ROMANCERO GITANO
En julio de 1928 la editorial de la Revista de Occidente publica este libro
con el título de Romancero gitano en
la cubierta y primer romancero gitano
en la portada. Su elaboración fue larga, entre 1922 y 1926. La primera vez que
Lorca anuncia su intención de componer un conjunto de romances data del 1922,
dos años más tarde ya tiene el plan de publicar un libro con estas
composiciones. El primero de estos romances en cuanto a la fecha de escritura
es el Romance de la luna luna, luego
el Romance de la pena negra y el Romance sonámbulo. Lorca reconoce el
cansancio que tiene respecto al proyecto
inicial del libro y el hastío del encasillamiento que estos romances suponen
para su personalidad escribe en una carta
a su amigo Jorge Guillen: “Me va molestando un poco <<mi mito>>
de gitanería.
Confunden mi vida y mi carácter. No quiero de ninguna manera. Los gitanos son
un tema y nada más”. En 1928 Lorca tiene la sensación de haber terminado una
etapa de su obra. Escribe a su amigo Fernández Almagro: “Claro que mi libro no
lo han entendido los putrefactos aunque ellos digan que sí. A pesar de todo, a
mí ya no me interesa nada o casi nada. Se me ha muerto en mis manos de la
manera más tierna. Mi poesía tiene ahora otro vuelo más agudo todavía”. Señala
Mario Hernández (escritor y Editor de algunas obras de Lorca), que tanto en Poema del cante jondo como en Romancero gitano, la intención de Lorca
es la de poeta <<interprete>>, como si fuera un <<cantaor>> flamenco. El canto, adquiere un
carácter sagrado, mítico: “El cantaor cuando canta celebra un solemne rito,
saca las viejas esencias dormidas y la lanza al viento envueltas en su voz”,
Comenta Federico García Lorca en su conferencia sobre el “cante jondo”.
El titulo Romancero
gitano, es ya una dualidad de opuestos y está expresando acción
sintetizadora, las dos palabras que lo integra se podría considerar como
constituyendo el primer verso del libro o quizá más acertadamente, el primer
poema, que se compondría de una figura única expresada por un único heptasílabo
con los acentos en tercera y sexta. Aunque el libro hubiera podido titularse –
sin romper en absoluto la tradición de que se hace continuador – Romancero de
los o del gitano, se ha preferido evitar el uso de artículos y preposiciones.
El resultado de esto es que los dos términos aparecen perfectamente a solas
rodeados de un silencio que puede interpretarse como constituyendo el resto del
poema.
El Romancero
gitano consta de dieciocho romances. Hablan de un dolor universal y ese
dolor se plasma dentro del más puro de los moldes populares. Lorca elige el
romance para reencontrar a sus antepasados y continuar con la savia que da la
vida al organismo literario español, de ahí que coincida en su verso lo más
profundo del mito con una estupenda adecuación de la forma. Un panteísmo de
origen religioso presente en esta obra pone en comunicación los diferentes
elementos naturales con los profundos sentimientos del hombre. La
personificación del <<viento>> en algunos romances con un claro
sentido erótico, la personificación de la <<pena>>
en una figura
dramáticamente femenina. La pena el gran
tema del cante flamenco y ese es el motivo central del Romancero Gitano, aquí un romance que refleja el espíritu, el aroma
de esta obra:
ROMANCE DE LA PENA
NEGRA
La
piqueta de los gallos
cavan
buscando la aurora,
cuando
por el monte oscuro
baja
Soledad Montoya.
Cobre
amarillo, su carne, 5
huele
a caballo y a sombra.
Yunque
ahumados sus pechos,
gimen
canciones redondas.
Soledad:
¿por quién preguntas
sin
compaña y a estas horas? 10
pregunte
por quien pregunte,
dime:¿a
ti qué se te importa?
Vengo
a buscar lo que busco,
mi
alegría y mi persona.
Soledad
de mis pesare 15
caballo
que se desboca,
al
fin encuentra la mar
y se
la tragan las olas.
No me
recuerdes el mar
que
la pena negra, brota 20
en
las tierras de aceituna
bajo
el rumor de las hojas.
¡Soledad
qué pena tienes!
¡Qué
pena tan lastimosa!
Lloras
zumo de limón 25
agrio
de espera y de boca.
¡Qué
pena tan grande! Corro
mi
casa como una loca,
mis
dos trenzas por el suelo
de la
cocina a la alcoba. 30
¡Qué
pena! Me estoy poniendo
de
azabache carne y ropa.
¡Ay
mis camisas de hilo!
¡Ay
mis muslos de amapola!
Soledad:
lava tu cuerpo 35
con
agua de las alondras,
y
deja tu corazón
en
paz, Soledad Montoya.
Por
debajo canta el río:
volante
de cielo y hojas, 40
Con
flores de calabaza,
la
nueva luz se corona
¡Oh
pena de los gitanos!
Pena
limpia y siempre sola.
¡Oh
pena de cauce oculto
45
y
madrugada remota!
Es un romance nocturno, de una noche negra, de una
mujer sin hombre en el monte oscuro. Su nombre Soledad, es una clara alusión a
su con dicción de sola, soltera. El apellido Montoya y la posibilidad de que
este signifique también algo relacionado con su situación, pues puede significar
por ejemplo, la que holla en el monte, la que pisotea el monte, la que
desapacible lo recorre constantemente y lo cubre de sus huellas.
Se ha dicho que los dos primeros versos de este
romance, recuerdan aquel del poema del Mio
Cid que nos describe la hora en que con sus sesenta lanzas llega este a San
Pedro de Cardeña para despedirse de su
mujer e hijas:”apriessa cantan los gallos e quieren quebrar albores”. Se trata
del amanecer de uno de los días más tristes de la vida del héroe y no es por
tanto inoportuno el recuerdo de esta tristeza al comienzo de un día en el que
vamos a ver a Soledad entregada por completo a su pena.
Lorca en una conferencia-recital de presentación del
Romancero gitano y en una carta a su
amigo Melchor Fernández Almagro, fechada en enero de 1926, Donde titula el
poema Romance de la pena negra en Jaén
(como se puede comprobar en el poema al aludir a las tierras de aceituna, en verso 21) el propio Lorca define el Romance de la Pena negra como el más representativo del libro, porque
fusiona los dos temas centrales: amor y muerte.
Este poema está dedicado a José Navarro Pardo,
conocido arabista de la Universidad de Granada y miembro del grupo, junto con
Lorca, que dio vida a la revista Gallo.
Lorca Comenta en su conferencia-recital:”…Soledad
Montoya, concreción de la pena sin remedio, de la pena negra de la cual no se
puede salir más que abriendo con un cuchillo un ojal bien hondo en el costado
siniestro. La pena de soledad Montoya es la raíz del pueblo andaluz…es un ansia
sin objeto, es un amor agudo a nada, con una seguridad de que la muerte
(preocupación perenne de Andalucía) está respirando detrás de la puerta”. La
pena existencial ya es un tema recurrente en otras obras de Lorca,
particularmente en el Poema del cante
jondo. La pena con mayúscula se hace carnal, toma forma humana. En 1936
Lorca confirmaba que en el Romancero
gitano “hay un solo personaje real, la pena” (El poeta García Lorca y su
Romancero gitano).
“El Romancero” es un culto a lo popular, Lorca
pretende fundir el romance narrativo con el lírico, sin pérdida de la calidad y
sin caer en la técnica de los poemas épicos y para ello elige el estilo
Gongorino, sobre el que había dado una conferencia en 1927 con motivo del
centenario de la muerte de Góngora en Ateneo de Sevilla. Comenta a algunos de
sus compañeros de residencia y de generación:” Góngora tuvo un gran problema en
su vida poética y lo resolvió. Hasta entonces la empresa se tenía por
irrealizable. Y es: hacer un gran poema lírico para oponerlo a los grandes
poemas épicos que se cuentan por docenas. Pero ¿cómo mantener una tensión
lírica pura durante largos escuadrones de versos? ¿Y cómo hacerlo sin
narración? Sí le daba narración, a la anécdota toda su importancia, se le
convertía en épica al menor descuido. Y si no narraba nada, el poema se rompía
por mil partes sin unidad, ni sentido. Góngora entonces elige su narración y la
cubre de metáforas. Ya es difícil de encontrarla. Está transformada. La
narración es un esqueleto del poema, envuelto en una carne magnifica de las
imágenes”.
En el Romancero
Gitano, Federico García Lorca emplea lo que él llama <<medio tono>>, característica muy típica de la
canción popular y tradicional, que consiste en la mención indirecta, con
símbolos elementales o sin ellos. Esta mención indirecta y por sugestiones es
una constate en el habla popular, y sobre todo en Andalucía, Lorca lo usa con
frecuencia y es lo que podríamos denominar parábola. El hecho de que Federico
usara este medio tono en sus composiciones, ha provocado que dichas
composiciones hayan sido cantadas por diferentes intérpretes, desde el “Cantaor” Flamenco más ortodoxo a
cantautores. También provocó una asimilación de su poesía por el pueblo Gitano,
que lo ha hecho su poeta.
En cuanto a la métrica encontramos como en los
romances primitivos que su medida corresponde al popular octosílabo, que es el
característico del español ya que es más adecuado a la cadena fónica. Solo es
sustituido en contadas ocasiones, como en La
casada infiel, cuyo primer verso es un decasílabo: “Y que yo me la llevé al
río”. Capítulo aparte es la Burla de Don
pedro a caballo (Romance con lagunas), antiromance, burla irónica del resto
de composiciones del libro. Christian de Paepe señala cómo en los romances
divididos en distintas secciones las rimas se alternan para subrayar los
diferentes modos de expresión (narrativa o descriptiva), los cambios de
personajes o de escenarios.
Las comparaciones y metáforas son también abundantes
y destacan sobre todo las que hace alusión al léxico floral y al mundo taurino.
Encontramos:
LA
MONJA GITANA
Silencio
de cal y mirto.
Malvas
en las hierbas finas.
La monja
borda alhelíes
sobre
una tela pajiza.
Vuelan
en la araña gris, 5
siete
pájaros del prisma.
La
iglesia gruñe a lo lejos
como
un oso panza arriba.
¡Qué
bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre
la tela pajiza,
10
ella
quiere bordar
flores
de su fantasía.
¡Qué
girasol! ¡Qué magnolia
de
lentejuelas y cintas!
¡Qué
azafranes y qué lunas,
15
en el
mantel de la misa.
Este poema dedicado a José Moreno Villa (1887-195),
amigo de Lorca en los tiempos de la Residencia de Estudiantes, donde residió
como tutor entre 1917 y 1936, poeta, ensayista, crítico de arte y pintor, autor
del dibujo de Federico al piano (1928) y de otro póstumo.
Sí título de
la obra lo podemos considerar un oxímoron, “Monja
Gitana” aún lo es más claramente. La palabra gitano considerada en sí misma
se nos impone primero como un sustantivo y significa antes que nada una
realidad personal, un ser humano. El sustantivo “romancero”, significa en
cambio, una realidad carente de vida, inanimada, no persona. Está diferencia
entre los dos términos que constituye el título de la colección de romances, no
existe entre los que forman el de La
Monja gitana. Monja y gitana, expresan ambas (el primero exclusivamente y
el segundo en función sustantiva y primordial), realidades personales, maneras
de ser y existir. La analogía intensifica aún más la eficacia del oxímoron. El
hecho de que ambos términos signifiquen criaturas de la misma especie
constituye a aproximarlos aún más, y dramatiza por contraste la enorme
distancia que separa sus respectivos campos connotacionales.
El narrador que nos muestra el mundo desde su
mirada, nos sitúa en el primer verso a una distancia dada, de lo que más tarde
descubriremos que son los muros del convento. El oído y la vista, sentidos que
a lo largo del Romancero se han ido
imponiendo como predominantes, participan por igual en la realización de esta
imagen en la que lo visual interviene como elemento generador y lo acústico (el
silencio es la primera palabra del poema) generado. De masa blanca y verde (cal
y mirto) emana el silencio que llega alcanzarnos un poco antes que el color
mismo. Es si como esas paredes estuvieran proyectando sobre la realidad una
quietud callada demasiado intensa para poder mantenerse oculta. Los materiales
que la forman son el mirto y la cal; dos materiales, dos formas, vegetal
mineral; dos colores, verde y blanco; dos categorías otológicas, animado e
inanimado; dos grados de consistencia.
La moja borda
alhelíes / sobre una tela pajiza, del tercer y
cuarto verso, “el bordado del amor, típico en la obra lírica y dramática de
Lorca. Con connotaciones sentimentales claras. Siete pájaros del prisma, verso seis, metáfora cromática que hace
referencia a la teoría de descomposición de la luz, al arco iris de la Canción de las siete doncellas del libro
Canciones: “en el aire blanco, /
siete largos pájaros”.
Flores de su
fantasía, verso
12, tiene una evidente connotación de <<sexualidad floral>>, como el propio Lorca explicó en
su conferencia La imagen poética de Don
Luís de Góngora: “una sexualidad de estambre y pistilo”… A este respecto
hay que notar la presencia de girasol y de lunas, como sus respectivas
sugerencias cromáticas y sexuales, también el verso 34 de Romance de la pena negra: “mis
muslos de amapola” hay esa alusión a la fecundidad de la mujer joven, de
muslos fuerte, pero inútiles por la falta de hombre que la fecunde. La
fecundidad de la mujer tema central, en muchas composiciones líricas de Lorca y
en su gran obra dramática Yerma.
Muerte, cuchillos, gitanos, luna, son otros de los
temas tratados por Federico García Lorca. Su acercamiento a la tradición, al
folklore andaluz, a ese cante de “quejio” que es el flamenco, con su más de
cincuenta variedades de cante o “palos”,
desde la bulerías de los gitanos a las tarantas mineras, pasando por soleares o
el martinete cante típico de los gitanos que cantaban en las fraguas del Barrio
de Santiago en Jerez de la Frontera, o Los puertos andaluces cuna del flamenco.
Federico llevó a los teatros, es decir elevó a la condición de arte a una
expresión, una manera de demostrar la alegría y la pena del pueblo andaluz y de
los gitanos en particular. Un cante que hasta que no lo puso Lorca en el teatro
había servido para entretener a los “señoritos” andaluces en sus fiestas y
celebraciones.
Aquí un poema que recoge estos grandes temas, la
muerte, cuchillos, virilidad gitana y la envidia tan presente en la cultura
española:
MUERTE
DE ANTOÑITO EL CAMBORIO
Voces
de muerte sonaron
cerca
del Guadalquivir.
Voces
antiguas que cercan
voz
de clavel varonil.
Les
clavó sobre las botas 5
mordiscos
de jabalí.
En
la lucha daba saltos
jabonados
de delfín.
Baño
con sangre enemiga
su
corbata carmesí,
10
pero
eran cuatro puñales
y
tuvo que sucumbir.
Cuando
las estrellas clavan
rejones
al agua gris,
cuando
los erales sueñan 15
verónicas
de alhelí,
voces
de muerte sonaron
cerca
del Guadalquivir.
Antonio
Torres Heredia,
Camborio
de dura crin, 20
moreno
de verde luna,
voz
clavel varonil:
¿Quién
te ha quitado la vida
cerca
del Guadalquivir?
Mis
cuatro primos Heredias 25
hijos
de Benamejí.
Lo
que en otros no envidiaban,
Ya
lo envidiaban en mí.
Zapatos
color corito,
Medallones
de marfil, 30
y
este cutis amasado
con
aceituna y jazmín.
¡Ay
Antoñito el Camborio
digno
de una emperatriz!
Acuérdate
de la Virgen 35
porque
vas a morir.
¡Ay
Federico García!
Llama
a la Guardia civil.
Ya
mi talle se ha quebrado
como
caña de maíz.
40
Tres
golpes de sangre tuvo
y
murió de perfil.
Viva
moneda que nunca
se
volverá a repetir.
Un
ángel marchoso pone 45
su
cabeza en cojín.
Otros
de rubor cansado
encendieron
un candil.
Y
cuando los cuatro primos
llegan
a Benamejí, 50
voces
de muerte cesaron
cerca
del Guadalquivir.
Poema dedicado a José Antonio Rubio Sacristán
(1903-1995).Compañero de Lorca en la Residencia de Estudiantes de Madrid,
estudioso de historia y de derecho, más tarde catedrático de la Universidad de
La Laguna (Tenerife). Residió un tiempo en EE.UU, donde Lorca volvería a
encontrarlo. Contó la historia de la redacción de este romance:...”una noche
fría de invierno, Federico se acostó temprano y allí en la cama redactó Muerte de Antoñito el Camborio…” (Jorge
Guillen, Federico en persona, en FGL,
Obras completas, Madrid, Aguilar, I,
pág. LX).
Encontramos en este poema una división entre partes
diferenciadas, la primera iría desde el inicio al primer espacio en blanco,
donde narra el combate mismo y el tiempo de su desenlace; la segunda sección
iría desde el, primer espacio en blanco al segundo, y consiste en un diálogo
entre el moribundo y el narrador-testigo; la tercera y última sección, nos
muestra la muerte del héroe y se ocupa del cadáver, del trato que recibe y del
silencio que en los cuatro versos finales concluye y perfecciona la tragedia.
Utiliza Lorca metáforas florales para representar
diferentes símbolos: verso 4, clavel que
en la obra de Lorca es el emblema del amor apasionado, pero también metáfora de
sangre, de herida sangrante, o de ambas cosas a la vez.
En los versos 13 y 14, las estrellas clavan / rejones
al agua, es una metáfora con aires taurinos, una metáfora para demostrar que hay una lucha evidente.
Existe en la obra de Lorca varios antecedentes de esta visión. Otra metáfora
floral y taurina la encontramos en el verso 16,
verónicas de alhelí, la
Verónica que es un lance taurino con la capa extendida hacia delante. Puede que
Lorca dentro de una presentación cristomórfica del héroe, en sentido religioso
del paño conque Verónica le quito la sangre y el sudor a Cristo durante el vía
crucis. También hay un nexo cromático con el alhelí, como en Yerma:
Yo
alhelíes rojos
Y él
rojo alhelí. Acto (II)
Encontramos metáforas Zoológicas, que parecen haber
producido una metamorfosis en el héroe: verso 20, crin; vv 6-8, mordiscos de
jabalí y saltos jabonados de delfín.
Hay correspondencias simbólicas vv 31-32, con
sugestiones utilizadas en otros romances: cromáticas (verde y blanco), táctiles (aceite, tez
blanca) y olfativas (afeites y perfumes).
La referencia a cuchillos tan presente en la obra de
Lorca: vv 11-12,
pero
eran cuatro puñales
y
tuvo que sucumbir.
La muerte provocada por ochos brazos movidos por la
envidia, brazos de su misma sangre: vv.23-25,
¿Quién te ha
quitado la vida (…) Mis cuatro primos Heredias
La muerte física, más allá del estricto sentido del
término, cabría desarrollar teoría de <<las >> muertes de la obra lorquiana: la muerte moral, de raíz
quevediana, la muerte por consunción en vida – que se identifica con la
frustración –. Morir es la frustración del hombre. La gran <<dominadora>>
acecha los caminos, hiela el corazón del
individuo con su mirada letal.
Podemos decir que dentro de la obra lírica
lorquiana, el Romancero gitano constituye
el punto culminante de una etapa estética, que a partir de fuentes, temas y
formas tradicionales, y gracias a modelos de transformación tanto generales
como personales, con esa lectura particular del fenómeno gitano-andaluz, llegó
a una escritura y expresión tan originales qué si temor a equivocarnos podemos
decir que es uno de los productos estéticos más apreciados y universales de la
literatura española del
S. XX.
BIBLIOGRAFIA
Federico García Lorca, Romancero Gitano. Edición y estudio Christian de
Paepe.
Intr. Esperanza ortega. Ed. Espasa Calpe, S.A.
(Austral Poesía), 2007. ISBN 978-84-6702161-5
Arturo Berenguer
Carisono, Las máscaras de Federico García
Lorca. Ed. Editorial Universitaria de Buenos Aires. 1969.
Luis Beltrán
Fernández de los Ríos, La arquitectura
del humo: una reconstrucción del “Romancero gitano” de Federico García Lorca.
Ed .Castalia. 1986. ISBN 0 7293 0232 6
José María
Camacho Rojo (ed.) La tradición clásica
en la obra de Federico García Lorca. Ed. Universidad de Granada. 2006. ISBN
84-338-3943-8
Miguel
García-Posada, Federico García Lorca.
Ed. EDAF, Ediciones-Distribuciones, S.A. (1970)
Jorge Martín Gálvez
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