ANÁLISIS
DE LAS OBRAS YERMA Y BODAS DE SANGRE DE FEDERICO GARCÍA LORCA. LA MUJER
LORQUIANA.
En estas obras Lorca nos muestra unos dramas sociales
ambientados en una Andalucía rural y llenas de complejos y supersticiones.
Donde la mujer desempeña un papel primordial en sus relatos de dramaturgia. En
la construcción del relato dramático Lorca toma de la tragedia griega dos
elementos fundamentales: el coro (parte esencial en la obra, a la manera del
teatro de Sófocles en su función de actor en los acontecimientos del drama,
presentando el tema dominante de forma lírica, haciendo de puente entre el
espectador y lo que ocurre en escena: así el coro de lavanderas en Yerma; el de los tres leñadores y las
muchachas que devanan la madeja roja en el III acto de Bodas de sangre, sobre todo, pero también el dúo suegra – mujer,
los mozos y la criada en esta misma obra y el sentido íntimo de la tragedia: la
lucha del hombre contra fuerzas exteriores que parecen dirigir su vida y contra
las que él no puede hacer nada. Aunque también podríamos decir que hay ciertas
diferencias en lo que atañe al tratamiento e identificación de sus modelos
griegos. Partiendo de una convicción de una conciencia formal y de sentido
entre los dramas de Lorca y la tragedia griega, Antonia Carmona Vázquez (A.
Carmona Vázquez “Conciencia de lo trágico en Eurípides y Federico García Lorca:
la mujer, eje central del teatro de ambos autores”, Gades 8, 1981. Pp. 47-67) asegura que las obras lorquianas se
pueden “redescubrir” no en el teatro de Esquilo o de Sófocles, “autores que se
mueven en la búsqueda de la delimitación del concepto cósmico de Justicia”, sino
en Eurípides, que lo hace en la “esfera unidimensional y compleja del hombre
frente a su existencia” (p.48). Estos elementos del teatro griego en Bodas de sangre y yerma, claros para algunos críticos: coros, destino, catástrofe,
sentimiento de piedad en el espectador, son en opinión de otros estudiosos recursos procedentes de la tradición
andaluza, y por tanto no se debe exagerar en tal influencia griega en la obra
de Lorca.
Podríamos decir que
Lorca muestra varias máscaras o signos. El signo de la vida en espera, la vida
vibrante de anhelos jóvenes, de destinos a cumplir, de incitaciones, a los que
rompen su curva la mano helada de la muerte, la muerte lorquiana que no es solo
morir; es, también, no llegar: como la novia en Bodas de sangre o la infecunda yerma.
El signo de la tierra, viejas mujeres populares llenas de augurios y presagios,
saber milenario, intuitivo y profundo; maliciosas, dicheras; en el fondo
ingenuas, fuertes como un rito de la naturaleza: como la criada en Bodas de sangre o la vieja pagana de Yerma. El signo de la fuerza, machos
viriles; sangre; van como flechados a su destino y una ley de castidad, una ley
de integridad recia, insobornable los detiene y los quiebra: Leonardo en Bodas de sangre o Víctor el pastor en Yerma. El signo del destino invencible,
cabrían aquí las heroínas del primer signo; pero no, apuntemos solo aquellos a
quienes envuelve sin querer la tragedia;
los destinados que parecen absorbidos en la vorágine, como víctimas de quienes
buscaron implacables cumplir íntegramente su esperanza vital: el novio en Bodas de sangre o Juan el marido
infecundo en Yerma, a quienes la
fuerza de lo eterno femenino los destruye. Los signos telúricos, ya se sabe que
Lorca es el poeta de la tierra, su aliento engendra tragedia: calor sofocante,
luna y bosque en Bodas de sangre; las
ovejas de Yerma. Signos mágicos
populares, la vida de un pueblo, de una región deja sedimento que forman luego
su trasmundo, su religión, su casa; un acorde musical en música o en verso, que
es casi lo mismo, envolvente; aureola y fuente de la tragedia: cuadro de las
nupcias y misterios del bosque en Bodas
de sangre; cantar de los pastores y bacanal en la ermita en Yerma. El signo lírico, debiéramos
interrogarnos ¿todo este mundo, todos estos personajes, estas figuras se
integran con un fuerte caudal de humanidad, de cosa vivida?, ¿o son no más que
máscaras líricas, explosiones de un creador mágico, artilugios que derrumbará
el vendaval del tiempo una vez que pase su momento? La respuesta no se hallará
hasta reunir todo el material y observarlo con ojo crítico. Ese mundo coherente
se envuelve en una atmósfera lírica donde respiran y sin la cual mueren sus
criaturas. Hay que entrar en este mundo salvando y eludiendo las deformaciones
que el fluido lírico imprime en todos estos seres. Deformados en ese ambiente
milenario de mito y misterio, solo vemos máscaras, ya trágicas, ya grotescas –
las mismas máscaras simbólicas de la tragedia griega –, pero aclarando el velo
se resquebraja la apariencia extraña y encontramos la carne viva, la angustia
palpitante, con el problema eterno, grávido, fecundo de amor, el dolor y la
muerte. Se ha hablado del tema del sino, la fatalidad, como asunto predominante
en Bodas de sangre, unido a este tema
iría el de la fuerza irresistible de la pasión sexual y el amor prohibido, el
destino, el determinismo biológico – presente en las convicciones del mundo
campesino – atraviesan la obra como base medular de la trama. En Yerma, Lorca declaró en distintas
ocasiones que no había argumento, sino un carácter que se iban desarrollando a
lo largo de la obra hay un tema, pero no un argumento.
Lorca muestra en Yerma
una mujer que lleva dos años y veinte días de matrimonio cuando empieza la
obra. Ella espera con ansiedad el ser madre, el tener un hijo. Su marido Juan,
un modesto ganadero y labrador que cultiva su propia tierra, no parece
compartir este afán por ser padre. La boda la concertó el padre de Yerma, ella
lo aceptó con alegría por la ilusión de ser madre. Transcurrido este tiempo
desde la boda, Yerma empieza a debatirse entre la espera y la desesperación y a
medida que va pasando el tiempo sin conseguir gestar el carácter de Yerma se va
endureciendo. Ella llega a una tensión extrema que la va enfrentando consigo
misma, con su marido, con la sociedad en que vive y con la naturaleza.
Su marido está
cómodo con la circunstancia de no tener hijos, le da igual. Propone a yerma de
adoptar un sobrino de esta para que así
pueda esta colmar sus ansias de ser madre, pero ella lo reúsa, quiere ser madre
completamente: gestar, parir, amamantar, criar, solo esto la satisfaría
completamente. Yerma piensa que si se hubiera casado con Víctor el pastor
hubiera tenido hijos, de hecho ella siente que ama a Víctor y no a Juan, pero
la honra de mujer casada le impide buscar un hombre para que la engendre que no
sea su marido.
Ella acude a una
vieja conjuradora, Dolores, para a ver si con algún yerbajo y oraciones puede
quedarse embarazada. También acude a una romería, a pesar de no tener mucha
confianza en lo de ir a ver al Santo, allí teniendo como fondo un pintoresco
ambiente donde se funde el cristianismo y el paganismo, Juan revela a Yerma su
conocimiento de su propia esterilidad y la de ella. Poco después, cuando
intenta hacer el amor Yerma lo estrangula.
De la realidad
reseca y ardiente de la tierra nace el odio de la madre por el clan de los
Félix, en Bodas de sangre, fruto así mismo de la realidad, la presencia de lo social que Lorca
resalta, la diferencia económica pone barreras al amor e impide el matrimonio
entre la Novia y Leonardo. Los acuerdos matrimoniales eran acuerdos
comerciales.
Lorca evoca También
los ritos triviales de la celebración de la boda con ceremonia, banquete y
baile.
Aparece el tema del
honor tan arraigado en el carácter español que incita a la madre a lanzar a su
hijo a la muerte. La tragedia está servida con todos estos condicionantes.
Un ejemplo de similitud con la tragedia griega encontramos en el
inicio del III acto de Bodas de sangre
a tres leñadores que a modo de coro informan al espectador de lo que va ocurrir:
LEÑADOR
1º.- ¿Y los han encontrado?
LEÑADOR
2º.- No. Pero los buscan por todas partes.
LEÑADOR
3º.- Ya darán con ellos.
LEÑADOR
2º.- ¡Chissss!
LEÑADOR
3º.- ¿Qué?
LEÑADOR
2º.- Parece que se a cercan por todos
los caminos a la vez.
LEÑADOR
1º.- Cuando salga la luna los verán.
LEÑADOR
2º.- Debían dejarlos.
LEÑADOR
1º.- El mundo es grande. Todos pueden vivir en él.
LEÑADOR
3º.- Pero los matarán.
LEÑADOR
2º.- Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir.
LEÑADOR
1º.- Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.
LEÑADOR
3º.- ¡La sangre!
LEÑADOR
1º.- Hay que seguir el camino de la sangre.
LEÑADOR
2º.- Pero la sangre que ve la luz se la bebe la tierra.
LEÑADOR
1º.- ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
LEÑADOR
3º.- ¡Callar!
LEÑADOR
1º.- ¿Qué? ¿Oyes algo?
LEÑADOR
3º.- Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
LEÑADOR
1º.- Pero el caballo no se siente.
LEÑADOR
3º.- No.
LEÑADOR
1º.- Ahora la estará queriendo.
LEÑADOR
2º.- El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.
LEÑADOR
3º.- Los buscan y los matarán.
LEÑADOR
1º.- Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como
dos arroyos secos.
LEÑADOR
2º.- Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.
LEÑADOR
3º.- El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una
estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta (como en la tragedia griega el destino guía
las acciones de los hombres. En este caso la influencia del sino se hace extensiva
a toda la estirpe).
LEÑADOR
1º.- Su casta de muertos en mitad de la calle.
LEÑADOR
2º.- ¡Eso es!
LEÑADOR
3º.- ¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?
LEÑADOR
2º.- Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.
LEÑADOR
3º.- El lleva un buen caballo.
LEÑADOR
2º.- Pero lleva una mujer.
LEÑADOR
1º.- Ya estamos cerca.
LEÑADOR
2º.- Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.
LEÑADOR
3º.- Ahora sale la luna vamos a darnos prisa.
LEÑADOR
1º.- ¡Ay luna que sales!
Luna de las hojas grandes. (Los leñadores invocan la luna como una
divinidad)
LEÑADOR
2º.- ¡Llena de jazmines la sangre!
LEÑADOR
1º.- ¡Ay luna sola! ¡Luna de las verdes
hojas!
LEÑADOR
2º.- Plata en la cara de la novia.
LEÑADOR
3º.- ¡Ay luna mala! ¡Deja para el amor la oscura rama!
LEÑADOR
1º.- ¡Ay triste luna! ¡Deja para el amor
la rama oscura!
El cromatismo de Bodas de sangre, arranca el primer
cuadro de amarillo, que muestra plenitud de la cosecha, la maduración de los
campos, la obsesión de la madre. El segundo cuadro con el rosa, la vida que
nace, reviste las paredes en la casa de Leonardo. La madeja roja que devanan
las jóvenes en el tercer acto, roja como la sangre de los jóvenes que van a
morir. El bosque se torna azul cuando la muerte invade la noche de los amantes
y un blanco funerario se apodera de la
escena en el cuadro final. La luna tan cargada de simbolismo, que en bodas de
sangre, supone la culminación de todos los augurios y premoniciones. La sangre,
otro de los grandes motivos de la obra lorquiana que aparece en el dialogo de
los leñadores como la fuerza sexual que arrastra a los amantes a la tragedia.
En los personajes
hay reminiscencias de tiempos pasados, los recuerdos latentes son
imprescindibles para entender el carácter y el comportamiento de los
personajes, hay una fuerte carga simbólica, desde los colores de los cuadros en
los que se dividen los actos a la personificación de ciertos elementos míticos.
El caballo que cruza vertiginoso y sediento, es la pasión desenfrenada del
amante. El caballo es portador de la fatalidad. El bosque húmedo ofrece ramas
para proteger a los amantes fugitivos, pero al mismo tiempo es el lugar de
sacrificio, pasión y muerte confluyen en el bosque a orillas de arroyo de la
fertilidad imposible.
En Yerma, el primer cuadro muestra el
interior de la casa de yerma, no hay descripción, la vida íntima todavía es
posible, porque aún es firme la esperanza de Yerma, la escena tiene una
“extraña luz de sueño”, Yerma se duerme y sueña con un pastor que sale de
puntillas, mirándola y llevando un niño en sus brazos a un niño vestido de
blanco, con un claro sentido de anunciación del niño que debería venir, es
decir, nacer en esa casa y de esta mujer. El pastor tiene un cierto sentido
religioso como el arcángel anunciador, pero la destinataria no es Yerma, sino
María su vecina casada unos pocos meses antes.
Lorca nos da en Bodas de sangre una acumulación de
elementos produciendo un cuadro de gran intensidad. No solo por colorido y
plasticidad o la combinación de prosa y verso, sino la integración de
ambientes, caracteres y pasiones en un paisaje definidor. Todo esto Lorca lo
muestra a un ritmo desenfrenado, como si se tratara de un musical o una danza.
El autor aprovecha
el decorado para darnos una visión del ambiente andaluz, Lorca se encarga de
resaltar su utilización en las acotaciones escénicas. Hay pausas sugeridas por
el dramaturgo y un aprovechamiento de los finales de actos perfectamente
orquestados. También encontramos una forma sutil de dosificar la intriga.
En Bodas de sangre los personajes son
designados con nombres comunes, excepto Leonardo (el antiguo novio de la novia).
Se plantea así la universalidad de unos caracteres que son gobernados por
fuertes pasiones. Por lo general la obra teatral de García Lorca los personajes
femeninos tienen mayor entidad dramática que los masculinos. Así ocurre en Bodas de sangre. No solo hay mayor
presencia de personajes femeninos, sino que estos, con la excepción quizá de
Leonardo, reproducen caracteres más vigorosos. Cuatro son los personajes claves
de la tragedia: la Madre, la Novia, Leonardo y el Novio. De todos ellos,
seguramente es la Madre la que desempeña un papel más significativo. La Madre
representa la fidelidad de la tierra. Es fuerte y constante, paciente ante la
adversidad. Vive en comunión con sus muertos, ligada a ellos a través del
recuerdo y la llamada incombustible del odio hacia la casta enemiga “los Félix”.
Se vuelca en ternura con su hijo pero las leyes sociales del pundonor la
impulsan a entregarlo también a la muerte. En un afán de protección de la
descendencia se siente identificada con la tierra. Hay que seguir manteniendo
la vida a través de la especie, a través del hijo.
La Novia es víctima
de un conflicto interior importante. Desea mantenerse dentro del equilibrio
social del deber, seguir el cauce de las normas de la tradición. Pero el
instinto puede más que la razón. Es un personaje eminentemente pasional.
Otro de los grandes
agentes de la tragedia es Leonardo, antagonista ante la Madre. Él es el
encargado de arruinar la última esperanza de la madre en perpetuar la estirpe.
Es un personaje atormentado, sordo a la llamada del hogar y de la familia. La pasión y la fatalidad la
arrastran ciegamente a la destrucción.
El papel del Novio
está subordinado al de la Madre. Aunque muera, su función no es esencialmente
trágica. Es una víctima “inmolada” destinado desde el principio a ser
sacrificado. Su mansedumbre se convierte en vehemencia cuando a instancia de la
Madre, actúa en defensa de su honor. Frente a Leonardo, que es la pasión, el
Novio representa el trabajo y la descendencia.
Los restantes
personajes son de menor entidad. La Mujer personifica el amor, la lealtad y la
resignación. La suegra está en la línea de las mujeres fuertes Lorquianas, como
la Madre o como Bernarda en La casa de Bernarda Alba. El Suegro es el
labrador ambicioso y fanfarrón, orgulloso de sí mismo.
Otros personajes
funcionan como coro o representan lejanos mitos. Las personificaciones de la
muerte y la luna cumplen un papel primordial en el conjunto de la tragedia.
Atención especial merece la Criada, representante típica del mundo de la
servidumbre y archivo de sabiduría popular y prototipo de felicidad.
Pero si hay un
personaje que aglutine todo lo que es la mujer Lorquiana es sin duda Yerma, es
una mujer ya marcada desde el nacimiento por su nombre, que da título a la obra
que habla de ella y marca la intención del autor en marcar el carácter del
personaje que no el argumento de la obra. Su nombre nos da a priori el problema
dramático, su condición de estéril. El espectador ya sabe que no habrá solución
para el problema planteado, Yerma no podrá lograr la maternidad. El interés lo
encontramos en el proceso dramático y psicológico que es materia esencial de la
obra y en la belleza y autenticidad con que se expresan.
Yerma se niega a
aceptar su esterilidad, quiere hacer de la maternidad un valor absoluto y
necesario, que por trágico que parezca le importa más que su vida. Desea un
hijo, pero no como una criatura para cuidado y darle cariño, sino habiéndolo
sentido dentro crecer día a día en sus entrañas, dar a luz entre dolores y
amamantarlo aunque le salgan grietas en sus pechos. Por eso no basta con la
adopción de un niño, aunque sea familia.
“YERMA.- Es así.
Claro que todavía hay tiempo. Elena tardó tres años y otras antiguas del tiempo
de mi madre mucho más, pero dos años y veinte días, como yo, es demasiada
espera. Pienso que no es justo que me consuma aquí. Muchas noches salgo
descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré
volviéndome mala.
MARÍA.- Pero ven
acá, criatura; hablas como si fueras una vieja. ¡Qué digo! Nadie puede quejarse
de estas cosas. Una hermana de mi madre lo tuvo a los catorce años, ¡y si
vieras que hermosura de niño!
YERMA.- (Con ansiedad.) ¿Qué hacía?
MARÍA.- Lloraba como
un torito, con la fuerza de mil cigarras cantando a la vez y nos orinaba y nos
tiraba de las trenzas y cuando tuvo cuatro meses nos llenaba la cara de
arañazos.
YERMA.- (Riendo.) Pero esas cosas no duelen.
MARÍA.- Te diré…
YERMA.- ¡Bah! Yo he
visto a mi hermana dar de mamar a su niño con el pecho lleno de grietas y le
producía un gran dolor, pero un dolor fresco, bueno, necesario para la salud.
MARÍA.- Dicen que
con los hijos se sufre mucho.
YERMA.- Mentira. Eso
dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un hijo
no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que
se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada
mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tiene se les
vuelve veneno, como va a pasarme a mí. (…)
YERMA.- Pero yo no
duermo, no puedo dormir.
JUAN.- ¿Es qué te
falta algo? Dime ¡Contesta!
YERMA.- (Con intención y mirando fijamente al marido.)
Sí, me falta. (Pausa)
JUAN.- Siempre lo
mismo. Hace ya más cinco años. Yo casi lo estoy olvidando.
YERMA.- Pero yo no
soy como tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las
conversaciones; las mujeres no tenemos más que esta de la cría y el cuidado de
la cría.
JUAN.- Todo el mundo
no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de tu hermano? Yo no me opongo.
YERMA.- No quiero
cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.”
La yerma lorquiana criatura pasional,
irracional, como una energúmena quiere imponer su voluntad de maternidad en un
cuerpo estéril, porque no puede aceptar el hecho fatal que fisiológicamente no
puede, sería negarse a sí misma. Hay una transformación evidente de Yerma
durante toda la obra, al principio encontramos a una mujer sosegada, que
desborda cariño y la veremos ir a parar a una criatura desmesurada, que va
camino de la extrema violencia. Hay un largo periodo de transformación de su
vida interior, un periodo dramático de un poco más de cinco años, cuyo
transcurso se señala casi con minuciosidad. A medida que sus esperanzas de ser
madre disminuyen va rehusando hacer trabajos <<femeninos>> que solo
tienen sentido como quehaceres complementarios a la cría de un hijo y cambia la
intimidad del hogar por el campo abierto, prefiere pasar la noche sentada en el
quicio de la puerta aunque haga frío, en pleno proceso de destrucción total de
su vida conyugal. Se siente como la tierra baldía el hijo no llega: “¿Por qué
estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner
cortinitas planchadas en mi ventanillo?” Con ironía que se vuelve contra ella
misma llegará a decir: “Ojalá fuera yo una mujer”. Pronto se avanza en el
proceso de perdida de la feminidad: Muchas noches bajo yo a echar la comida a
los bueyes, que antes no lo hacía, porque ninguna mujer lo hace, y cuando paso
por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre.”
Paralelamente, Yerma ha ido tomando conciencia de su frustración amorosa,
aunque admite reiteradamente que aceptó con alegría el marido que su padre le
había elegido, señala que busca esencialmente al hijo. En esa búsqueda al
hacerse obstinada determinará situaciones ambiguas en las que Yerma siente que
su cuerpo tiene “calentura” mientras el marido tiene la “cintura fría” y que él
“da media vuelta y se duerme” dejándola a ella en la cama con los ojos tristes
“mirando al techo”.
A la luz del
desarrollo del carácter de Yerma, desde la alegre aceptación del novio antes de
la boda y la noche de bodas, hasta el instante en que mata a su marido, la
frustración amorosa desempeña un importante factor. En la mitificación de lo
sexual que Yerma ha ido elaborando entre ignorancia y superstición, excesivas
en una muchacha que vive en el campo, en diario contacto con la naturaleza, y
que como ella dice ha visto parir ovejas y perras, que parece que “todo el
campo puesto en pie me enseña sus criaturas tiernas”, es posible que piense que
la Muchacha 2ª no tiene hijos porque le falta voluntad de tenerlos, de igual
modo atribuye a que Juan no desea tener hijos la esterilidad del matrimonio.
Esa idea abre camino
al odio hacia Juan, cuando establecida finalmente la separación entre lo sexual
y la procreación, al señalarse la esterilidad de cada uno de los cónyuge,
Juan busca a Yerma, ella se siente ultrajada y reacciona estrangulándolo, una
manera de matarlo donde se demuestra la pasión y la obsesión que ella lleva
dentro y además un signo de masculinidad en la manera de matar, las mujeres
envenenan, se puede decir que hay un intercambio de papeles.
Siempre nos quedará
la duda: ¿Es qué yerma ha abandonado la realidad y está dispuesta en la
reclusión de la cárcel a seguir creyéndose capaz de engendrar un hijo? Que al
matar al marido “haya matado al hijo” es otra cosa. Podrá pensar que ha sido
ella misma y no el destino quien ha imposibilitado al matar al marido el
cumplimiento de su anhelo de maternidad. Separada de la gente, convertida en
una presidiaria y situada en una viudez inacabable, podrá contarse a sí misma
esa gran mentira. Muerta la ansiedad poder o no tener el hijo, podrá ya vivir
tranquila, al igual que la madre de Bodas
de sangre, cuando le han matado a su último hijo, se le acabó la sed de
venganza y la estirpe con ella.
Lorca sin duda es
poeta, un dramaturgo de la tierra andaluza y quiere reflejar en su obra ese
espíritu donde se mezclan tradición, superstición e ignorancia arraigada en los
campesinos, donde el honor y la honra tienen tanto valor que puede hacer que
todo acabe en tragedia.
Federico García Lorca en una entrevista de la
revista Crítica, de Buenos Aires, del
10 de marzo de 1934 comenta: “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas
mis emociones. Mis más lejanos recuerdos
de niño tienen sabor de tierra. La tierra, el campo, han hecho grandes cosas en
mi vida. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen
sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de
mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre”.
Bibliografía:
Federico
García Lorca. “Yerma”. Ed. Cátedra (Grupo Anaya. S.A). 1976.2007
I.S.B.N.:978-84-376-007-7
Federico
García Lorca. “Bodas de sangre”, con introducción, comentarios, apéndices y
notas: Grupo Anaya. Ed. ANAYA S.A. 1986
José
María Camacho Rojo. “La tradición clásica en la obra de Federico García Lorca”.
Ed. Universidad de Granada. 2006. ISBN. 84-338-3943-8
Carlos
de arce. “El crimen de Níjar. El origen de “Bodas de sangre”. Ed: SEUBA
EDICIONES. 1988. ISBN: 84-86747-07-4
Arturo Berenguer
Carisono, Las máscaras de Federico García
Lorca. Ed. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1969
Jorge Martín Gálvez
muy buen trabajo pero lo que más me cautivó fue la imagen
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