Contenido:
En esta breve reseña
pretendemos acercarnos al personaje de Josep Maria Castellet (1926-2014). Es
Castellet una figura clave en las letras españolas y catalanas de la segunda
mitad del siglo XX. En esta reseña nos centraremos en las primeras décadas de
Castellet como crítico y editor, es decir, la década de los cincuenta y sesenta.
La figura intelectual de nuestro protagonista está constituida por una
diversidad de facetas relacionadas con el mundo de la cultura y en especial en
el ámbito de la literatura. En su faceta de editor y de crítico literario
podemos afirmar que nuestro autor es introductor del pensamiento de algunos
autores, sobre todo franceses, pero también norteamericanos o italianos en
España. Como escritor Castellet formó parte de una generación decisiva, la de
los años cincuenta, que llegó con un lenguaje nuevo y menos encorsetado, que
explica la posguerra desde la experiencia propia de jóvenes educados en el
franquismo, pero con ganas de liberarse del ahogamiento reaccionario de la
dictadura. Una generación que en palabras de Castellet no tuvo profesores
referentes en su formación: “la formación de los escritores de la generación ‘del
medio siglo’ fue una peripecia individual absolutamente autodidacta”.[1]
2. Preliminares
Nuestro autor tuvo su
bautismo en las letras en su época universitaria primero en la revista Estilo,
de la que, a raíz de un incidente con una reseña publicada por Castellet sobre Le
deuxième sexe de Simone de Beauvoir y que provocó el enfado del obispado de
Barcelona—de este incidente hablaremos más adelante—Castellet fue apartado de
la revista, no olvidemos que esta revista estaba fundada por la Falange [por el
Frente de juventudes].[2] De aquí Castellet ingresó en
Laye nacida en marzo de 1950 como boletín cultural. Tanto Laye
como Estilo eran publicaciones del Sindicato de Estudiantes
Universitarios (SEU) controlado por la Falange. En Laye coincidió
Castellet con brillantes universitarios como Manuel Sacristán, Jesús Núñez,
Juan Carlos García-Borrón, Jesús Ruiz, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma,
Alfonso Costafreda, Jaime Ferràn, entre otros.[3] La revista tuvo una tirada de 24 números.
A finales de 1953,
después de un viaje a Francia e Inglaterra donde se empapa de la cultura de
estos países y de ideas marxistas,[4] J. M. Castellet se
incorpora a Revista. Semanario de Actualidades, Arte y Letras, que tras
alguna fusión se convertiría en Revista Europa. En esta revista se le da
gran importancia a la literatura en lengua catalana y contribuye a la promoción
y recuperación de autores catalanes.[5]
Castellet en el tiempo
que permanece en esta revista, básicamente se dedica hacer reseñas de libros en
una sección denominada “El libro de la Semana”,[6] en esta sección hace
reseñas tanto de literatura española como internacional, sorprende la nómina de
autores norteamericanos reseñados por Castellet, algunos de novela negra como
Dashiell Hammett, Raymond Chandler o James C. Cain, pero también otros
novelistas más de carácter “filosófico” como Faulkner o Dos Passos. También
reseñó autores de novela policiaca británicos como Conan Doyle o Agatha Cristie
y catalanes como Manel de Pedrolo. Esta afición a la novela negra en Castellet
le vino según confesaría nuestro autor en una entrevista en el año 1992 a Laureano
Bonet de la lectura de la “Série Noir”, de Gallimard:
Creo fue
gracias a la “Série Noir” de Gallimar, que descubrí a éste
[Dassiell Hammett] y otros autores norteamericanos: Raymond Chandler, Horace
Mac Coy, James C. Cain, etc. Todos ellos dan fe de la existencia de una
literatura de singular calidad al tiempo de muy crítica hacia la sociedad de su
país. Bien, ambos aspectos -el técnico y el sociológico- fue lo que avivó mi
interés por dicho tipo de novelística.[7]
Unas de las primeras
reseñas que hace Casteller en Revista a su vuelta de París es a la
novela de Simone de Beauvoir, Les mandarins (1954). Elogia a la
compañera de Sartre por: “sus grandes condiciones de escritora lúcida y de
pensamiento creador y gran fuerza crítica” y a la novela por la “densidad
ideológica, psicológica y literatura poco frecuente” que la convierte “seguramente”
en el mejor Goncourt de la posguerra.[8]
Si un autor español
sobresale en la valoración crítica de Castellet desde los tiempos de Laye es
Camilo José Cela, cuya novela La colmena (1951) es presentada durante la
década de los cincuenta como el fruto narrativo más elevado de la narrativa
española desde el fin de la Guerra Civil.[9]Se podría decir que incluso
la obra de Cela ejemplifica y hasta articula el discurso crítico de Castellet.
Cela representa un modelo de modernidad que nuestro crítico proponía a partir
de sus lecturas de Sartre, pero sobre todo de las novelas americanas
interpretadas por Magny[10] [Claude-Edmon Magny].
Para nuestro crítico queda claro no solo que con el escritor de Iría Flavia se
recupera el hilo de la tradición realista española, perdido tras Baroja, sino
que, gracias a esta novela, la narrativa española ingresaba en esa modernidad
que los anglosajones llaman Modernism. Para Castellet, a Cela la
incorporación de la cultura española, de la mano de Ortega y su generación, a
la cultura europea, el hecho de vivir con autenticidad su tiempo, le exigen la
corrección técnica, formal, que con llevan varios años de trascendental
revolución en la novela.[11]
Castellet entre 1952 y
1955, pretendía ir formulando una orientación estético-ideológica que
cristalizando bajo el título de “objetivismo” procuraba tender puentes entre la
generación orteguiana, pero saltándose autores como Ramón Pérez de Ayala o
Benjamín Jarnés, trataba de tender un nexo histórico y formal, diacrónico y
sincrónico, con la tradición literaria española para encontrar la palabra
narrativa que reflejase la voz social de su momento histórico. En nuestro autor,
operaba no tanto un rechazo explícito de la estética llamada “deshumanizada”,
sino que buscaba un programa en donde naciera un nuevo lenguaje capaz de
recobrar y transmitir el pulso de una época lánguida. En 1959 en pleno auge del
realismo social, Goytisolo sí podía clamar que “hay que humanizarse o perecer
[…] también la verdad es revolucionaria”.[12] Castellet ve en La Colmena
esta humanización, la ve como una novela coral, con la ciudad de Madrid
como protagonista unificador.
J.M. Castellet, publica
en 1957 en la Editorial Seix Barral La hora del lector. Notas para la
iniciación a la literatura narrativa de nuestros días, obra que tiene una
huella clara de “Situacions II”, ¿Qu’est-ce que la literature? (1948)
Esta obra de Sartre constituye el tronco del texto de Casteller y lo impregna
de ideología en un triple plano estético, político y humanístico.[13]
En esta obra Sartre nos
habla de “El compromiso del autor” y más concretamente de la función del
intelectual, pero sin caer en lo que diría Ortega de la “aristocracia cultural”
para dirigir las masas. Habla de: “Las técnicas de literatura sin autor” que
considera reclamada por la “conciencia del momento histórico que exige—más que
otro momento cualquiera de la historia—una adecuación de la literatura a la
situación actual y una función específica que la misma debe desarrollar (de ahí
el concepto de compromiso de engagement, tan debatido actualmente”.[14]
Castellet desarrolla en La
hora del lector, la idea del compromiso, sobre todo en la III parte, y con
la culminación, al igual que Sartre, de una “literatura de futuro” al servicio
de la sociedad basada en la libertad y en la solidaridad, ideal por el cual el
escritor ha de luchar.[15]
Si Sartre y Beauvoir son
un modelo de intelectualidad comprometida, como hemos visto más arriba, para
nuestro crítico también lo es Camus. Mientras en Francia hay una pugna entre sartrianos
y camusianos, en el España es frecuente que se les concilie. Por ello no es de
extrañar que Castellet, a pesar de estar más influido por Sartre, coja a veces
de referente a Camus. Así en el último capítulo de La hora del lector
recoge unas frases del galardonado con el Nobel de ese año—1957—, Albert Camus:
“encontrar algunas fórmulas que rebajen la angustia infinita de las almas
libres, hacer imaginable la justicia en un mundo tan evidentemente injusto y
significativa la felicidad para los pueblos envenenados por el mal del siglo”.[16]
Otras citas que podemos
encontrar en esta obra de Castellet son de autores como: Cervantes, Tolstoi,
Proust, del Lazarillo de Tormes, Hemingway, Joyce, Dos Passos, Dashiell Hammet
o Rafael Sánchez Ferlosio, entre otros.[17]
Castellet como editor
empezó a forjarse con Faulkner, Virginia Woolf, Graham Greene en la Editorial
Luís De Caralt, nacida en 1942, era una editorial que se ocupaba en especial
del género policiaco, era una editorial de ideología falangista, pero esto no
fue inconveniente para que tradujera e introdujera un importante número de
obras extranjeras en el mercado editorial español. Castellet empezó en la editorial
de Luis de Caralt haciendo correcciones de estilo, que consistía básicamente en
eliminar argentinismos de las traducciones, sobre todo del inglés,[18] las novelas publicadas le
dieron fama a la empresa. Más adelante también trabajó en la redacción de Panorama
literario (1947-1954), donde también colaboraron Manuel Sacristán y Esteban
Pinilla de las Heras, entre otros.
3. Edicions 62 y Península
Castellet en los años
sesenta escribe algunos ensayos donde comenta la política cultural en
Catalunya, con una clara influencia de pensadores marxista que había leído en
su juventud como Lucien Goldmann.[19] Aunque, como hemos visto
más arriba y él mismo reconoce que es Jean-Paul Sartre su “totem”:
Fill de l’època, les primeres idees
sobre literatura amb les quals em vaig sentir còmode van ser les de Jean-Paul Sartre
a situacions II (Què és la literatura?): la tasca de l’escriptor—segons
Sartre—havia de consistir a revelar el món als altres, de tal manera que ningún
no pogués ignorar-lo i, en conseqüència, proclamar-se innocent; d’altra banda,
l’escriptor, en sucitar la responsabilitat dels lectors, havía de predicar amb
l’exemple i, per tant, comprometre’s. al llarg de quinze anys—de 1950 a 1965,
més o menys—, els meus plantejaments de l’obra literaria van consistir a
intentar desenvolupar i aprofundir ideològicament aquestes idees, de la mà de
Sartre a la de Lukács, de la de Gramsci a la de Goldmann, tot prenent com
exemples les literatures més proximes.[20]
En 1964, Castellet es
nombrado director de Edicions 62 y de Ediciones Península, la primera se
ocupaba de obras en catalán y la segunda de obras en castellano. Como director
de Edicions 62, introdujo infinidad de autores extranjeros en la literatura catalana
con traducciones al catalán, traducciones que realizaban amigos del mismo
Castellet que por sus ideas izquierdistas no estaban bien considerados por el Régimen,
entre estos traductores podemos encontrar a Jordi Soler Tura, quien, entre 1965
y 1970, tradujo para Edicions 62 una treintena de obras de pensadores de ideología
marxista. Otro amigo de Castellet que fue contratado como traductor, pero en
este caso para Ediciones Península fue el ingeniero industrial de ideología
comunista, Alfonso Comín que llegado de Málaga a Barcelona y sin trabajo
permaneció dos años en la editorial.[21] También destacan entre
estos autores traducidos por Ediciones 62 autoras feministas como Betty Friedan
con La mística de la feminitat (1965) (The feminine mystique,
1963), El segon sexe (1968) (Le deuxième sexe, 1949) de Simone de
Beauvoir, y la novela Aparador per una dona (1969) (The company she keeps,
1962) de Mary McCarthy. A Le deuxième sexe, Castellet ya había publicado
una reseña poco después de su publicación en Francia en 1949, la reseña la
publicó en la revista Estilo, que ya hemos nombrado más arriba, la
reseña enfureció al obispo de Barcelona Gregorio Modrego.[22] Esta reseña apareció el 5
de diciembre de 1949, en el número 3 de la revista. Castellet presenta a la
autora como “el más adicto, el más original de los discípulos de Sartre” [es
curioso pues Beauvoir y Sartre fueron compañeros de la misma promoción en la
universidad e incluso S. de Beauvoir se licenció con mejores notas que Sartre,
no tengo yo la impresión de que sean maestro y alumna, sino más bien
colaboradores] y en marca el tema central de la obra en la “filosofía
existencialista”: reducción de la mujer a en-soi i la reivindicación de
su condición de pour- soi.[23] Preocupado Castellet
porque los lectores pudieran encontrar el texto difícil, oscuro, remarca que
las afirmaciones de S. de Beauvoir son “como las de su maestro Sartre: son
perentorias y se jactan de evidentes; contienen una verdad soberbia, un poco
insolente. Pero enseguida, de la teoría pasa a los hechos.” Valora Castellet
este aspecto, en cambio, a propósito de la “conquista de la libertad para la
mujer” considera que la falta de respuesta a la pregunta “¿Libertad para qué? [Castellet
muy europeísta y abierto al mundo, pero aun con una vena machista de la época]
Supone “una indeterminación” que “campea en toda la obra de Sartre, y es uno de
los puntos por donde puede introducirse una piqueta que mine todo el edificio
existencialista francés”. Toda esta opinión tópica de J.M. Castellet—que él
mismo la resolverá con los años—, y aunque recrimine también al libro el hecho
de limitarse a la “base solamente material, física” o a sus procacidades
proclama que: “Tanto la obra de Sartre—de indudable importancia filosófica—como
esta obra de Mme. [¡sic!] de Beauvoir—obra que puede resultar básica para una
renovada visión de la mujer—deben ser tenidas muy en cuenta, especialmente por
lo que tiene de desazón vital y por su modernidad.”
Castellet confiesa que
aquello que más le ha impresionado no es el “contenido” del libro, sino “la
constatación de lo lejana que quedaba la mujer española actual de un problema
tan interesante y decisivo para ella como éste de su limitación y libertad.”
Por todo ello, mira de trasladar audazmente, la polémica que Le deuxième
sexe había provocado en Francia y en España para denunciar la situación de
la mujer española y arremeter contra el statu quo y el cierre cultural
franquista.[24]
No es de extrañar, pues,
que el numero de la revista Estilo fuera retirado y que se apartara a Castellet
de la publicación, como hemos comentado más arriba. Castellet esperó diecinueve
años y, cuando llegó la ocasión, quiso recuperar el tiempo perdido y ofrecer
obras de Beauvoir al público catalán. Obviamente empezó con Le deuxième sexe,
que curiosamente se publicó antes en catalán que en español en España—ya se
había publicado en español en Argentina (1954), al igual que la mayoría de las obras
de la filósofa francesa—, está fue la primera obra de S. de Beauvoir que se
publicó en España, el prólogo fue a cargo de Maria Aurelia Capmany, que ya
había colaborado y traducido en Edicions 62, siendo autora también de un libro
feminista en esta editorial La dona a Catalunya. Conciència i situació (1966).[25]
Otra autora feminista que
influyó en J.M. Castellet, fue Mary McCarthy, se habían conocido un 15 de
octubre de 1963 en el Hotel Suecia de Madrid,[26] donde se celebró el
seminario “Realismo y realidad en la literatura contemporánea” organizado por José
Luís Aranguren, con ayuda de otros intelectuales entre ellos Castellet, que defendían
en ese momento el realismo social en la literatura. Y lo definía años más tarde
de esta manera:
Creo que
el movimiento y la teorización del movimiento comienza en los años 1955, 1956,
y llega, aproximadamente, hasta 1962. La característica más importante de la
literatura de este período es que, detrás de ella, hay una intención política.
[…] la literatura social es un movimiento concreto y determinado que surge de
una generación, la nuestra, y que tiene su origen extraliterario en el
fracasado congreso de escritores del año 1956; movimiento también relacionado
con la politización de la Universidad a partir de febrero de 1956 […]la característica
fundamental de la generación es la voluntad de usar la literatura como arma
política; precisamente, por ser tan marcadamente político, el fenómeno concluye
rápidamente.[27]
Volvamos al seminario de
Madrid de 1963. El certamen se vio envuelto en la controversia de boicotear o
no el acto en defensa de “La carta de los 102” contra la tortura de los mineros
en Asturias, firmada por los mismos intelectuales y dirigida al entonces
ministro del interior Manuel Fraga, que había tildado los hechos denunciados de
inexactos. A pesar de la extrema crispación política de aquellos días,
Aranguren optó por seguir adelante. Finalmente, el acto se celebró y reunió una
importante nómina de intelectuales nacionales y extranjeros, desde Gonzalo
Torrente Ballester, Consuelo Berges, Miguel Delibes, Fernando Morán, Joan
Oliver, Joan Triadú, Francesc Vallverdú, hasta Jean Bloch-Michel, Nicola
Chiaromonte, Pierre Emmanuel, la citada Mary McCarthy, Nathalie Sarraute o Jean
Starobinski, etc. Invitaron también a Italo Calvino y a Elio Vittorini, pero
decidieron no acudir en solidaridad con el editor Giulio Einaudi, a quien se le
había prohibido entrar en el país.[28] Años más tarde J.M.
Castellet sitúa la crisis del realismo entorno a este seminario y admitía que
el encuentro le había sumergido en una depresión intelectual no política.[29] Aseguraba que “la gracia
del seminario fue dar acto de fe de una batalla perdida de antemano”. Y
concluía: “Éramos Kamikazes que queríamos que se reconociera, desde el exterior,
el sentido de una situación imposible entre la voluntad de creación literaria libre
y la penosa, aburrida y cotidiana aberración de la censura”.[30]
Como hemos dicho más
arriba, Castellet y Mary McCarthy coincidieron en el seminario madrileño, más
concretamente en la ponencia de Castellet, una de las cinco que se impartieron.[31]A cada ponencia le seguía
un comentario de uno de los autores invitados. A nuestro autor le toco McCarthy,
quien, sentada a su lado, dedico su intervención a ir “contra el realismo
practicado por buena parte de los asistentes”,[32]hecho que indignó algunos
de los presentes que la etiquetaron de “reaccionaria yanqui al servicio de la
CIA”.[33]
Después de la ponencia,
charlaron amigablemente durante horas en el bar del hotel, sobre su biografía,
el mito de ser “una vassar”,[34]la situación de los
escritores en España y su militancia política, etc. El personaje caló
profundamente en Castellet. En el marco del coloquio que “firmaría la defunción
del realismo”.
Veinticinco años después,
en Els escenaris de la memòria (1988), libro de retratos literarios al
estilo de els Homenots de Pla, donde aparecen retratos literarios de
grandes autores, entre ellos encontramos a Giuseppe Ungaretti, Mercè Rodoreda,
Rafael Alberti, Josep Pla, Pier Paolo Pasolini, Octavio Paz, José Luís Aranguren,
Mary McCarthy y Pere Gimferrer. Castellet dedicó un magnifico capítulo a Mary
McCarthy y a su estancia en el convulso seminario madrileño del 1963, y
justifico la elección de la escritora norte americana “porque fue con ella con
quien mantuve las conversaciones más largas y amenas de todos los extranjeros”.[35]
4. Nueve novísimos
Hacia finales de los años sesenta, Josep María
Castellet emprenderá la que podríamos llamar su empresa más controvertida, una
antología poética que titulará Nueve novísimos poetas españoles, con
esta antología Castellet quiere romper con lo que había sido la poesía y la
narrativa española de la generación de los cincuenta.
Habitualmente, las antologías generacionales han
servido para ofrecer una visión paradigmática y plural de la poesía de una
época o generación concreta. Para determinar su valor, los antólogos han
distinguido las particularidades de su elección, tanto de los modelos que esta
puede anticipar como la herencia que recogen de modelos anteriores. Pero lo
curioso de este caso, y que explica lo mucho que tuvo y tiene a la crítica
ocupada, es que el cometido asignado a los Nueve novísimos no fue exactamente
ese. Desde el prólogo, J.M. Castellet insistía en la función de manifiesto del
libro y queda patente lo que allí se pretendía no era dar una muestra de lo que
podía ofrecer la poesía de esa generación. La intención real era la de
identificar con ejemplos de un patrón que venía decidido de antemano.[36] El libro no era pues tan solo
un síntoma de que algo estaba sucediendo en la poesía española, sino que era
una confirmación ejemplar del cambio.
Castellet en el prólogo Nueve novísimos, citando
a Manuel Vázquez Montalbán, recordando este unas palabras del fallido discurso
de ingreso a la RAE—por aquel tiempo, matiza Vázquez Montalbán, “Academia de la
Lengua” por lo de republicana—de Antonio Machado, “en las que dice que cuando
una ‘pesadilla estética’ se hace insoportable es señal inequívoca que se
anuncia un cambio”. Continua Castellet: “los postulados teóricos del ‘realismo’
empiezan a convertirse en una pesadilla para muchos, incluidos algunos miembros
de la generación que con más virulencia los predicó.” Castellet se va a mostrar
muy crítico con la poesía española de los cincuenta. Y no dudará en denunciar
su baja calidad, también piensa que es por la ausencia de vanguardias estéticas,
“bloqueada su aparición por las posiciones ideológicas de algunos grupos dominantes
de la época”.[37]
Valora, en cambio, positivamente la pretensión novísima de “establecer una
dinámica vanguardista en las estancadas aguas de la cultura española”, haciendo
hincapié en que “los ‘peligros’ de esta actitud son mucho menores que los que
podían derivar—y derivan ya—de un monolitismo ideológico que prácticamente
había paralizado a nuestra literatura de creación”.[38]
Castellet interpela a la generación realista de los
cincuenta a que reconozcan el fracaso del intento de cambiar las cosas y que
reconozcan que al final el movimiento realista fue ineficaz para lo que querían
combatir.
Cuando se quiere transformar una
sociedad determinada, lo primero que hay que hacer es saber de qué sociedad se
trata: la voluntad de transformación tiene que aplicarse utilizando los medios
idóneos para tal transformación y esos medios sólo se conocen en función de la
realidad social a transformar. Escribo esas obviedades porque muchos escritores
españoles han antepuesto su voluntad y sus deseos de conocimiento de la
realidad—y lo peor es que lo han hecho llamándose a sí mismos escritores
“realistas”, es decir, amparándose para su labor literaria, en la llamada
“estética del realismo”—.[39]
Hay que destruir según Castellet las “falsas
apariencias”, “las ruinas” de una España en ruinas que impide la reconstrucción
sobre unos cimientos nuevos y profundos. “Hay que acabar de derruir y hay que
limpiar los escombros del derribo. ‘Hem de fer foc nou’, decimos en Catalunya.
Un ‘fuego nuevo’ que nos alumbre y nos reconforte a todos.”[40]
También
encontramos en las poéticas de los “novísimos” críticas a la poesía anterior,
por ejemplo, la que hace Antonio Martínez Sarrión:
Esto de la poesía, como todo, es en
gran medida un aprendizaje, una continua incorporación. La lección que aquellos
poetas debieran sacar es que habrían pecado—paradójicamente—de idealismo y su
obra se resintió de falta de calidad en muchos casos, porque olvidaron la
relativa autonomía de la creación artística y de la resistencia de la palabra
poética. Subvirtieron los términos, separaron lo que sólo de manera falsa puede
destruirse, a saber: el mutuo condicionamiento e interactividad de signo y
significación. Cayeron en la trampa del contenido que es la misma trampa del
formalismo, es decir, la abstracción. En los más dotados o al menos en algunos
de ellos, hubo además un problema de agotamiento, de auto plagio, de
congelación.[41]
También Pere Gimferrer en
“Notas parciales de poesía española de posguerra” afirma: “Un condicionamiento
de carácter estético ha convertido a los poetas ‘de izquierdas’ en la mejor
coartada de la situación que creían combatir y han terminado, incluso en el
terreno personal, por convertirles […]en la contrafigura del proyecto vital
bajo el que concibieron su juventud”.[42]
Castellet que une esta
generación de poetas—tomando como base en concepto orteguiano de generación,
donde la diferencia de edad entre sus miembros no puede ser superior a quince
años, es decir el concepto de fecha-límite y la rebelión contra la generación
anterior— y los divide entre seniors [Vázquez Montalbán, Martínez
Sarrión y José María Álvarez]los más mayores y coqueluche [los de la tos
ferina] los otros. Todos nacidos después de 1939, es decir, que no habían
vivido la contienda española. A todos les une, según Castellet, “su repulsa por
una ‘pesadilla estética’ que se hace insoportable, una formación extraliteraria
que, en definitiva, resulta ser antiliteraria, en el sentido tradicional de la
expresión.”[43]La
poesía del “cogito interruptus” como la llama nuestro crítico puede ser acusada
de irracionalismo y de frivolidad, pero había que hacer la “revolución de los jóvenes”.
La mayoría de la crítica
de la época fue muy dura con la obra y con J.M. Castellet, pero él—como en su
ensayo Lectura de Marcuse y refiriéndose a las críticas que recibió el
filósofo alemán por la mezcla de influencias en su pensamiento, por salirse de
un dogma, de una ortodoxia[44]—aboga por desterrar toda
crítica que no comprende la evolución en el pensamiento de un intelectual que
huye de los esquemas tradicionales. Acepta la critica que es constructiva desde
un punto intelectual, pero rechaza la que tiene por objeto perpetuar un sistema
que él cataloga de represivo. Piensa Castellet
que las obras están abiertas al diálogo y la discusión, la imaginación y la
libertad, en lucha contra el dogma y la burocracia, contra una civilización
represiva.
5.
A modo de conclusión
Desde Edicions
62 y Península, J.M. Castellet peleó para importar autores y títulos del
pensamiento y la literatura universales. Desde su condición de intelectual
heterogéneo, se esforzó en introducir corrientes estéticas, filosóficas e
ideológicas, como el existencialismo, el estructuralismo y el feminismo, con el
objetivo de modernizar un país condenado al ostracismo desde 1939.
Josep Maria Castellet, operando desde los márgenes de
un sistema literario desnaturalizado por más de dos décadas de dictadura, desde
los cargos de director literario de Edicions 62 y Península, con la ambición de
construir unos sellos editoriales a nivel de los europeos como Einardi o Gallimard,
entre otros, ejerció un contrapeso a la ortodoxia reinante, con el objetivo de
introducir en el sistema social de las últimas dos décadas del franquismo un
subsistema literario crítico y abierto al mundo para empaparse de las
corrientes literarias extranjeras y con todo remover los cimientos carcomidos
de la literatura de la posguerra española.
Podemos decir que se marcan tres etapas en Castellet
en estos veinte años que hemos analizado—aunque la última se alargará hasta
bien entrada la década de los setenta. En estas etapas podemos diferenciar sus
influencias, en la primera que comprendería desde su época de estudiante
universitario, al principio de los años cincuenta y llegaría hasta principio de
los sesenta, encontramos que sus influencias son Ortega y Gasset y Jean-Paul Sartre.
Ya en los primeros sesenta y hasta casi al final de esta década, encontramos
una clara influencia de G. Lukács y L. Goldmann. En los últimos años de la década de los
sesenta y coincidiendo con un pensamiento más ecléctico en Castellet,
encontramos como influencias en él las lecturas H. Marcuse y S. Sontag. Tampoco
hay que tomarse estas “etapas” de una manera diacrónica, como en todas las
personas hay idas y venidas, avances y retornos al punto de partida. Lo que sí debemos
de tener claro, como dice Eduardo A. Salas Romo,[45] es que Castellet nunca se
apartó de la más estricta contemporaneidad ni de las implicaciones sociológicas,
ideológicas y políticas de la literatura de su tiempo. Sus ideas, reseñas,
artículos, y libros han gozado siempre de un alto grado de modernidad. Para
ello, además de las influencias claras que hemos nombrado más arriba—y de todos
los nombres de autores que han ido surgiendo a lo largo del texto—, también
podemos decir que bebió de infinidad de fuentes por su inquietud intelectual y
por ser un lector compulsivo, podemos destacar entre estas otras fuentes
escritores, críticos literarios, dramaturgos, etc. Siempre prefiriendo, quizás,
a los de corte más marxista, para lo que podíamos llamar sus influencias. Destacar
entre los muchísimos autores de sus lecturas a intelectuales como: Roland
Barthes, Gramsci, Brecht o Eco.
Con Castellet los textos y las ideas tanto catalanas o
española como internacionales circularon entre la intelectualidad y los
lectores de a pie, por el innumerable número de colecciones literarias que las
editoriales que él dirigía lazaron al mercado, además en ediciones de bolsillo
que eran asequibles por el público en general.
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D, (2001). La hora del Lector, J.M. Castellet. El cultural. 19/12/2001.
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[1] Túa Blesa, (2001).
La destrucción de los viejos mitos, p. 115. Dentro de: De sombras y de
sueños. Homenaje a J.M. Castellet. Barcelona, Ediciones Península.
[2] Eduardo A.
Salas Romo, (1997). J.M. Castellet,
teórico y crítico literario, Tesis doctoral dirigida por el Dr. Antonio
Chicharro Chamorro, p. 19. Universidad de Granada. Descarga de Dialnet 10/05/
2021.
[3] Ibidem, p.
23.
[4] Ibidem,
p.38.
[5] Ibidem, p.40.
[6] Ibidem, p.40.
[7] Laureano Bonet, (1994).
El jardín quebrado. La escuela de Barcelona y la cultura del medio siglo, p.
304. Barcelona, Editorial Península. Obra citada por: Eduardo A, Salas Romo, (1997).
J.M. Castellet, teórico y crítico
literario, óp. cit. p. 43.
[8] Les Mandarins.
Premio Goncour 1954, Revista. Semanario de Actualidades, Artes y Letras,
núm.141(23-29/12/1954), p. 11. Citado por: Xavier Vall, (2000). J.M. Castellet
i l’«existencialisme». Dentro de: Els Marges, núm. 66, pp. 7-23. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3752957
[9] Vide: Armando Pego Puigbó, (2016). J. M. Castellet y la narrativa española, Enrin Gallén y
J. F. Ruiz Casanova, Josep M. Castellet, editor i mediador cultural, pp. 73-98.
Barcelona, Punctum & Edicions 62.
[10] Ibidem,
p.80.
[11] Ibidem, p.
80.
[12] Juan Goytisolo, (1959).
Para una literatura nacional popular. Ínsula. Núm 146, p. 11.
Citado por: Armando Pego Puigbó, (2016). J. M. Castellet y la narrativa española, óp. cit. 80.
[13] Laureano Bonet,
(2014) J.M. Castellet, 1926-2014: Una larga y cálida conversación.
Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Año XC, enero-diciembre 2014. http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc1047453. Vide: Eduardo A. Salas
Romo, (1997). J.M. Castellet, teórico
y crítico literario, óp. cit. pp. 96-97.
[14] Vide: Xavier Vall, (2000). J.M. Castellet i l’«existencialisme», óp. cit. 14.
Citando a: Jean-Paul Sartre, (1962). ¿Qué es la literatura? P. 46. Buenos Aires,
Editorial Losada.
[15] Vide:
Xavier Vall, (2000). J.M. Castellet i l’«existencialisme», óp. cit. p. 14.
[16] J.M. Castellet,
(1957). La hora del lector, pp.103-104. Citado por: Xavier Vall, (2000).
J.M. Castellet i l’«existencialisme», óp. cit. p. 15
[17] Darío Villanueva,
(2001). La hora del Lector, J.M. Castellet. El cultural. 19/12/2001.
https://elcultural.com/La-hora-del-lector consultado
14/06/2021
[18] Vide: Josep
Mengual Català, (2017). Entre el criterio estético y el ideológico: el
editor Luís de Caralt. Negritaycursivas, libros e historia editorial
04/08/2017 https://negritasycursivas.wordpress.com/2017/08/04/entre-el-criterio. Consultado el 01/06/2021
[19] Vide: Maria
Patricio Mulero, (2019). La influència de Lucien Goldmann en el pensament de
Josep Maria Castellet: entre la sociología de la literatura i les polítiques
culturals, p. 263. Dentro de: Els comparatisme en els escriptors catalans.
La literatura comparada a Catalunya. Barcelona, Edicions de la Universitat
de Barcelona.
[20] Jordi Castellanos (ed.),
(1973). Dentro de: AA. VV., Guia de literatura catalana contemporànea, p.20.
Barcelona, Edicions 62. Citado por: Xavier Vall, (2000). J.M. Castellet i l’«existencialisme».
Óp. cit. p.14.
[21] Vide: Pilar
Goyadol, (2016) Josep Maria Castellet, editor de autoras
feministas traducidas. Revista Trans, núm. 20 pp. 87-100. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5856460
15/05/2021
[22] Ibidem, p. 91. Vide
también: Eduardo A. Salas Romo, (1997). J.M. Castellet, teórico y crítico literario,
Tesis doctoral dirigida por el Dr. Antonio Chicharro Chamorro, óp. cit.
pp. 20-22.
[23] Vide: Xavier
Vall, (2000). J.M. Castellet i l’«existencialisme», óp. cit. pp. 8-9.
[24] Ibidem, p. 9.
[25] Vide: Pilar Goyadol, (2016) Josep Maria Castellet, editor de
autoras feministas traducidas, óp. cit. p. 93-95.
[26] Ibidem,
p.96.
[27] J.M. Castllet. Mesa
redonda: La literatura social, en Camp de l’arpa, núm. 1, mayo de 1972,
p. 15. Citado por: Francisco Álamo Felices, (2001) El compromiso y el realismo
en la Teoría Literaria, dentro de: De sombras y de sueños. Homenaje a J.M.
Castellet, óp. cit. pp.51-52.
[28] Vide: Pilar Goyadol, (2016) Josep Maria Castellet, editor de
autoras feministas traducidas, óp. cit. p. 96.
[29] J.M. Castellet, (1988). Els escenaris de la Memoria, p. 237. Citado por: Pilar Goyadol, (2016) Josep Maria Castellet, editor de
autoras feministas traducidas, óp. cit. p. 96.
[30] Ibidem, p.
236.
[31] Vide: Pilar
Goyadol, (2016) Josep Maria Castellet, editor de autoras feministas traducidas,
óp. cit. p. 96.
[32] J.M. Castellet,
(1988). Els escenaris de la Memoria, p. 235.
[33] Ibidem, p. 236.
[34] Creado en 1861, el
año de la investidura de Abraham Lincoln, Vassar College fue el primer colegio universitario
femenino y feminista en los Estados Unidos. Vide: Pilar Goyadol, (2016)
Josep Maria Castellet, editor de autoras feministas traducidas, óp. cit.
p. 97
[35] J.M. Castellet,
(1988). Els escenaris de la Memoria, p. 237. Vide: Pilar Goyadol,
(2016) Josep Maria Castellet, editor de autoras feministas traducidas, óp.
cit. p. 96.
[36] Vide: Eloi Grasset, (2020). Nostalgia de futuro: Castellet y la línea
imaginaria de los Novísimos. Tropelías. Revista de Teoría de la Literatura
y Literatura Comparada, núm. Extraordinario 7 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7614930
[37] J.M. Castellet, (2010). Nueve novísimos poetas españoles, p. 24.
Barcelona, Ediciones Península.
[38] Ibidem, p.
36.
[39] J.M. Castellet,
(1976). Literatura, ideología y política, p.155. Barcelona, Editorial
Anagrama.
[40] Ibidem, p.
156.
[41] Antonio Martínez
Sarrión, (2010). Poética, pp. 87-88. Dentro de J.M. Castellet, Nueve novísimos
poetas españoles, óp. cit.
[42] Pere Gimferrer,
(1971) Notas parciales de poesía española de posguerra, en: Salvador Clotas
& Pere Gimferrer, 30 años de literatura. Barcelona, Kairós, p. 96.
Citado por: Eloi Grasset, (2020). Nostalgia de futuro: Castellet y la línea
imaginaria de los Novísimos, óp. cit. p. 166.
[43] J.M. Castellet, (2010).
Nueve novísimos poetas españoles, óp. cit. p. 36.
[44] Vide: J.M. Castellet, (1969). Lectura
de Marcuse, p. 28. Barcelona, Edicions 62.
[45] Vide:
Eduardo A, Salas Romo, (2001) De sombras y de sueños. Homenaje a J.M. Castellet
óp. cit. p.9 (Prólogo).