1º Presentación.
Con esta breve reseña al ensayo que
surge del Seminario sobre el cuento de Edgar Allan Poe (1809-1849), La carta
robada (1841), que se celebró en
Guitrancur (Francia), en mediados de mayo, y mediados de agosto de 1956.
Pretendemos acercarnos con esta reseña a
algunos aspectos del pensamiento de Jacques Lacan (1901-1981), ponente del
seminario.
Lacan se sirve del cuento de Poe para
demostrar la preeminencia de lo simbólico. Hay una superposición de lo
simbólico sobre lo imaginario. Sin embargo lo simbólico tiene un tope, no todo
lo real es susceptible de simbolizarse, hay cosas que se escapan, no todo tiene
un sentido simbólico; hay pues una supremacía de lo real sobre lo simbólico. Lo
real aflora como causa y como imposible, como un residuo insistente.
El texto de Edgar Allan Poe, nos da
una referencia, de cómo la literatura,
en este caso, un cuento como una narración corta, nos define lo que es la obra
de arte como producción. Partiendo del concepto de lo vacío de Heidegger. Es
aquello que posibilita que el arte, se configure como espacio donde se pueden hallar
relaciones con las cosas. Una forma de estar, la cosa. Y la cosa hace que el
arte como una producción, diga algo en relación a una verdad que concierne al
con el sujeto. Pero a un sujeto, efecto de significación sostenido por el
lenguaje.
Por eso el relato, nos conduce a la
relación que el lenguaje tiene con lo oculto. En este caso el descubrimiento de
un mensaje, que en el transcurso del
mismo cuento tiene que ver con eso, que se produce en un vacío. Cada uno de
esos encuentros están marcados por un significante, en el relato aparece un
elemento que es heterogéneo, de la cual, cada uno de los personajes que
intervienen, están interrogados.
Con este vacío, que no es carencia,
sino el descubrimiento de una falta, que se representa por un objeto, que es la
carta. De la cual sabemos algo. Pero no todo lo que ella contiene.
Los personajes que intervienen en
el relato están marcados por unos roles que cada uno de ellos cumple. No es
gratuito, todo obedece a una lógica del significante, como define Lacan en su
texto, cuando analiza, el relato, hay una serie de episodios, personajes,
espacios donde el significante interviene, para representar al sujeto para otro
significante. Aunque la carta asea la protagonista absoluta del relato, su
significado ha sido arrebatado desde el principio, y en su lugar es la
especulación sobre su significado y el alcance que este puede tomar, es entorno
a lo que se construye el relato. El significado real está oculto en todo
momento y sin embargo la movilización del relato es la causa de ese contenido
desconocido, pero inferido por la reacción de la reina. Y a través de esta
inferencia el significado queda marcado como peligroso y toma el lugar
forzosamente del significante, puesto que este es únicamente conocido, es la
supremacía del significante. Sin embargo el significado no es siempre el mismo,
ya que hay un significado originario y desconocido y otro suplantado, ajeno por
completo a la temática del significado original, sencillamente para ocultarlo.
A sí el ministro deposita una carta falsa en lugar de la carta original
dirigida a la reina, pero es luego Dupin quien vuelve a suplantar el contenido
original de la carta por otro ajeno, pagando a sí con la misma moneda la acción
del ministro e iniciando un mecanismo de suplantación en cadena que Lacan llama
automatismo de repetición y con el comienza su seminario sobre La carta robada, en su intento de ir más
allá de la explicación de freudiana.
Freud en 1914 en su texto Recordar, Repetir y reelaborar entiende
la compulsión de repetición como un acto que revive el trauma que queda más allá
del principio del placer y no puede ser explicado por este y queda fijado como
un automatismo inconsciente por el sujeto que toma dicho acto como hábito.
De hecho el mismo texto de Lacan,
no solo nos muestra el efecto que tiene el lenguaje, la repetición que en ello
tiene que ver. Porque la carta circula, como significante de una falta, y en
cada uno de los personajes que
interviene se repite, algo, ese algo es un resto no representado en el
significante. Aquí los seres humanos no son cosas, sino significantes.
La carta robada, se constituye como
parte central de dicho texto, porque alrededor de ella se mueven todos los
personajes.
La carta como cosa en términos
lacanianos, es algo que esta velado. ¿Qué es lo velado? Su esencia, es lo que se oculta, lo no dicho,
lo no escrito en aquella carta. Y es precisamente que en el desarrollo del
cuento se trata de dilucidar por parte del autor. Esta situación que aprovecha
Lacan para definir la teoría del significante, en relación que un significante
es lo que representa para un significante. La carta oculta algo, ¿qué es lo
ocultado? La esencia misma que la carta arrastra, lo no dicho, lo oculto, lo
enigmático en relación a la reina, a su imagen, a la posición femenina, lo que
se dice de ella y lo que se oculta de ella misma.
2º
Relato del cuento.
La reina recibe una carta, la está
leyendo cuando entra el rey en la habitación y a continuación el ministro D…
detrás del rey, la reina deja la carta sobre la mesa aprovechando la
distracción del rey, gesto que no escapa al ojo atento del ministro, que saca
una carta del bolsillo parecida a la que estaba leyendo la reina, coloca la
carta al lado de la de la reina; haciéndose el distraído recoge de nuevo la
carta per en vez la suya toma la de la reina bajo la mirada de la reina que ve toda
la maniobra del ministro, pero no dice nada para no llamar la atención del rey.
En este movimiento del robo hay un
desplazamiento y una sustitución que produce un resto, la carta del ministro.
Lacan habla de “A letter, a litter, una carta, una basura”. En el
cenáculo de Joyce se jugó al equívoco sobre la homofonía de esas dos palabras
en inglés.
La carta como cosa esta más allá de
las posibilidades de representación de objeto, de lo que se pone en frente, la
carta su hechura o fabricación no contiene la razón o causa. Solo es en la
medida en que el sujeto cuando se le presenta como objeto podemos decir que lo
determina y pone a actuar y eso es lo que el cuento nos lo pone como un juego.
La carta está vacía tanto el sobre
como el papel, pero en ella recibe y retiene algo, lo que se dice, lo que está
escrito y no escrito, hay un resto no dicho, algo se le escapa al sujeto, el
objeto se pone enfrente para ser descubierto. La carta tiene ese objeto o la razón de ser, desvelar el
contenido de ella. Descubrir lo que esconde. Al igual que el for-da. La carta
está en relación al sujeto por efecto de significación.[1]
Poe pone a continuación en escena a
Dupin detective genial y que ya había aparecido en otros cuentos, como por
ejemplo, en Los crímenes de La calle
Morgue. Dupin recibe al prefecto de policía, al cual la reina le ha pedido
ayuda, que le relata lo sucedido y que lleva 18 meses introduciéndose
clandestinamente en casa del ministro, aprovechando la ausencia de este,
registrando sus aposentos de arriba abajo;
pero todo ha sido en vano, a pesar de que todos estos registros está seguro que
el ministro conserva la carta.
Dupin lo que hace en relación con
el policía, es interrogarlo en la manera como ha buscado la carta. Y el mismo
le relata cada uno de los pormenores de la manera exhaustiva con que se han
llevado las pesquisas. Dupin le está diciendo que no ha buscado donde debería
buscar. Él alude, de que no se puede pensar, que el enemigo en este caso, el
ministro la ha escondido cree el policía, ha de estar en otro lugar y en el
menos inesperado.
Le invita al policía a que cambie
de estrategia, que no puede hacer siempre lo mismo cuando se pierde algo. Hay
que pensar y calcular, con astucia y lo que es el rival, es decir ponerse en el
lugar del otro. Como se dice, el delincuente va más allá de la ley, sabe cómo
la viola. Y lo que tiene que hacer el policía es no ser tan riguroso en unas
prácticas que no le dan resultado, y de las que está convencido.
El policía en relación a Dupin está
mostrando es la estupidez, en una investigación. No se puede pensar con los
mismos argumentos, o razones que no llevan a ningún lado. Esto es importante,
pues respecto al juego y las posibilidades de que aparezca la carta, tienen
cierta lógica, que rebasa mucho los cálculos racionales. Es decir en el juego
las posibilidades y la lógica rebasan al sujeto. O sea, no siempre lo que se
piensa es posible, en un momento de terminado ha de fallar. Y eso es en lo que
está insistiendo Dupin, de que no dé por asegurado que sus pensamientos o
razonamientos de encontrar la carta son los acertados.
Debe buscarse lo más superficial,
donde aparece y parece no ser captado por la mirada del prefecto o el rey´
La mirada es uno de los temas
estrella del relato, pues sobre ella recae el papel protagonista de la verdad.
A través de la mirada de la reina, en primer lugar ocurre el hecho de la
suplantación primera de la carta y su sustitución por una carta falsa a manos
del ministro. El destino de esta carta es ser siempre otra, nunca la verdadera
o la original, sino que está condenada a ser sustituida de sí misma.
La segunda mirada es la mirada
inepta del policía que mira, pero no ve, que busca una descripción primitiva de
esa carta que nunca ha visto y por eso no ve y no encuentra, desplegando una
lógica búsqueda que incluye las pesquisas más sibaritas, porque él no sospecha
que la carta haya podido sufrir modificaciones en su aspecto sin dejar de ser
una carta. Esta es la mirada ciega del saber matemático.
La tercera mirada, que bien puede
ser la segunda, es la del ministro ladrón de cartas, quien sigue la máxima de
“sí quieres ocultar verdaderamente algo, exponlo a la vista de todos”. Así
juega con la mirada invirtiendo el sentido de lo oculto y dándole este otro
sentido: lo que está oculto por la mirada de todos en la evidencia de su
exposición. Si la policía no ha encontrado la carta es porque no ha seguido la
lógica inversa de la ocultación o el nuevo sistema de ocultar a la vista.
La cuarta mirada es la de Dupin,
quien se interesa en colocarse en la mente del ladrón y no en el aparato
logístico policial que sigue una mecánica de la lógica de la ocultación clásica
o vulgar, digamos, aquella que utiliza mecanismos tales como la introducción de
la carta en agujero practicado en la pata de un mueble. Que utiliza los avances
de la ciencia, es decir mucho microscopio, todo lo pasan por el microscopio.
Para Dupin es mejor penetrar en la forma de razonar del ladrón antes que en el
escenario donde el ladrón ha ocultado la carta, para conducirnos al hallazgo de
la misma. La carta ha sido ocultada sin ser ocultada, es la primera paradoja
del procedimiento de ocultación. La mirada de Dupin, aquella que coincide con
la verdad, porque es la verdadera mirada, la que saca a la luz aquello que estaba
oculto, sin embargo no es la última mirada clave de la narración, sino que es
finalmente la mirada del ministro la que verá eternamente la falsedad de la
carta pender del recogecartas sobre la chimenea, creyendo que es la verdadera
carta que él robo.
Así pues hay miradas que ven la
verdad, miradas que para ocultar la verdad la exponen a la vista y miradas,
como la de la reina, que aun siendo testigos de la verdad están incapacitadas
para revelarla, para impedir el fraude. Por otra parte, la mirada de la policía
es una mirada estéril, pues busca consignas, un concepto, pero no el objeto en
la realidad misma.
Lacan en el seminario sobre La carta robada distingue estas miradas
en relación con los tiempos, según él son tres tiempos que soportan tres
miradas encarnadas en tres sujetos:
1. Una mirada que no ve nada el Rey y la
policía.
2.
La reina y el ministro: miradas que ven
como los primeros no ven nada.
3. El ministro y Dupin encarnarían la
tercera mirada: los que ven como lo que hay que ocultar se deja al descubierto.
En la repetición de este esquema de
miradas en el cuento de Poe es donde Lacan hace aparecer el mecanismo de
repetición, concepto freudiano del cual ya hemos hablado más arriba. A la luz
de la insistencia de la cadena significante puesta en marcha con la trayectoria
de la carta, comenta Lacan: “Lo que nos interesa hoy es la manera en que los
sujetos se relevan en su desplazamiento en el transcurso de la repetición
intersubjetiva”. Personajes que están actuando para repetir el acontecimiento
de la sustitución y relegar el significado a un lugar subsidiario del
significante, que es la carta por antonomasia, un significante que se repite en
una cadena en la que su significado sufre variaciones sin que ello afecte al
sentido de la estructura de las relaciones entre los personajes.
Para Lacan, el automatismo de
repetición sería la acción dirigida al recate del significado original, pero
que nunca se ve alcanzado, ya que las sucesivas suplantaciones borran por
completo la idea de significado como algo originario, y en el lugar el
significante es lo único a lo que el sujeto puede remitir, Lacan define así el
automatismo de repetición de Freud:
Si lo que Freud descubrió y redescubre de
manera cada vez más abierta tiene un sentido, es que el desplazamiento del
significante determina a los sujetos en sus actos, en su destino, en sus rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos
y en su suerte, despecho de sus dotes
innatas y de su segmento social, sin consideración del carácter o el sexo, y
que de buena o mala gana seguirá al
tren del significante como armas y bagajes todo lo dado de lo psicológico.[2]
El significante para Lacan adquiere
un papel central en su teoría psicoanalítica ya que considera que el
inconsciente está estructurado como un lenguaje. A diferencia de Saussure
(Ferdinand de Saussure, 1857-1913), que afirmaba que los significantes son solo
palabras, para Lacan los significantes son múltiples objetos, síntomas,
relaciones, porque un significante lo es cuando se inscribe en el orden simbólico,
momento en el que adquiere un sentido al relacionarse con otros significantes.
Según Lacan, hay un orden de significantes puros que están actuando antes del
significado y ese orden lógico es el inconsciente. A diferencia de Saussure,
que opina que el lenguaje no está compuesto de signos, sino de significantes, e
invierte el orden en el que significado y significante se estructuran,
colocando al significante sobre el significado S/s. Donde S es el significante
debajo del cual se desliza el significado con el que mantiene, no una relación
de estrecha unión como planteaba Saussure, sino más bien inestable y sin unión,
salvo en los puntos de capitoné.[3]
Lacan llama punto de almohadillo (Point
de capiton) al momento en el que, en la cadena, un significante se anuda a
un significado para producir una significación. Por lo tanto, el signo
lingüístico une un concepto con una imagen acústica y no una cosa con un
nombre.
Para Saussure la relación entre
significante y significado es arbitraria. El significado es el contenido del
significante. En El Cours de linguistique
générale, Saussure divide el signo lingüístico en dos partes, significante
o imagen acústica de un concepto, y nombra significado al concepto en sí. Por
ejemplo, la palabra “perro” no remite desde el punto de vista lingüístico al
perro real (el referente), sino a la idea de perro (significado) y a un sonido
(el significante) que se pronuncia con la ayuda de cuatro fonemas. Entiende a
su vez el signo en su doble vertiente de significante y significado como
representante y sustituto de una presencia originaria de la cosa misma que el
signo viene a sustituir o suplantar. Esta unión entre las dos caras del signo
es inviolable, fija y eterna. Y eso es lo que tanto Lacan como posteriormente
Derrida criticaran.
Para Lacan el cuento de Poe expresa
exactamente la relación que él establece entre significante y significado y lo
ilustra en el seminario del cual estamos
tratando. Para Lacan la carta (lettre) es una metáfora del significante que
circula entre varios sujetos. El significante se convierte así en el elemento
nuclear del discurso (consciente o inconsciente) que determina los actos, las
palabras y el destino de un sujeto sin que él lo sepa.
Lacan utiliza la carta robada como
ejemplo para explicar el significante, su sentido y su función. Para ello nos
explica el título original del cuento, The
purloined letter, explicando que Ton
purloin, es una palabra anglofrancesa compuesta del prefijo pur que se encuentra en purpose, propósito, purchase, provisión, purport,
mira, y de la palabra del antiguo francés loing,
loigner, longé, que significa a lo largo de, con lo cual el significado de purloine sería “poner de lado”, es decir
una carta desviada o distraída. Lacan hace esta observación para advertir del
carácter del hurto y no de robo, pues ha sido sustraída sin violencia; Poe
prefirió utilizar el término purloine y
no stolen (robo), para hacer hincapié
en la ausencia de violencia.
El interés suscitado en este cuento
de Poe por parte de Lacan (y también en Derrida), es porque ilustra el sentido
último del significante como tal y como es entendido por los
posestructuralistas, Los posestructuralistas afirman que la primacía del
significado sobre el significante es insostenible, también la de lengua sobre
el habla. Mientras que Foucault afirma: “Sí todo es interpretación es porque no
hay nada que interpretar”. Derrida dirá que: “No hay nada fuera del texto”. La
escritura y su estructura, función y sentido se ve amenazada en su orden
tradicional. Es por eso que se inaugura un nuevo orden en el discurso que ya no
privilegia el significado y se vuelca hacia los significantes y las cadenas de
los mismos que organizan un mundo lleno de sentido, sin necesidad de que
diferentes discursos procedentes de distintas disciplinas supongan un caos
difícil de interpretar.
Detrás de cada significante se haya
otros significantes en una cadena interminable. Es decir, lo que remite a un
signo solo puede ser nombrado por otros significantes y no por el referente
real. Y es por eso que el lenguaje solo podrá significarse así mismo sin
remitir a ningún origen y el resultado de ello es que cualquier texto remite a
otro texto y así indefinidamente. La carta lo ilustra perfectamente, puesto que
el origen textual o significado nunca es revelado y tan solo conocemos el
último significado suplantado, nunca el original.
[1]
“Fort” y “Da” son dos expresiones de la lengua alemana, que Freud hizo
célebres, mediante las cuales un niño observado por él sancionaba la aparición
y la desaparición de su madre en la manipulación de un sujeto cualquiera que
la” representaba”.
[2] Lacan, J. (1980). Escritos
II. Ed. Siglo XXI editores, S.A. p. 30. Trad. Tomás Segovia.
Concepto introducido por Lacan
basándose en la idea de 'valor lingüístico' de Saussure, y alude al hecho de
que la última palabra de una expresión lingüística resignifica las anteriores.
El significado es algo que recién aparece al final de la frase: hasta entonces
sólo hay significantes puros que están en suspenso. Lacan utiliza el ejemplo
del punto capitoné, usado en tapicería, donde la última puntada anuda todas
anteriores, del mismo modo que la última palabra da sentido a toda la frase.
Cazau Pablo (2000) Vocabulario de
Psicología - Redpsicología. www.galeon.com/pcazau
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