miércoles, 22 de junio de 2016

ANÁLISIS DE LAS OBRAS YERMA Y BODAS DE SANGRE DE FEDERICO GARCÍA LORCA. LA MUJER LORQUIANA.



ANÁLISIS DE LAS OBRAS YERMA Y BODAS DE SANGRE DE FEDERICO GARCÍA LORCA. LA MUJER LORQUIANA.

En estas  obras Lorca nos muestra unos dramas sociales ambientados en una Andalucía rural y llenas de complejos y supersticiones. Donde la mujer desempeña un papel primordial en sus relatos de dramaturgia. En la construcción del relato dramático Lorca toma de la tragedia griega dos elementos fundamentales: el coro (parte esencial en la obra, a la manera del teatro de Sófocles en su función de actor en los acontecimientos del drama, presentando el tema dominante de forma lírica, haciendo de puente entre el espectador y lo que ocurre en escena: así el coro de lavanderas en Yerma; el de los tres leñadores y las muchachas que devanan la madeja roja en el III acto de Bodas de sangre, sobre todo, pero también el dúo suegra – mujer, los mozos y la criada en esta misma obra y el sentido íntimo de la tragedia: la lucha del hombre contra fuerzas exteriores que parecen dirigir su vida y contra las que él no puede hacer nada. Aunque también podríamos decir que hay ciertas diferencias en lo que atañe al tratamiento e identificación de sus modelos griegos. Partiendo de una convicción de una conciencia formal y de sentido entre los dramas de Lorca y la tragedia griega, Antonia Carmona Vázquez (A. Carmona Vázquez “Conciencia de lo trágico en Eurípides y Federico García Lorca: la mujer, eje central del teatro de ambos autores”, Gades 8, 1981. Pp. 47-67) asegura que las obras lorquianas se pueden “redescubrir” no en el teatro de Esquilo o de Sófocles, “autores que se mueven en la búsqueda de la delimitación del concepto cósmico de Justicia”, sino en Eurípides, que lo hace en la “esfera unidimensional y compleja del hombre frente a su existencia” (p.48). Estos elementos del teatro griego en Bodas de sangre y yerma, claros para algunos críticos: coros, destino, catástrofe, sentimiento de piedad en el espectador, son en opinión de otros estudiosos  recursos procedentes de la tradición andaluza, y por tanto no se debe exagerar en tal influencia griega en la obra de Lorca.
Podríamos decir que Lorca muestra varias máscaras o signos. El signo de la vida en espera, la vida vibrante de anhelos jóvenes, de destinos a cumplir, de incitaciones, a los que rompen su curva la mano helada de la muerte, la muerte lorquiana que no es solo morir; es, también, no llegar: como la novia en Bodas de sangre o la infecunda yerma. El signo de la tierra, viejas mujeres populares llenas de augurios y presagios, saber milenario, intuitivo y profundo; maliciosas, dicheras; en el fondo ingenuas, fuertes como un rito de la naturaleza: como la criada en Bodas de sangre o la vieja pagana de Yerma. El signo de la fuerza, machos viriles; sangre; van como flechados a su destino y una ley de castidad, una ley de integridad recia, insobornable los detiene y los quiebra: Leonardo en Bodas de sangre o Víctor el pastor en Yerma. El signo del destino invencible, cabrían aquí las heroínas del primer signo; pero no, apuntemos solo aquellos a quienes  envuelve sin querer la tragedia; los destinados que parecen absorbidos en la vorágine, como víctimas de quienes buscaron implacables cumplir íntegramente su esperanza vital: el novio en Bodas de sangre o Juan el marido infecundo en Yerma, a quienes la fuerza de lo eterno femenino los destruye. Los signos telúricos, ya se sabe que Lorca es el poeta de la tierra, su aliento engendra tragedia: calor sofocante, luna y bosque en Bodas de sangre; las ovejas de Yerma. Signos mágicos populares, la vida de un pueblo, de una región deja sedimento que forman luego su trasmundo, su religión, su casa; un acorde musical en música o en verso, que es casi lo mismo, envolvente; aureola y fuente de la tragedia: cuadro de las nupcias y misterios del bosque en Bodas de sangre; cantar de los pastores y bacanal en la ermita en Yerma. El signo lírico, debiéramos interrogarnos ¿todo este mundo, todos estos personajes, estas figuras se integran con un fuerte caudal de humanidad, de cosa vivida?, ¿o son no más que máscaras líricas, explosiones de un creador mágico, artilugios que derrumbará el vendaval del tiempo una vez que pase su momento? La respuesta no se hallará hasta reunir todo el material y observarlo con ojo crítico. Ese mundo coherente se envuelve en una atmósfera lírica donde respiran y sin la cual mueren sus criaturas. Hay que entrar en este mundo salvando y eludiendo las deformaciones que el fluido lírico imprime en todos estos seres. Deformados en ese ambiente milenario de mito y misterio, solo vemos máscaras, ya trágicas, ya grotescas – las mismas máscaras simbólicas de la tragedia griega –, pero aclarando el velo se resquebraja la apariencia extraña y encontramos la carne viva, la angustia palpitante, con el problema eterno, grávido, fecundo de amor, el dolor y la muerte. Se ha hablado del tema del sino, la fatalidad, como asunto predominante en Bodas de sangre, unido a este tema iría el de la fuerza irresistible de la pasión sexual y el amor prohibido, el destino, el determinismo biológico – presente en las convicciones del mundo campesino – atraviesan la obra como base medular de la trama. En Yerma, Lorca declaró en distintas ocasiones que no había argumento, sino un carácter que se iban desarrollando a lo largo de la obra hay un tema, pero no un argumento.
Lorca muestra en Yerma una mujer que lleva dos años y veinte días de matrimonio cuando empieza la obra. Ella espera con ansiedad el ser madre, el tener un hijo. Su marido Juan, un modesto ganadero y labrador que cultiva su propia tierra, no parece compartir este afán por ser padre. La boda la concertó el padre de Yerma, ella lo aceptó con alegría por la ilusión de ser madre. Transcurrido este tiempo desde la boda, Yerma empieza a debatirse entre la espera y la desesperación y a medida que va pasando el tiempo sin conseguir gestar el carácter de Yerma se va endureciendo. Ella llega a una tensión extrema que la va enfrentando consigo misma, con su marido, con la sociedad en que vive y con la naturaleza.
Su marido está cómodo con la circunstancia de no tener hijos, le da igual. Propone a yerma de adoptar un sobrino de esta para que  así pueda esta colmar sus ansias de ser madre, pero ella lo reúsa, quiere ser madre completamente: gestar, parir, amamantar, criar, solo esto la satisfaría completamente. Yerma piensa que si se hubiera casado con Víctor el pastor hubiera tenido hijos, de hecho ella siente que ama a Víctor y no a Juan, pero la honra de mujer casada le impide buscar un hombre para que la engendre que no sea su marido.
Ella acude a una vieja conjuradora, Dolores, para a ver si con algún yerbajo y oraciones puede quedarse embarazada. También acude a una romería, a pesar de no tener mucha confianza en lo de ir a ver al Santo, allí teniendo como fondo un pintoresco ambiente donde se funde el cristianismo y el paganismo, Juan revela a Yerma su conocimiento de su propia esterilidad y la de ella. Poco después, cuando intenta hacer el amor Yerma lo estrangula.
De la realidad reseca y ardiente de la tierra nace el odio de la madre por el clan de los Félix, en Bodas de sangre, fruto así mismo de la realidad, la presencia de lo social que Lorca resalta, la diferencia económica pone barreras al amor e impide el matrimonio entre la Novia y Leonardo. Los acuerdos matrimoniales eran acuerdos comerciales.
Lorca evoca También los ritos triviales de la celebración de la boda con ceremonia, banquete y baile.
Aparece el tema del honor tan arraigado en el carácter español que incita a la madre a lanzar a su hijo a la muerte. La tragedia está servida con todos estos condicionantes.
  Un ejemplo de similitud  con la tragedia griega encontramos en el inicio del III acto de Bodas de sangre a tres leñadores que a modo de coro informan al espectador de lo que va ocurrir:
LEÑADOR 1º.- ¿Y los han encontrado?
LEÑADOR 2º.- No. Pero los buscan por todas partes.
LEÑADOR 3º.- Ya darán con ellos.
LEÑADOR 2º.- ¡Chissss!
LEÑADOR 3º.- ¿Qué?
LEÑADOR 2º.-  Parece que se a cercan por todos los caminos a la vez.
LEÑADOR 1º.- Cuando salga la luna los verán.
LEÑADOR 2º.- Debían dejarlos.
LEÑADOR 1º.- El mundo es grande. Todos pueden vivir en él.
LEÑADOR 3º.- Pero los matarán.
LEÑADOR 2º.- Hay que seguir la inclinación: han hecho bien en huir.
LEÑADOR 1º.- Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.
LEÑADOR 3º.- ¡La sangre!
LEÑADOR 1º.- Hay que seguir el camino de la sangre.
LEÑADOR 2º.- Pero la sangre que ve la luz se la bebe la tierra.
LEÑADOR 1º.- ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
LEÑADOR 3º.- ¡Callar!
LEÑADOR 1º.- ¿Qué? ¿Oyes algo?
LEÑADOR 3º.- Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
LEÑADOR 1º.- Pero el caballo no se siente.
LEÑADOR 3º.- No.
LEÑADOR 1º.- Ahora la estará queriendo.
LEÑADOR 2º.- El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.
LEÑADOR 3º.- Los buscan y los matarán.
LEÑADOR 1º.- Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos arroyos secos.
LEÑADOR 2º.- Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.
LEÑADOR 3º.- El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta (como en la tragedia griega el destino guía las acciones de los hombres. En este caso la influencia del sino se hace extensiva a toda la estirpe).
LEÑADOR 1º.- Su casta de muertos en mitad de la calle.
LEÑADOR 2º.- ¡Eso es!
LEÑADOR 3º.- ¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?
LEÑADOR 2º.- Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.
LEÑADOR 3º.- El lleva un buen caballo.
LEÑADOR 2º.- Pero lleva una mujer.
LEÑADOR 1º.- Ya estamos cerca.
LEÑADOR 2º.- Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.
LEÑADOR 3º.- Ahora sale la luna vamos a darnos prisa.
LEÑADOR 1º.- ¡Ay luna que sales!
            Luna de las hojas grandes. (Los leñadores invocan la luna como una divinidad)
LEÑADOR 2º.-   ¡Llena de jazmines la sangre!
LEÑADOR 1º.- ¡Ay luna sola!  ¡Luna de las verdes hojas!
LEÑADOR 2º.- Plata en la cara de la novia.
LEÑADOR 3º.- ¡Ay luna mala! ¡Deja para el amor la oscura rama!
LEÑADOR 1º.- ¡Ay triste luna!  ¡Deja para el amor la rama oscura!

El cromatismo de Bodas de sangre, arranca el primer cuadro de amarillo, que muestra plenitud de la cosecha, la maduración de los campos, la obsesión de la madre. El segundo cuadro con el rosa, la vida que nace, reviste las paredes en la casa de Leonardo. La madeja roja que devanan las jóvenes en el tercer acto, roja como la sangre de los jóvenes que van a morir. El bosque se torna azul cuando la muerte invade la noche de los amantes y un blanco funerario se apodera  de la escena en el cuadro final. La luna tan cargada de simbolismo, que en bodas de sangre, supone la culminación de todos los augurios y premoniciones. La sangre, otro de los grandes motivos de la obra lorquiana que aparece en el dialogo de los leñadores como la fuerza sexual que arrastra a los amantes a la tragedia.
En los personajes hay reminiscencias de tiempos pasados, los recuerdos latentes son imprescindibles para entender el carácter y el comportamiento de los personajes, hay una fuerte carga simbólica, desde los colores de los cuadros en los que se dividen los actos a la personificación de ciertos elementos míticos. El caballo que cruza vertiginoso y sediento, es la pasión desenfrenada del amante. El caballo es portador de la fatalidad. El bosque húmedo ofrece ramas para proteger a los amantes fugitivos, pero al mismo tiempo es el lugar de sacrificio, pasión y muerte confluyen en el bosque a orillas de arroyo de la fertilidad imposible.
En Yerma, el primer cuadro muestra el interior de la casa de yerma, no hay descripción, la vida íntima todavía es posible, porque aún es firme la esperanza de Yerma, la escena tiene una “extraña luz de sueño”, Yerma se duerme y sueña con un pastor que sale de puntillas, mirándola y llevando un niño en sus brazos a un niño vestido de blanco, con un claro sentido de anunciación del niño que debería venir, es decir, nacer en esa casa y de esta mujer. El pastor tiene un cierto sentido religioso como el arcángel anunciador, pero la destinataria no es Yerma, sino María su vecina casada unos pocos meses antes.
Lorca nos da en Bodas de sangre una acumulación de elementos produciendo un cuadro de gran intensidad. No solo por colorido y plasticidad o la combinación de prosa y verso, sino la integración de ambientes, caracteres y pasiones en un paisaje definidor. Todo esto Lorca lo muestra a un ritmo desenfrenado, como si se tratara de un musical o una danza.
El autor aprovecha el decorado para darnos una visión del ambiente andaluz, Lorca se encarga de resaltar su utilización en las acotaciones escénicas. Hay pausas sugeridas por el dramaturgo y un aprovechamiento de los finales de actos perfectamente orquestados. También encontramos una forma sutil de dosificar la intriga.
En Bodas de sangre los personajes son designados con nombres comunes, excepto Leonardo (el antiguo novio de la novia). Se plantea así la universalidad de unos caracteres que son gobernados por fuertes pasiones. Por lo general la obra teatral de García Lorca los personajes femeninos tienen mayor entidad dramática que los masculinos. Así ocurre en Bodas de sangre. No solo hay mayor presencia de personajes femeninos, sino que estos, con la excepción quizá de Leonardo, reproducen caracteres más vigorosos. Cuatro son los personajes claves de la tragedia: la Madre, la Novia, Leonardo y el Novio. De todos ellos, seguramente es la Madre la que desempeña un papel más significativo. La Madre representa la fidelidad de la tierra. Es fuerte y constante, paciente ante la adversidad. Vive en comunión con sus muertos, ligada a ellos a través del recuerdo y la llamada incombustible del odio hacia la casta enemiga “los Félix”. Se vuelca en ternura con su hijo pero las leyes sociales del pundonor la impulsan a entregarlo también a la muerte. En un afán de protección de la descendencia se siente identificada con la tierra. Hay que seguir manteniendo la vida a través de la especie, a través del hijo.
La Novia es víctima de un conflicto interior importante. Desea mantenerse dentro del equilibrio social del deber, seguir el cauce de las normas de la tradición. Pero el instinto puede más que la razón. Es un personaje eminentemente pasional.
Otro de los grandes agentes de la tragedia es Leonardo, antagonista ante la Madre. Él es el encargado de arruinar la última esperanza de la madre en perpetuar la estirpe. Es un personaje atormentado, sordo a la llamada del hogar  y de la familia. La pasión y la fatalidad la arrastran ciegamente a la destrucción.
El papel del Novio está subordinado al de la Madre. Aunque muera, su función no es esencialmente trágica. Es una víctima “inmolada” destinado desde el principio a ser sacrificado. Su mansedumbre se convierte en vehemencia cuando a instancia de la Madre, actúa en defensa de su honor. Frente a Leonardo, que es la pasión, el Novio representa el trabajo y la descendencia.
Los restantes personajes son de menor entidad. La Mujer personifica el amor, la lealtad y la resignación. La suegra está en la línea de las mujeres fuertes Lorquianas, como la Madre o como Bernarda en La casa de Bernarda Alba. El Suegro es el labrador ambicioso y fanfarrón, orgulloso de sí mismo.
Otros personajes funcionan como coro o representan lejanos mitos. Las personificaciones de la muerte y la luna cumplen un papel primordial en el conjunto de la tragedia. Atención especial merece la Criada, representante típica del mundo de la servidumbre y archivo de sabiduría popular y prototipo de felicidad.
Pero si hay un personaje que aglutine todo lo que es la mujer Lorquiana es sin duda Yerma, es una mujer ya marcada desde el nacimiento por su nombre, que da título a la obra que habla de ella y marca la intención del autor en marcar el carácter del personaje que no el argumento de la obra. Su nombre nos da a priori el problema dramático, su condición de estéril. El espectador ya sabe que no habrá solución para el problema planteado, Yerma no podrá lograr la maternidad. El interés lo encontramos en el proceso dramático y psicológico que es materia esencial de la obra y en la belleza y autenticidad con que se expresan.
Yerma se niega a aceptar su esterilidad, quiere hacer de la maternidad un valor absoluto y necesario, que por trágico que parezca le importa más que su vida. Desea un hijo, pero no como una criatura para cuidado y darle cariño, sino habiéndolo sentido dentro crecer día a día en sus entrañas, dar a luz entre dolores y amamantarlo aunque le salgan grietas en sus pechos. Por eso no basta con la adopción de un niño, aunque sea familia.
“YERMA.- Es así. Claro que todavía hay tiempo. Elena tardó tres años y otras antiguas del tiempo de mi madre mucho más, pero dos años y veinte días, como yo, es demasiada espera. Pienso que no es justo que me consuma aquí. Muchas noches salgo descalza al patio para pisar la tierra, no sé por qué. Si sigo así, acabaré volviéndome mala.
MARÍA.- Pero ven acá, criatura; hablas como si fueras una vieja. ¡Qué digo! Nadie puede quejarse de estas cosas. Una hermana de mi madre lo tuvo a los catorce años, ¡y si vieras que hermosura de niño!
YERMA.- (Con ansiedad.) ¿Qué hacía?
MARÍA.- Lloraba como un torito, con la fuerza de mil cigarras cantando a la vez y nos orinaba y nos tiraba de las trenzas y cuando tuvo cuatro meses nos llenaba la cara de arañazos.
YERMA.- (Riendo.) Pero esas cosas no duelen.
MARÍA.- Te diré…
YERMA.- ¡Bah! Yo he visto a mi hermana dar de mamar a su niño con el pecho lleno de grietas y le producía un gran dolor, pero un dolor fresco, bueno, necesario para la salud.
MARÍA.- Dicen que con los hijos se sufre mucho.
YERMA.- Mentira. Eso dicen las madres débiles, las quejumbrosas. ¿Para qué los tienen? Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para verlos crecer. Yo pienso que se nos va la mitad de nuestra sangre. Pero esto es bueno, sano, hermoso. Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tiene se les vuelve veneno, como va a pasarme a mí. (…)
YERMA.- Pero yo no duermo, no puedo dormir.
JUAN.- ¿Es qué te falta algo? Dime ¡Contesta!
YERMA.- (Con intención y mirando fijamente al marido.) Sí, me falta. (Pausa)
JUAN.- Siempre lo mismo. Hace ya más cinco años. Yo casi lo estoy olvidando.
YERMA.- Pero yo no soy como tú. Los hombres tienen otra vida, los ganados, los árboles, las conversaciones; las mujeres no tenemos más que esta de la cría y el cuidado de la cría.
JUAN.- Todo el mundo no es igual. ¿Por qué no te traes un hijo de tu hermano? Yo no me opongo.
YERMA.- No quiero cuidar hijos de otros. Me figuro que se me van a helar los brazos de tenerlos.”
 La yerma lorquiana criatura pasional, irracional, como una energúmena quiere imponer su voluntad de maternidad en un cuerpo estéril, porque no puede aceptar el hecho fatal que fisiológicamente no puede, sería negarse a sí misma. Hay una transformación evidente de Yerma durante toda la obra, al principio encontramos a una mujer sosegada, que desborda cariño y la veremos ir a parar a una criatura desmesurada, que va camino de la extrema violencia. Hay un largo periodo de transformación de su vida interior, un periodo dramático de un poco más de cinco años, cuyo transcurso se señala casi con minuciosidad. A medida que sus esperanzas de ser madre disminuyen va rehusando hacer trabajos <<femeninos>> que solo tienen sentido como quehaceres complementarios a la cría de un hijo y cambia la intimidad del hogar por el campo abierto, prefiere pasar la noche sentada en el quicio de la puerta aunque haga frío, en pleno proceso de destrucción total de su vida conyugal. Se siente como la tierra baldía el hijo no llega: “¿Por qué estoy yo seca? ¿Me he de quedar en plena vida para cuidar aves o poner cortinitas planchadas en mi ventanillo?” Con ironía que se vuelve contra ella misma llegará a decir: “Ojalá fuera yo una mujer”. Pronto se avanza en el proceso de perdida de la feminidad: Muchas noches bajo yo a echar la comida a los bueyes, que antes no lo hacía, porque ninguna mujer lo hace, y cuando paso por lo oscuro del cobertizo mis pasos me suenan a pasos de hombre.” Paralelamente, Yerma ha ido tomando conciencia de su frustración amorosa, aunque admite reiteradamente que aceptó con alegría el marido que su padre le había elegido, señala que busca esencialmente al hijo. En esa búsqueda al hacerse obstinada determinará situaciones ambiguas en las que Yerma siente que su cuerpo tiene “calentura” mientras el marido tiene la “cintura fría” y que él “da media vuelta y se duerme” dejándola a ella en la cama con los ojos tristes “mirando al techo”.
A la luz del desarrollo del carácter de Yerma, desde la alegre aceptación del novio antes de la boda y la noche de bodas, hasta el instante en que mata a su marido, la frustración amorosa desempeña un importante factor. En la mitificación de lo sexual que Yerma ha ido elaborando entre ignorancia y superstición, excesivas en una muchacha que vive en el campo, en diario contacto con la naturaleza, y que como ella dice ha visto parir ovejas y perras, que parece que “todo el campo puesto en pie me enseña sus criaturas tiernas”, es posible que piense que la Muchacha 2ª no tiene hijos porque le falta voluntad de tenerlos, de igual modo atribuye a que Juan no desea tener hijos la esterilidad del matrimonio.
Esa idea abre camino al odio hacia Juan, cuando establecida finalmente la separación entre lo sexual y la procreación, al señalarse la esterilidad de cada uno de los cónyuge, Juan busca a Yerma, ella se siente ultrajada y reacciona estrangulándolo, una manera de matarlo donde se demuestra la pasión y la obsesión que ella lleva dentro y además un signo de masculinidad en la manera de matar, las mujeres envenenan, se puede decir que hay un intercambio de papeles.
Siempre nos quedará la duda: ¿Es qué yerma ha abandonado la realidad y está dispuesta en la reclusión de la cárcel a seguir creyéndose capaz de engendrar un hijo? Que al matar al marido “haya matado al hijo” es otra cosa. Podrá pensar que ha sido ella misma y no el destino quien ha imposibilitado al matar al marido el cumplimiento de su anhelo de maternidad. Separada de la gente, convertida en una presidiaria y situada en una viudez inacabable, podrá contarse a sí misma esa gran mentira. Muerta la ansiedad poder o no tener el hijo, podrá ya vivir tranquila, al igual que la madre de Bodas de sangre, cuando le han matado a su último hijo, se le acabó la sed de venganza y la estirpe con ella.
Lorca sin duda es poeta, un dramaturgo de la tierra andaluza y quiere reflejar en su obra ese espíritu donde se mezclan tradición, superstición e ignorancia arraigada en los campesinos, donde el honor y la honra tienen tanto valor que puede hacer que todo acabe en tragedia.
 Federico García Lorca en una entrevista de la revista Crítica, de Buenos Aires, del 10 de marzo de 1934 comenta: “Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis  emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. La tierra, el campo, han hecho grandes cosas en mi vida. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre”.


Bibliografía:
Federico García Lorca. “Yerma”. Ed. Cátedra (Grupo Anaya. S.A). 1976.2007 I.S.B.N.:978-84-376-007-7
Federico García Lorca. “Bodas de sangre”, con introducción, comentarios, apéndices y notas: Grupo Anaya. Ed. ANAYA S.A. 1986
José María Camacho Rojo. “La tradición clásica en la obra de Federico García Lorca”. Ed. Universidad de Granada. 2006. ISBN. 84-338-3943-8
Carlos de arce. “El crimen de Níjar. El origen de “Bodas de sangre”. Ed: SEUBA EDICIONES. 1988. ISBN: 84-86747-07-4
Arturo Berenguer Carisono, Las máscaras de Federico García Lorca. Ed. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1969


Jorge Martín Gálvez

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