como un juego que no debe ser
tomado en serio […] ¿No es esta imitación algo situado en el tercer lugar a
partir de la verdad?[8]
El
artista, en el mejor de los casos, crea copias exactas que, en el sentido de la imitación representativa, reproducen en
analogía con los contenidos en la realidad sensible y aprehensible –pero solo
los contenidos de esa realidad sensible y aprehensible– y por tanto se contenta
con realizar una inútil duplicación del mundo fenoménico que solo imita las
ideas; o bien crea simulacros inexactos y engañosos que, en sentido de la
imitación imaginativa, empequeñecen lo grande y agrandan lo pequeño, para
engañar nuestra vista imperfecta, y entonces su obra aumenta la confusión de nuestras
almas, y está, en lo que respecta a la verdad, en un nivel inferior al mundo
fenoménico, como en un tercer nivel. [9]
Una
segunda la razón la encontramos en el párrafo precedente, es menos evidente,
pero que tiene que ver con el engaño también, con la percepción que tenemos de
las cosas que nos rodean como hemos visto más arriba. El recurso contra el
poema es la medida, el número y el peso. A la fantasía del poema que perturba
el alma se opone la potencia de los conocimientos matemáticos:
—Y el medir, el contar y el pesar se
han acreditado como los más grandes auxiliares para evitar esto [la
perturbación del alma engañada por los sentidos, por los colores del pintor o
los versos del poeta] de modo que no impere en nosotros lo que parece mayor y
menor, más numeroso o más pesado, sino lo que calcula, mide y pesa.[10][…]la parte que confía en
la medición y en el cálculo ha de ser la mejor del alma.[11]
Las matemáticas son calculo y no opinión,[12] el conocimiento matemático
es siempre un conocimiento universal.
El
tercer motivo para la expulsión de los poetas tiene que ver con la paideia
(educación) y tiene que ver por la concepción griega de la poesía como
representación principal de la educación. Cuando la filosofía toma conciencia
de sí misma como paideia se agudiza el debate entre poesía y
filosofía, esta reivindica para sí la primacía de la educación.
Este
problema provoca claramente un ataque contra Homero, entre otras cosas porque
este poeta es idolatrado por los griegos, por tanto, de comprenderá mejor el
alcance del problema planteado sí el ataque recae sobre el poeta por
antonomasia. Por eso el Sócrates Platónico se excusa por exponer su pensamiento
crítico acerca de la poesía: “A vosotros os lo puedo decir, pues no iréis a
acusarme ante los poetas trágicos”.[13]Con estas palabras Platón
previene a quien pudiera sentirse inclinado a acusarle de falta de respeto.
Pero Platón no ataca a Homero solamente porque quiera poner de relieve la
importancia de la filosofía sobre la poesía, sino por otras dos razones. Platón
expone la primera al inicio de su examen donde dice de Homero que: “Parece, en
efecto, que este se ha convertido en el primer maestro y guía de todos estos
nobles poetas trágicos”.[14]El peso principal del
ataque va dirigido contra la poesía trágica, porque en ella se refleja el
dramatismo impulsivo que la poesía ejerce sobre el alma. La segunda razón es
que Homero tenía que ocupar un lugar central en cualquier debate sobre la
educación en Grecia y que lugar ocupaba la poesía en esta educación. El
movimiento educativo de los sofistas, que hacía resaltar conscientemente este
punto de vista,[15]
de que Homero era el gran maestro dio energía a esta concepción. Hacia el final
de su polémica, se ve perfectamente claro que Platón se refiere a un
determinado escrito o discurso sofistico en que se mantenía la tesis que Homero
era educador de toda Grecia:
Glaucón, cuando
encuentres a quienes alaban a Homero diciendo que este poeta ha educado a la
Hélade, y que con respecto a la administración y educación de los asuntos
humanos es digno de que se le tome para estudiar, y que hay que disponer toda
nuestra vida de acuerdo con lo que prescribe dicho poeta, debemos amarlos y
saludarlos como a las mejores personas que sea posible encontrar, y convenir
con ellos en que Homero es el más grande poeta y el primero de los trágicos,
pero hay que saber también que, en cuanto a poesía, solo deben admitirse en
nuestro Estado los himnos a los dioses y las alabanzas a los hombres buenos. Si
en cambio recibes a la Musa dulzona, sea en versos líricos o épicos, el placer
y el dolor reinarán en tu Estado en lugar de la ley y la razón que la comunidad
juzgue siempre la mejor.[16]
En definitiva, Platón desconfía del poema,
este es para los sofistas y la matemática para los filósofos; la matemática
otorga conocimientos y el poema engaño. Sin embargo, a pesar de todo, Platón
acepta en la República a la música militar y el canto patriótico.
En la última parte de la cita de más
arriba encontramos una alusión a las musas, en el Ion Platón nos dice
por boca de Sócrates que los poetas están guiados por las musas y estas les
hace enloquecer y con ello los separa de la verdad y hecha a perder la parte
racional del alma y es por eso por lo que también deben ser expulsados de la
República:[17]
La Musa misma crea inspirados, y
por medio de ellos empiezan a encadenarse otros en este entusiasmo. De ahí que
todos los poetas épicos, los buenos, no en virtud de una técnica por lo que
dicen todos esos bellos poemas, sino porque están endiosados y posesos. Esto
mismo ocurre con los buenos líricos, e igual que los que caen en delirio de los
Coribantes no están en sus cabales al bailar, así también los poetas líricos
hacen bellas composiciones no cuando están serenos, sino cuando penetran en las
regiones de la armonía y el ritmo poseídos por Baco, […] Y des verdad lo que
dicen. Porque es una cosa leve, alada y sagrada el poeta, y no está en
condiciones de poetizar antes que este endiosado, demente, y no habite ya más
en él la inteligencia.[18]
Como
vemos Platón considera a los poetas como incitadores de una locura colectiva y provocar
en los habitantes de las polis un alejamiento de la razón, parecido a lo que
hoy en día puede provocar el fenómeno fans, tanto de un deporte como de un
cantante o incluso un actor.
Si
Platón se opuso a los poetas hasta querer expulsarlos de la República Ideal es
porque consideraba la poesía como una especie de “veneno para la mente”[19]. El dominio sobre uno
mismo, la areté propia de los grandes hombres resultan incompatibles con
los excesos líricos y la emotividad [presente en las tragedias, que como dirá
Aristóteles producen la catarsis (Κάθαρσις) aritotélica]. Hacer poesía, es
decir, caer en manos de las musas, era una manera de confundir la metáfora con
el concepto que finalmente podía resultar peligrosa para el conocimiento de la
verdad. El auténtico conocimiento no es, según Platón, de carácter sensible –como
es bien sabido–, sino que depende de su proximidad a una Idea transcendente. Lo
que ofrece la poesía son simple opiniones, sentimientos que cambian y se
extinguen y a Platón le interesa más lo permanente y lo trascendente, de ahí la
búsqueda de conceptos universales.
La
poesía es una construcción subjetiva del poeta; incluso los mitos permiten
construir una comunidad, el poeta en cambio habla solo en su propio nombre, mientras
que la teoría de las Ideas y el alma platónica pretenden escapar de toda
subjetividad para presentarse como verdad eterna. Por todo ello creo que Platón
quiere expulsar a los poetas de la República. También analizando la obra de la República
en su totalidad podemos ver que promulga un Estado autoritario, donde las
clases dominantes sí pueden reflexionar y buscar la verdad, pero las clases
humildes deben someterse por el bien del Estado y no entretenerse con cosas que
afecten a la sensibilidad desde la melancolía, tristeza o el amor.
Alcoberro Pericay, R. (2015), Platón,
las respuestas más vigentes a las grandes preguntas sobre el conocimiento, la
ética o la justicia. Barcelona. RBA Contenidos Editoriales y
Audiovisuales, S.A.U.
Dal Maschio, E. A. (2020), Platón.
La verdad está en otra parte. Madrid. PRISANOTICIAS COLECCIONES y EMSE
EDAPP, S. L.
Jaeger, W. (1990), Paideia: los
ideales de la cultura griega. México-Madrid-Buenos Aires, Fondo de cultura
económica, S.A.
Panofsky, E. (2017), Idea.
Madrid. Ediciones Catedra. Trad. Teresa Pumarega
Platón, (2017) República.
Biblioteca clásica Gredos. Editor digital Titivillus traducción, introducción y
notas: Conrado Eggers Lan
Platón, (1985) Ion,
533c-535a, en Diálogos, Editorial Gredos. Traducción de J. Calonge Ruiz,
E. Lledó Iñigo y Carlos García Gual. (Dossier de la asignatura)
https://es.wikipedia.org/wiki/República_(Platón) (23/04/2021)
[1] E. A. Dal Maschio,
(2020), Platón. La verdad está en otra parte, p. 14. Madrid. PRISANOTICIAS
COLECCIONES y EMSE EDAPP, S. L.
[3] E.A. Dal Maschio,
(2020), Platón. La verdad está en otra parte, óp. cit. p.78
[4] Ibídem, p.
79
[5] Platón, República, X 595a. Biblioteca clásica Gredos.
Editor digital Titivillus (2017), traducción, introducción y notas: Conrado
Eggers Lan
[6] Ibídem, 596b
[7] Ibídem, 601a-b
[8] Ibídem, 602b-c
[9] Erwin Panofsky, citando a Platón en sofista, 233 y
ss. Recogida en su obra Idea, (2017) p.26. Madrid. Ediciones Catedra.
Trad. Teresa Pumarega
[10] Platón, República,
X 602d
[11] Ibídem, 603a
[12] Ramon Alcoberro Pericay, (2015), Platón, las respuestas
más vigentes a las grandes preguntas sobre el conocimiento, la ética o la
justicia, p. 62. Barcelona. RBA Contenidos Editoriales y
Audiovisuales, S.A.U.
[13] Ibídem,
595b
[14] Ibídem, 595c
[15] Werner Jaeger,
(1990), Paideia: los ideales de la cultura griega, p.766. Mexico-Madrid-Buenos
Aires, Fondo de cultura económica, S.A.
[16] Platón, República,
X 606e-607a
[17] Ibídem,
605b
[18] Platón, Ion, 533c-535a, en Diálogos,
Editorial Gredos, 1985. Traducción de J. Calonge Ruiz, E. Lledó Iñigo y Carlos
García Gual. (Dossier de la asignatura)
[19] Ramon Alcoberro
Pericay, (2015), Platón, las respuestas más vigentes a las grandes preguntas
sobre el conocimiento, la ética o la justicia, óp. cit. p. 115