BORGES, UNA MIRADA
Los
cuentos El libro de arena, El idioma
analítico de John Wilkins y La
Biblioteca de Babel, transmiten la inmensidad de las palabras, la infinitud
de los millones de combinaciones de letras y signos ortográficos que forman las
lenguas. La Biblioteca de Babel es un universo infinito de galerías hexagonales
que se repiten sin fin, Borges utiliza esta metáfora para que nos sintamos empequeñecidos
ante ese inmenso caos que es el lenguaje, ese monstruo que cuesta dominar con
exactitud. Leemos en La Biblioteca de
Babel: “La Biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la
atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los
mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un
orden: el Orden).”[1] Como
el lenguaje arbitrario y convencional,
pero ordenado jerárquicamente para tener sentido. Encontramos en La Biblioteca de Babel,El idioma analítico
de John Wilkins y El libro de arena un sentimiento de vacío que no se puede
llenar con palabras nuevas, es un sentimiento de angustia o impotencia ante la inmensidad del
lenguaje. El narrador siente que todo
está ya escrito, y si todo ya está escrito lo único que queda es copiar o hacer
pequeñas variaciones imperceptibles. Borges escribe: “Cada ejemplar es único,
irremplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares
de miles de facsímiles imperfectos: obras que no difieren sino por una letra o
una coma.”[2] Pequeñas variaciones que pueden alterar todo el
significado del mensaje, crear más confusión, más dudas sobre el conocimiento,
más búsqueda de la verdad o la razón, más angustia al descubrir que no se sabe
más que una pequeña porción de las cosas. Ricardo Piglia comenta: “Da la
sensación, por sentirse incompleto que hay algo de angustia en Borges, quiere
leerlo todo, abrazarlo todo, pero es materialmente imposible.
[1].
J.L. Borges La Biblioteca de Babel.
pág. 5
[2].
J.L. Borges La Biblioteca de Babel. pág.
4
La lectura de la biblioteca le lleva a otro
libro y este a otro sin final.”[3] O podemos leer en La
Biblioteca de Babel: “La certidumbre de que todo está escrito nos anula o
nos afantasma” [4]. La inmensidad nos bloquea al igual que la mirada
al abismo nos paraliza.
Beatriz
Sarlo sobre la totalidad de La biblioteca comenta: “la predestinación rige a la
biblioteca-universo, porque todo, pasado, presente y futuro (patéticamente: la
historia de tu muerte, lector), está escrito en algún libro cuyos contenidos
son inabordables y contradictorios.”[5] Todo está escrito, se
empieza a morir cuando se nace y ese futuro cierto genera preguntas difíciles
que no tienen respuestas, las buscamos en la religión que pone orden en todas
las fases de la vida con sus sacramentos.
En
“El idioma analítico de John Wilkins” Borges vuelve al tema recurrente del
orden en el desorden, nombra diferentes maneras de clasificar las palabras,
expone el intento de varios autores por crear un idioma análogo, un idioma
nuevo matemático o simbólico, pero los lenguajes son algo más que matemáticas y
símbolos; el lenguaje está vivo y no es estructura rígida matemática, tiene un
carácter histórico, evoluciona con la sociedad. El lenguaje a pesar de estar
vivo se somete a unas reglas que son de carácter jerárquico y sintáctico,
Michel Foucault escribe: “Los códigos fundamentales de una cultura – los que
rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus
valores, la jerarquía de sus prácticas – fijan de antemano para cada hombre los
órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se
reconocerá. En el otro extremo del pensamiento, las teorías científicas o las
interpretaciones de los filósofos explican por qué existe un orden general, (…)
por qué razón se establece este orden y no aquel otro.” [6] La
lengua tiene un orden, sin ese orden reinaría el caos y no habría una
comunicación certera, los mensajes se perderían por recovecos insondables.
[3]
Borges, por Piglia Televisión Pública Argentina. Clas. 2
[4].
J.L. Borges La Biblioteca de Babel. Pág.
5
[5].
B. Sarlo, Borges, un escritor en las
orillas. Pág. 60
[6]. M. Foucault,
Prefacio Las palabras y las cosas.
Pág. 5
Borges
parece vindicar el idioma analítico J.
Wilkins como un gran sistema para poder comunicarnos, pero no es más que un
juego para confundir al lector, y a su vez demostrar la complejidad de la
lengua y del proceso cognitivo que hay
en su ejecución. Borges escribe: “Las palabras del idioma analítico de J.
Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios; cada una de las letras que las
integran es significativa, como lo fueron las Sagrada Escritura para los
cabalistas. Mauthner observa que los niños podrían aprender ese idioma sin
saber que es artificioso; después en el colegio, descubrirían que es también
una clave universal y una enciclopedia.”[7] El poder del lenguaje,
necesario para la comunicación, exige un pacto entre los hablantes, ese pacto
se pasa de padres a hijos, hace que las cosas se llamen coma se llaman y puedan universalizarse.
B.
Sarlo escribe sobre el texto que nos
ocupa “el límite desestabilizado e inseguro entre verdad y ficción, a través de
atribuciones falsas, desplazamientos, citas abiertas y ocultas, desarrollos
hiperbólicos, paradojas, mezcla de invención y conocimiento, falsa erudición. El idioma analítico de John Wilkins (…)
responde a la estrategia de des-concierto que Borges adopta, casi de manera
invariable, para presentar ideas.”[8] Parece buscar el plantearle
problemas al lector, reflexiones sobre el lenguaje, sacar al lector de su
estructura rígida del orden establecido y llevarlo con sus escritos a un nuevo
orden.
Beatriz
Sarlo continua escribiendo sobre el texto de Borge, “esta secuencia extraña y
lógicamente siniestra combina elementos heterogéneos en una clasificación que
no clasifica según orden instrumental ni de experiencia, contradiciendo la
utopía, también inalcanzable, de las lenguas naturales.”[9]
[7]
J.L. Borges, El idioma analítico de John
Wilkins. Pág. 2
[8].
B. Sarlo, Borges, un escritor en las
orillas. Pág. 47
[9].
B. Sarlo, Borges, un escritor en las
orillas. Pág. 47
Bibliografía:
B.
Sarlo, Borges, un escritor en las orillas.
Buenos Aires: Ariel, 1995
M.
Foucault, Prefacio Las palabras y las
cosas. Madrid S. XXI, 200
J.L.
Borges, El idioma analítico de John Wilkins www.ccborges.org.ar